Capítulo 4

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—Cariño —sus ojos se llenaron de lágrimas mientras veía como la analizaba

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—Cariño —sus ojos se llenaron de lágrimas mientras veía como la analizaba.

Su piel ya no se encontraba pálida, más bien se veía tersa y brillante. Sus labios habían perdido esa palidez, aunque podía ser por el labial carmesí que los cubría.

—No puedo creerlo —susurré al darme cuenta de que definitivamente ella si estaba sana.

Para estas alturas debía estar en etapa terminal, pero ahora parecía tan recuperada, se veía nueva.

Sin dudarlo solté la manija de la maleta y me acerqué los pasos necesarios para envolverla en mis brazos dándole un fuerte abrazo que ella correspondió.

—Estoy tan molesta, pero es imposible que no me sienta feliz de verte y feliz porque estes mejor.

—Nena, te extrañé mucho y sé que hice las cosas mal, pero estaba tan desesperada por aferrarme a la vida, por mantenerme viva que terminé haciendo cosas sin decirte, aun cuando tu estabas preocupada al no saber si me volverías a ver.

—¿Dónde te estas quedando? —cuestioné en un susurro mientras me separaba de ella.

—Lo vas a ver pronto, pero ahora debemos irnos, en unas horas llegan los excursionistas y no queremos que nos vean.

Ella sostuvo un lado de mi maleta y yo tomé el otro para poder caminar sin tener que arrastrarla por el camino de piedra.

Caminamos con paso veloz por los laterales de la reserva natural hasta que nos detuvimos frente a una puerta de metal vieja. Mi mamá la empujó con su mano libre y ambas pudimos pasar para enfrascarnos en una larga caminata por el camino de tierra bordeado por enormes árboles que cubrían la luz del sol.

El lugar se me antojaba mágico y tranquilo y entendí por qué se veía tan fresca y relajada.

—¿Es muy lejos? —cuestioné luego de quince minutos adentrándonos en el bosque a la profundidad, donde el camino ya comenzaba a desaparecer y en donde solo se sentía la naturaleza en su máximo esplendor.

—Solo debemos ir al otro lado —susurró acercándose a un arco de árboles cuya entrada estaba cubierta por plantas enredaderas que servían como una cortina que nos imposibilitaba saber que había del otro lado.

Al cruzar detrás de ella con uno de los bordes de la maleta aun agarrados mi boca se abrió con sorpresa al ver la enorme casa de color negro del otro lado.

Todo el lugar estaba bordeado por árboles enormes que evitaban ver el lugar aun si sobrevolabas con algún helicóptero.

—Joder —susurré al ver lo mágico que se observaba todo.

Parecía una de esas casas sacadas de cuento de hadas. Todo el lugar verdoso y ella resaltando con el poderoso color negro que cubría sus paredes.

Mamá se quedó observando mi reacción por unos minutos, mientras me dejaba asimilar todo el lugar, hasta que retomó sus pasos y se encaminó hacia el pórtico de la casa y dejó mi maleta en el suelo para ahora si poder arrastrarla.

Con su mano libre empujó la puerta y pasó adelante permitiendo que yo la siguiera por el lugar.

La casa era oscura, con velas encendidas en muchas partes y de una forma u otra el lugar me pareció tan conocido que casi me caía al suelo por la forma en la que el déjà vu me envolvió.

—Yo conozco este lugar —susurré sosteniéndome de la puerta aun abierta.

Y agradecía que lo estuviera, pues en cualquier momento podría salir corriendo.

—Lo sé, a mi también debes conocerme, Jade.

Mi cuerpo se tornó frío al escuchar esa voz, mis manos temblaron ligeramente, por lo que apreté mi agarre en la puerta hasta que mis nudillos se colocaron blancos.

Mi corazón aceleró sus latidos de una forma tortuosa y aunque intentaba mantener los nervios a raya respirando pausadamente, cuando ella salió de detrás de una puerta, luciendo su cabello rojo perfectamente ondulado y siendo aquella mujer que alguna vez había visto.

Simplemente no lo pude soportar.

—Sarkans —susurré antes de ver todo negro. 

 

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Jade (Segunda Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora