♱20: La daga de poder

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Las lágrimas cubrieron el rostro de Frank apenas vio a Gerard alejarse rumbo al ejército que avanzaba detrás de ellos.

Él trató de hacer lo mismo, corriendo en dirección contraria pero por más que quería obligar a sus piernas a seguir, su mente y su corazón le gritaban el nombre de Gerard. Habían empezado ese viaje juntos y juntos debían terminarlo.

Gerard era su amor, el único hombre del que se había enamorado y era prácticamente lo único que le quedaba en la vida. No iba a permitir que se lo quitaran también.

Frank se devolvió hasta el inicio del puente y se escondió. Vio cómo la pelea se desató en contra del peliblanco y como éste luchaba. Cada golpe que le daban era como si lo sufriera él pero no quería salir al campo de batalla aún, sabía que si lo hacía iba a arruinar la lucha de su protector. Se quedó ahí en silencio, viendo, esperando y sufriendo.

La desesperación lo atacó cuando vio a un demonio herir la espalda del mayor, la sangre y la expresión en el rostro de Gerard le golpeó el corazón pero no se comparó a la impotencia que sintió al ver a todos aquellos monstruos sobre él. Pero Gerard había sido muy fuerte y se los había quitado de encima, también había destruido a un pequeño comando que se había acercado después.

Frank se tranquilizó al verlo solo en medio de todo aquel verde pero cuando intentó levantarse para ir a su encuentro apareció un sujeto que en cuestión de segundos dominó al brujo y lo había golpeado sin piedad. En el instante en que Frank divisó a Gerard caer al suelo, cubierto de sangre y sin poder hacer más, comenzó a correr hasta él.

Aquel hombre alto había tomado la espada de Gerard y la había clavado en su vientre. En ese momento, Frank sintió que la vida se fue de su cuerpo y gritó hasta que su garganta quemó.

—¡Gerard! ¡No!

Las fuertes cuerdas de agua salieron de las manos de Frank mientras sus ojos azulados veían con rabia a aquel desconocido. Lo atacó sin piedad envolviéndolo entre las cuerdas y después empujándolo lejos de donde estaba Gerard. Frank se acercó a él con rapidez y se dejó caer de rodillas a su lado.

Totalmente perdido por ver al brujo del que se había enamorado en ese estado.

—Gee —susurró en voz baja, no quería tocarlo por temor a lastimarlo más pero al ver la espada ahí, la tomó por el mango y la retiró.

Gerard se quejó casi imperceptible pero aún estaba vivo. Frank trató de controlar su llanto y llevó sus dedos a la herida. Una mezcla de sangre y agua se arremolinó en la piel expuesta y poco a poco fue cerrando, sin embargo el brujo no se movió más.

Una risa estridente interrumpió la labor de Frank y  lo llenó de furia. Cegado por el dolor y la impotencia, Frank no se detuvo a pensar en ninguna causa o su efecto, tan solo abrió su mochila y tomó aquella daga que debía estar maldita por haberle traído tanto daño y sufrimiento a su vida.

El poder del artefacto recorrió el cuerpo del semidiós y su magnitud fue tal que su rostro se elevó al cielo mientras su mirada se pintaba de un azul tan profundo como los mares. Una corriente eléctrica le cubrió desde los dedos de los pies hasta la cabeza y se sintió más vivo que nunca, en especial porque tenía el control absoluto de todo.

El castaño se irguió de un salto, las gotas de agua formando una aureola a su alrededor luciendo totalmente etéreo mientras su corazón pinchaba de angustia y en su mente sólo se reproducían los recuerdos de sus momentos junto a Gerard, quien estaba caído a sus espaldas y a quien no iba a permitir volvieran a lastimar.

—Tienes muy buenos reflejos, Frankie —musitó Gerard mientras continuaba lanzándole golpes que Frank había aprendido a esquivar protegiéndose con sus antebrazos—. Ahora corre hasta la espada y vuelve aquí.

Frank escuchaba aquellas palabras y podía sentir esa mirada orgullosa sobre él a medida que acortaba la distancia que lo separaba de Orgullo.

—Flexiona tus piernas para que seas un poco más ágil.

Él era como una pequeña gota deslizándose en un caudal. Nada lo podía parar.

—Toma la empuñadura con fuerza y fija tus ojos en tu objetivo. En una pelea, no puedes fallar…

Y así lo hizo, antes de llegar hasta Orgullo dio un giro mientras mantenía su mano derecha sujeta al mango de la daga. Fue tan rápido que el corte limpio se llevó consigo el aire, el tiempo y el cuello del demonio. El poder de la daga acabó con él de facto, su cuerpo inerte cayó al suelo y una estela de humo comenzó a emanar de él.

Frank tenía tanto poder en ese momento y solo se debía a la daga. Nunca se imaginó que iba a poder utilizarla pero la vida de Gerard dependía de ello, no habían excusas o arrepentimientos que valieran.

No le dedicó ningún minuto de su tiempo a observar el puñado de cenizas en que se convertía el hijo de Hades, Frank corrió de vuelta hasta donde estaba su amor y se hincó a su lado.

—Gee… por favor… despierta… —pidió con la voz entrecortada y la vista nublada por las lágrimas.

"Mi corazón es tuyo y te amaré por siempre" recordó que el brujo le dijo momentos antes y aquello sólo atenuó más lo que sentía, no podía con todo el dolor que lo estaba recorriendo. Verlo de esa manera lo estaba destruyendo, los ojos de Gerard estaban cerrados, con un rastro de lágrimas a través de sus mejillas y sus labios estaban pálidos; y ni que mencionar el estado de su cuerpo.

—Amor —musitó soltando al fin la daga de sus manos y dejándola sin querer sobre el pecho de Gerard.

Las manos de Frank no abandonaron nunca el cuerpo del brujo. Lo tomó de la nuca con cuidado y alzó su cabeza para besar sus labios con toda la delicadeza que había en él.

Entretanto las lágrimas se fundían en el rostro de Gerard, pequeñas gotas de agua mezcladas con rayos diminutos y un quejido lastimero se extendieron desde el pecho del Lobo Blanco donde la daga estaba.

El amor que Frank sentía por Gerard quemaba en su pecho, al igual que lo hacía cada parte de su piel donde estaba su recuerdo. Se negaba a perderlo.

—No me dejes, Gerard…

El Protector ➛FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora