La habitación estaba sumida en profundo silencio mientras todos los presentes formaban un semicírculo alrededor de la mujer más sabía y más vieja de toda la aldea.
En sus manos yacía una cadena de plata con un dije muy peculiar. Ahora que lo pensaba, Frank nunca se había detenido a analizar su significado, no había tenido motivos para hacerlo. Le bastaba con saber que eso había pertenecido a su abuela materna, la que lo crió hasta los 7 años, en esa época ella enfermó y murió, dejándolos a su hermano y a él solos en el mundo.
—La daga y la rosa... La historia va más allá de un simple dije —mencionó ella después de unos minutos en absoluto silencio, y Frank se obligó a abandonar sus pensamientos para enfocarse en la historia.
"Hace trescientos años atrás, el mundo era tan distinto de lo que conocemos. El acercamiento que existía entre los humanos y los Dioses aún era común. Existía un equilibrio casi perfecto entre la Tierra y los beneficios que recibía del Olimpo.
No fue hasta que un día, una gran explosión de rayos en el cielo llamó la atención de casi toda Grecia. El retumbar entre las nubes era gutural y pronto, de entre ellas, cayó un destello brillante y envuelto en humo, en dirección a la tierra.
Por meses, un grupo de buscadores viajó para encontrar lo que había causado semejante revuelo. Sin embargo, pronto llegó el rumor de que Hefesto, el artista divino, había sido el que había caído. Su padre Zeus lo había desterrado y enviado hacia una isla en las profundidades del mar, para que nadie pudiera encontrarlo y muriera.
Desgarrada por el dolor, Aglaia, la más esplendorosa del Olimpo, bajó a la Tierra y buscó al grupo de humanos más sádicos que existiese. Personas que no tuvieran el corazón, para que pudieran cumplir con la tarea que ella encomendaría al pie de la letra.
Hubo muchos que intentaron cumplir con la tarea pero simplemente eran muy débiles, otros murieron y otros, se escondieron de la furia de la Gracia. Sólo hubo una familia que estuvo dispuesta hasta que llegaron al final.
La familia Priccolo.
Un grupo de mujeres fuertes y guerreras, que empuñando las espadas y demás armas fabricadas por el propio Hefesto, se dedicaron a buscar a cada brujo que viviese en la Tierra para exterminarlo.
Fue una lucha que duró muchos años, ya que el poder de los brujos no se comparaba con el potencial de un arma creada para un Dios. Cada día morían muchos y el Olimpo los necesitaba cada día más, ya que los brujos eran considerados como sus consejeros y ayudantes. Los brujos eran seres vivos con dones excepcionales, los cuales aprendían a utilizar a través de enseñanzas y pociones.
Sufrieron mucho hasta que los redujeron a un grupo muy pequeño. Todo ese tiempo ellos lucharon con valentía contra sus verdugos sin saber cuál era la causa de sus ataques. Sólo se enteraron tiempo después, que se debía a que el destierro de Hefesto había sido provocado por la Profecía que le había entregado un brujo a Zeus.
El linaje Way era el único sobreviviente, pero al enterarse de la noticia decidieron poner fin a aquella absurda guerra.
Habían llegado a tal punto, que sólo bastaba con que se viese merodear por ahí una bandera negra para que los humanos comenzaran a tener y a buscar refugio, pues no sólo los brujos habían sufrido en aquel tiempo.
Los Priccolo actuaban de manera hostil y en nombre de "La daga y La rosa", el símbolo que hasta el presente día sigue siendo temido, entre los que quedamos.
El día en que todo acabó, quedamos devastados pues no muchas personas apoyaban la cacería de La daga y La rosa, así que fue el momento preciso para que la lucha abarcara a semidioses y humanos. Pero, gracias a los Way, el mal se acabó y aunque un par de las mujeres huyeron, nunca más nos han vuelto a atacar.
Con la dicha vino la tristeza, pues los Way tampoco sobrevivieron. Usar sus poderes de esa forma los llevó a la muerte eterna. Así fue como sus pequeños hijos quedaron a resguardo de los más viejos. Fueron educados en sus artes y cada uno a tomado el rumbo que ha querido.
Cuando nuestra aldea se formó uno de los hermanos prometió cuidarnos siempre, el otro nos ha ayudado de distintas formas, pero siempre con la misma devoción.
De La daga y La rosa no se había sabido nada en décadas, pero aún así, en la aldea se ha transmitido la historia, generación tras generación."
Frank se sentía mareado y confundido, había tanto que procesar que sentía que su cabeza iba a explotar. Si hubiese sabido que tanta maldad yacía detrás de ese simple dije, nunca lo hubiese considerado un tesoro. Y su abuela, era tan dulce con ellos, seguramente tampoco sabía nada de aquella historia porque de lo contrario Frank no podría soportarlo.
—Yo... no sabía nada de esto —murmuró tras el largo silencio que se había formado—. Lo juró, solo lo conservaba porque había pertenecido a mi abuela.
—Probablemente tu abuela fue la última mujer descendiente de las Priccolo —apuntó Mikey, que se había quedado sentado a su lado.
—No, lo fue mi madre. Pero la asesinaron, seguramente antes que mi abuela le entregara el dije.
—Abuela, todo esto es demasiado extraño. Además, ¿cómo nos encontró? —volvió a preguntar la joven morena que había sido la que lo había acusado momentos antes.
Después de haber visto su dije y haberle preguntado quién era, la morena corrió afuera de la habitación gritando por ayuda, hasta que un par de hombres entraron y le pidieron a Frank que lo acompañaran ante el Consejo. Mikey había intercedido por él para que no lo llevaran a la fuerza y lo acompañó.
—Y-yo... —musitó en voz baja y bajó la vista—. Mi hermano quería que viniera aquí en busca de ayuda... dijo que tenía que encontrar al Lobo Blanco.
—¿A Lobo? —preguntó la abuela antes que la morena volviese a irrumpir con preguntas—. ¿Quién es tu hermano?
—Era... —murmuró y Mikey tomó su mano para reconfortarlo, podía sentir el dolor de Frank—. Él se llamaba Anthony...
Frank escuchó un grito ahogado pero no supo identificar de donde provenía. Al alzar la vista se encontró con rostros llenos de tristeza y miradas sombrías.
—De camino, fuimos emboscados y tuvimos un accidente en el auto. Habían muchas criaturas detrás de nosotros y él se sacrificó para que yo pudiese escapar. —No se dio cuenta en el momento en que las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, sólo continuó hablando, sacando un poco de lo que sentía—. La verdad, no tengo respuestas para nada de lo que ustedes quieran saber, pues ya ni siquiera sé quién soy...
—Si, lo sabes —murmuró una voz grave a sus espaldas.
Frank se giró sorprendido y se encontró con unos ojos verdes, tan claros y vivos, nunca había visto unos ojos de ese color. Tan bonito, cautivador, lleno de esperanza para un futuro desconocido. Sólo con verlo sintió calma y por alguna razón también se sintió protegido.
—Tú eres Frank Iero y eres el único que puede salvar el mundo.
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El Protector ➛Frerard
FantasyEn un viaje hacia lo desconocido, Frank tiene que lidiar con nuevas verdades y confiar en un ser con mirada pétrea y ojos cautivadores. El lobo blanco le dicen, Frank lo llama, su protector. {Fanfic Frerard 25/01/22-31/12/22}