Capítulo 2

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Mi cabeza martilleaba con fuerza provocando que la mañana comenzara con el pie izquierdo

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Mi cabeza martilleaba con fuerza provocando que la mañana comenzara con el pie izquierdo.

No debí haber ido a ese antro, pero no había tenido opción, cuando la chica amable de recursos humano me interceptó y me pidió que la acompañara no pude negarme, probablemente ella era la persona más amable en el edificio, por supuesto, tenía toda mi información, era de esperarse que supiera cuando era mi cumpleaños.

Nada mejoró cuando llegué a mi oficina y mi jefe arrogante y molesto de cuarenta años estaba esperándome para darme mis felicitaciones. No pasó desapercibido para mí el beso en mi mejilla muy cerca de mi boca, mucho menos el susurro de feliz cumpleaños mientras acariciaba mi odio con sus labios de una forma disimulada.

Agradecí cuando por fin salió de mi oficina y me dejó regodearme en mi miseria y en el latente dolor de cabeza.

A penas eran las once de la mañana, pero ya el día estaba siendo asquerosamente desagradable y solo quería llegar a casa, darme un largo baño mientras leía un libro y encendía mis velas aromáticas, pedir una buena cena y luego echarme en mi cama hasta el día siguiente.

Pero parecía tan lejano.

Mi teléfono vibró en mi escritorio y me extendí para tomarlo sabiendo que la única que podría llamar era mi madre.

Con la primera sonrisa sincera en más de una semana descolgué la llamada y me llevé el auricular a mi oído para escuchar su aterciopelada voz.

—Mi niña, feliz cumpleaños —mis ojos se humedecieron y el puchero que apareció en mis labios dejó en claro que podría ponerme a llorar en cualquier momento.

—Gracias, mami —pude sentir su sonrisa del otro lado.

Ella sonreía cada vez que la llamaba de esa forma.

—¿Cómo la estas pasando, cariño? —quise decirle la verdad, pero no quería preocuparla más de lo que ya ella estaba.

—Bien, anoche estuve con compañeros del trabajo festejando, probablemente salga esta noche también —la escuché aplaudir y supe que estaba en el manos libres.

—Lo de anoche te lo creo porque ya pasó, pero lo de hoy no será posible, te tengo un regalo de cumpleaños.

Mi ceño se frunció ante aquello.

¿Un regalo?
—Mmm, un regalo... —repetí.

—Un boleto de avión, viajas hoy a las tres de la tarde hacia donde estoy yo.

—¿Y se puede saber de dónde sacaste el dinero? Se supone que no tenías dinero para ir México y yo te pagué todo.

—Han cambiado muchas cosas, cariño, después del cáncer me moví de donde estaba, hace más de dos meses que no estoy en México.

Sin poder permanecer un segundo más sentada me levanté y recapitulé los hechos en mi cabeza.

No era posible, realmente no lo era.

Cuando mamá fue diagnosticada con Leucemia terminó en una depresión que le costó su empleo. Luché para sacarnos adelante durante más de cuatro años. Trabajaba para proporcionarle los alimentos, pagaba las consultas con el doctor, su tratamiento, sus citas con el psicólogo.

Hasta que determinaron que ya no había nada que hacer y mi madre terminó abandonando el tratamiento. Luego me rogó que la dejara ir a México en donde se realizaría una convención de magia blanca y sabrá dios que otra cosa mística.

Y lo hice, la dejé ir aun cuando sabía que podría ser la última vez que la vería porque sus días estaban contados.

—No entiendo nada —dije sincera y un suspiro se escuchó del otro lado de la línea.

—Hace tres meses que no tengo cáncer, Jade, me curé.

Solté una risa incrédula sin importarme que sonara cruel que me burlara.

—Deja de decir tonterías.

—No lo son, por eso necesito que vengas, tienes que verlo con tus propios ojos, no quise decirte nada hasta no estar segura y sé qué hace mucho querías que regresara creyendo que volverías a verme en una caja, pero no es así, no más miedo, Jade.

Agité mi cabeza sin creer nada de lo que me profesaba.

—Fui a un hospital hace dos días y ayer me entregaron mis pruebas, estoy curada y todo gracias a lo que he hecho aquí.

—¿Dónde demonios estas, mamá? —bramé furiosa porque anduviera deambulando por ahí sin siquiera avisar de su paradero.

—Polonia —el jadeo que dejé escapar amenazó con robarme todo el aire.

—Mamá, ¿qué? —su suspiro fue penoso.

—Lamento no habértelo dicho, pero es que conocí a alguien, estuvimos juntos por varias semanas y pensando que moriría en cualquier momento solo pensé en disfrutar mis últimos días de vida, pero me curó y creo que es hora de que vengas aquí.

—¿Y no pensaste en mí? ¿En que no sabía dónde demonios estabas? ¿y qué si al final terminabas muerta y no sabía dónde mierdas encontrarte?

Probablemente le estaba faltando al respeto, pero estaba exasperada, molesta en sobre manera ante lo inconsciente que había sido.

—Tu vuelo sale a las cinco, la información estará en tu correo dentro de un rato.

Y así como si nada me colgó el teléfono dejándome totalmente desorientada en aquella oficina. 

 

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Jade (Segunda Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora