Gerard había estado despierto la mayor parte de la noche, girando sobre su cama para tratar de aplacar sus pensamientos sin poder conseguirlo para la llegada de la aurora. Los débiles rayos de sol comenzaron a alumbrar con delicadeza su habitación avisándole el inicio de un nuevo día.
Se levantó de su lecho y se dirigió en silencio al pequeño baño al final del pasillo. Se deshizo de la única prenda que tenía sobre su cuerpo y entró a la tina, se sentó en ella y vertió toda el agua que estaba en uno de los cántaros a su lado. Nathalie, que era la encargada de surtir la mayor parte de sus necesidades, siempre llegaba muy de mañana para prepararle el agua tibia y tenerle listo el desayuno.
El Lobo Blanco se quedó viendo la superficie del agua cristalina por largos minutos, estando ahí quieto y en silencio, tratando de empujar todo lejos de su mente. Sin embargo había un tema en específico que no lo dejaba tranquilo, que le lastimaba el alma y le preocupaba mucho más allá de la destrucción del mundo. Mikey estaba muy molesto con él. Tanto que llegó al punto de no haber querido quedarse conversando con él por la noche.
—¿Cuándo te irás con Frank? —fue lo único que le preguntó en cuanto estuvieron solos.
—Si es posible, mañana mismo —le contestó con sinceridad.
—Pero Frank aún no está del todo bien, hay parte de sus heridas que aún no he sanado y... perdió a su hermano.
—Lo sé pero este asunto es algo que no puede esperar —respondió severo. Y supo en ese mismo instante que no estaba actuando correctamente, desde el tono de rabia en su voz hasta la severidad de sus palabras. Pero era algo inexplicable, una furia ciega que se estaba apoderando de sus acciones.
Mikey le había visto fijamente sin expresión en el rostro, luego asintió y no dijo más. Pasó de largo y se fue a su habitación dejando a Gerard solo y abatido.
Gerard suspiró y negó, tomando la esponja y un poco de jabón y comenzó a tallar su cuerpo. Tenía la piel blanca y llena de muchas cicatrices que habían llegado a él con el paso de los años y las peleas en las que había estado. En su espalda ancha y definida había rastros de los duros entrenamientos a los que se sometió desde una edad muy temprana, así como en sus gruesos brazos y en sus muslos.
Se levantó de la tina y con una jarra comenzó a vaciar más agua limpia sobre su cuerpo, sintiendo cómo poco a poco su cuerpo se estaba relajando y sus pensamientos se aclaraban. Necesitaba contarle todo a Mikey desde el principio, y, también descubrir el motivo de la incontrolable molestia que se estaba apoderando de él cada vez que miraba a Frank, específicamente, cuando lo miraba vulnerable y frágil.
Se lanzó el agua al rastro y se obligó a dejar de pensar en él y sus malditos ojos avellanas, acuosos y heridos. No podía. Después de todo no faltaba nada para que emprendieran juntos un viaje muy difícil.
Veinte minutos después Gerard bajó y fue al comedor, necesitaba un café fuerte para iniciar bien su día y poder resolver todo de acuerdo a como lo había imaginado. Sin embargo se sorprendió al ver en lo que su cocina y su comedor se habían convertido. Había hojas, flores, tallos, envases con cosas extrañas, las hornillas de la cocina estaban encendidas y un artefacto burbujeante estaba colocado sobre ella. Gerard suspiró un poco contento, tenía muchísimos años sin ver a Mikey preparar sus pociones.
Los hermanos Way eran los últimos descendientes de la familia Way. Con ellos se extinguía el linaje puro de los brujos más poderosos del mundo y a Gerard se le llenaba el pecho de orgullo al ver en lo que su hermano se había convertido. Michael había nacido con el poder de curación. De su propio cuerpo emanaban llamas rojas que curaban cualquier tipo de herida, incluso las más difíciles, como las del alma. Aunque estas requerían un esfuerzo mayor y dejaban a Mikey bastante agotado, él solo las realizaba cuando eran casos muy especiales. También tenía una mente brillante y gracias a ello había podido desarrollar poderosas pociones que habían salvado innumerables cantidades de vidas.
Con la cacería de brujos, los maestros de los dictamos especiales para brujos habían sido los primeros en ser eliminados y por lo tanto los dictamos que eran utilizados para mejorar las habilidades llegaron casi al borde de la extinción. Nadie estaba preparado para tal perdida pero fue el pequeño Mikey el que se infiltró en aquellos talleres de elaboración, leyendo y mezclando diferentes materiales había conseguido crear un nuevo díctamo, más fuerte y poderoso que el anterior. Desde entonces se había convertido en el brujo sanador supremo pero con el tiempo había decidido buscar nuevos horizontes, mudándose a vivir a otro continente y explotando su don de una manera más comercial pero que a él le gustaba.
Él era el único que podía preparar aquel liquido oscuro que transformaba y mejoraba la visión de Gerard y era este el que estaba preparando en ese instante. Mikey sabía las cantidades exactas que aún le quedaban a Gerard y estaba consciente que no serían suficientes ni siquiera para la primera lucha. También estaba preparando dictamos sanadores y otras pociones necesarias, que no solo le servirían a Gerard sino también a Frank, ya que al ser un semidios podía resistir sus efectos.
—Buenos días —susurró Gerard pero no obtuvo respuesta—. Lamento mi actitud, no sé qué está sucediendo conmigo pero desde que vi a Frank... tan débil, e-es... no lo sé. Me sentí tan molesto e impotente y solo quiero deshacerme de esa cólera... —escupió todo y a medida que liberaba las palabras, se sentía más ligero, como si se quitara un peso de los hombros que no sabía que tenía.
—Sabía que mi hermano mayor no era la bestia desalmada que estaba hablando anoche conmigo —dijo Mikey y por fin puso su mirada sobre Gerard—. Pude sentir las emociones en tu pecho también y las estoy sintiendo ahora mismo. Te puedo asegurar que es normal que te sientas así.
—¿Por qué? —preguntó confundido.
—No te lo diré es algo que tú mismo debes descubrir —afirmó y se cruzó de brazos dándole a entender a Gerard que no había nada que hacer para que lo hiciera hablar.
—No entiendo —dijo.
—Lo harás pero en su momento. Ahora el mundo y Frank te necesitan, solo deja que todo fluya y no te niegues al destino, Lobo Blanco.
—Estoy listo para enfrentarme a lo que sea y luchar hasta el último momento.
Mikey se sintió orgulloso de su hermano, era ese Gerard al que él conocía. Sin embargo por otra parte Mikey se sintió temeroso, por lo que sabía esta lucha podía ser las más pesada y terrible en la vida de Gerard, después de todo nunca se había enfrentado con un hijo del Inframundo por un tesoro invaluable, no tenía idea de cómo se podía desarrollar todo.
—Sé que eres fuerte Gee y vas a lograrlo. Me estoy encargando de todas tus pociones y tus dictamos serás más poderosos que los anteriores.
—Gracias, Mikes.
—Gee, déjame ir contigo —pidió el menor y se aproximó hasta él.
—De ninguna manera, pero si hay algo que puedes hacer por mí y me ayudara a sentirme mucho más tranquilo.
—Lo que pidas —dijo rápidamente. Cociendo tan bien a Gerard sabía que al igual que él mismo, cuando decidían algo no había ningún poder existente que los hiciera cambiar de opinión.
—Quédate en el páramo hasta que regrese. No dejes a nuestro pueblo solo, por favor.
—Y-yo... está bien, te lo prometo —sentenció y sin más se arrojó en los brazos de su hermano, dejándose envolver en una despedida fraternal—. Te amo, Gerard. Vuelve a casa, sano y salvo.
Gerard abrazó a su hermano más tranquilo y liberado y sin querer decirlo en voz alta asintió. No quería hacer más promesas por el momento, una muy importante estaba a punto de cumplir y con toda la sinceridad que poseía, no sabía hasta qué punto iba a poder cumplirle a Mikey.
Después de unos cuantos segundos abrazados, Mikey regresó a su labor y Gerard descubrió que su desayuno estaba preparado y colocado con cuidado en una esquina del reposa platos. Lo tomó pero antes de llevarse la taza de café a los labios recordó que se había prometido contarle todo a su hermano.
—Yo le prometí a Anthony que... si algo le sucedía, y-yo... —murmuró—. Seré el protector de Frank...
Mikey no dijo nada, simplemente le vio con una enorme sonrisa en el rostro. Ese era su Gerard, claro que sí.
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El Protector ➛Frerard
FantasiaEn un viaje hacia lo desconocido, Frank tiene que lidiar con nuevas verdades y confiar en un ser con mirada pétrea y ojos cautivadores. El lobo blanco le dicen, Frank lo llama, su protector. {Fanfic Frerard 25/01/22-31/12/22}