♱05: El Lobo Blanco

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La fuerza y la consistencia del ataque que mantenía prisionero al Grifo habían llamado la atención de Gerard, pero no tanto como el cuerpo tan pequeño y delgado del que provenía.

Antes de que pudiesen reaccionar para salvar a su guardián, el joven se detuvo y cayó de cara contra el suelo. Su hermano y él fueron los primeros en aproximarse y notar que estaba inconsciente y herido. Gerard lo giró con cuidado y aún con los golpes en el rostro pudo reconocerlo.

Por la forma de su cuerpo, el color de su cabello, que estuviese ahí y que tuviese tal poder, él había sospechado desde que lo vio que se trataba del hermano menor de Anthony. Y al ver su rostro, lo confirmó. Sus rasgos faciales eran muy parecidos pero se notaba que Frank era más joven.

Le aseguró a Mikey que todo estaba bien y tomó al joven entre sus brazos fuertes. Lo cargó hasta su hogar y lo dejó en manos de su hermano mientras él regresaba a la zona a revisar el estado del Grifo y a buscar a Anthony, temía que algo malo hubiera sucedido con su amigo.

Después de todo, Gerard había estado inquieto por la llegada tardía de los hermanos y más a sabiendas de las criaturas que, día con día, aumentaban su población en la tierra. Por ese mismo peligro, Gerard se había ofrecido a acompañar a Anthony, pero él era terco y orgulloso, y le había asegurado que era algo que tenía que hacer solo.

Gerard extrajo un pequeño frasco de un morral que llevaba sujeto a su cuerpo con un cinturón de cuerina. El líquido era de color negro pero no tenía sabor alguno. Gerard lo llevó a sus labios y lo tomó, un par de segundos después cerró sus ojos con fuerza y al abrirlos, ambos de sus ojos, se habían transformado en oscuridad absoluta y de la piel alrededor de sus párpados sobresalían pequeñas venas moradas, sus ojeras eran más notorias y oscuras. Aquel líquido le facilitaba transformar su visión para poder detectar criaturas peligrosas o el mal en general, en la oscuridad. 

Volvió su vista una última vez al Grifo, estaba acostado en el césped y tenía la cabeza sobre sus enormes alas, estaba cansado pero afortunadamente no tenía ninguna herida. Gerard sostuvo el mango de su espada y se irguió. Caminó con sigilo hasta llegar al borde del claro y buscó un lugar estratégico en medio de los troncos gruesos, con su vista mejorada inspeccionó la zona, de manera muy lenta y agudizó su oído para tratar de captar algún sonido sospechoso, pero nada sucedió.

La pequeña esperanza que tenía de encontrar a Anthony se esfumó. Su vista no podía encontrar más que árboles, y si le conocía muy bien, Gerard sabía que Anthony nunca hubiese dejado a Frank solo, mucho menos de empujarlo hacia ellos de esa forma. Eso solamente significaba una cosa.

Les habían encontrado y les habían atacado, no cabía duda. La guerra ya había comenzado.

En ese momento, Gerard cerró sus ojos y colocó su mano derecha sobre el pecho. Alzó el rostro hacia al cielo, donde la luna reflejaba su pureza en su pálido rostro y una traicionera lágrima se le escapó. Le tenía tanto cariño a Anthony, se había convertido en su amigo, su confidente, un apoyo casi tan fuerte como su hermano, y perderlo le estaba doliendo en un profundo lugar en su vacío pecho. Nunca se iba a permitir mostrarse vulnerable frente a nadie menos, menos en la aldea, así que aprovechó el único momento en que podía expresarse y dejo ir ese sentimiento amargo que se producía al perder a alguien.

Se secó la lágrima con el dorso de su mano y poco a poco sus ojos comenzaron a recobrar su aspecto normal. Las facciones de su rostro volvieron a ser duras al igual que ese corazón antiguo que latía únicamente para mantenerlo con vida.

—Te prometo, Anthony, que cuidaré de Frank con mi vida —murmuró a la nada. Palabras que se llevaba el viento con la esperanza de que llegaran a Anthony en algún lugar donde su alma estuviera—. Voy a ayudarlo a cumplir con su tarea, y al final de todo esto, me aseguraré que vuelva con vida. Te quiero, amigo mío —murmuró.

El Protector ➛FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora