Capítulo 9

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Con cada paso que daba el olor se intensificaba, solo que no sabía de donde provenía

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Con cada paso que daba el olor se intensificaba, solo que no sabía de donde provenía.

Y aunque los sentidos se encontraban más agudizados, no tenía la práctica suficiente para poder identificar más allá de lo visible.

Hasta que un cuerpo colisionó con el mío llevándome hacia el suelo.

Y simplemente me quedé estática. Mis extremidades no funcionaron y mi respiración parecía haberse ralentizado ya que el oxigeno no llegaba de forma correcta a mis pulmones.

Sus ojos azules me analizaron por unos segundos mientras su mano se elevaba para presionarla en mi cuello. Su rostro estaba fruncido y su mirada parecía un témpano de hielo cuando analizaba mi rostro.

No estaba apretando más de lo que podía soportar, por lo que fue fácil hablar aun cuando su cuerpo se encontraba presionando el mío, calentando mi piel de formas indescriptibles.

—Daven —susurré elevando mi mano para sostener su antebrazo tatuado.

—¿Quién eres y qué haces en esta manada? —y mis ojos inevitablemente se llenaron de lágrimas.

—¿No me reconoces? —cuestioné en un susurro doloroso.

—Evidentemente no sé quien eres.

Su mirada segura me analizó parcialmente y su mano libre se elevó para retirar el cabello sobre parte de mi rostro y al verme completamente sus facciones se llenaron de sorpresa.

—Oh, mierda —susurró retirando su mano de mi cuello para elevarse y alejarse de mí.

Lentamente me fui levantando y sentí mi corazón hacerse añicos al verlo despeinando su cabello con vehemencia.

—¿Daven? —lo llamé en un susurro sabiendo que podía escucharme.

—¿Cómo llegaste aquí? —cuestionó dándose la vuelta para mirarme.

—¿Por qué no me hueles? —cuestioné con el ceño fruncido.

—¿Cómo llegaste aquí, Jade? —cuestionó nuevamente.

—¿A caso importa? —cuestioné a nada de llorar.

—Si, porque han pasado más de cincuenta años y nunca dimos contigo —mi corazón se saltó un latido al recordar que de este lado el tiempo pasaba mucho más rápido que de donde yo venía.

—¿Por qué no me hueles, Daven? —cuestioné una vez más.

—Porque no puedo oler —susurró mientras sus ojos llenos de dolor me observaban atento.

—¿Qué?

—Hace dos años que no he podido oler nada, las razones son variadas, por lo que no he encontrado solución, así que no puedo reconocerte —su mirada apenada me recorrió y al ver el manojo desastroso que me estaba volviendo sus facciones se relajaron y me tendió su mano —ven conmigo.

Yo la tomé y sentí como una ráfaga de corriente me envolvía.

Daven tenía impregnado el olor de Cowen y Derek en su cuerpo, por eso olía a los demás, pero su olor a chocolate era tan intenso que poco a poco iba opacando el olor de los demás.

Su mano se aferró a la mía sin dudarlo y comenzó a guiarme por la aldea que ya conocía hasta que llegamos a la calle por la que me había cargado durante mi sueño.

Al fondo se podía observar la casa blanca y detrás de ella el sol comenzaba a ocultarse dejando ver los diferentes colores que bañaban las nubes.

Su mano mantenía el agarre en la mía y me sentí mal, porque mientras yo me ahogaba en su fragancia, él ni siquiera reconocía el mío.

Poco a poco fui percibiendo el aroma de libros viejos y vainilla y mi cabeza se movió en busca del lugar de procedencia, hasta que la puerta principal fue abierta y por ella salieron Cowen, con su cabello rubio despeinado y Derek con sus perfectos rizos bien colocados.

Ambos se quedaron estáticos al verme y en ese instante supe que ellos si podían olerme, que me reconocían, que me identificaban.

Y al verlos correr hacia mí con ese brillo que recordaba en sus ojos el sentimiento fue visceral, pues, aunque estaba feliz, emocionada, no me sentía completa.

Aun cuando Daven sostenía mi mano con vehemencia intentando conectarse conmigo de alguna forma. 

 

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Jade (Segunda Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora