TREINTA Y NUEVE

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—¿No a querido decir nada? —me preguntó el chico rata porque sabía que había ido a ver como Kyung iba con la interrogación de BamBam.

—Nada —aseguré, aunque de todos modos iría a la cárcel y le echarían bastantes años, él seguía resistiéndose. Muy mal de su parte.

—¡Joder, Yun! ¡cuidado! No estás curando a un muñeco de plástico —arrugó toda la cara cuando le pasé el algodón con desinfectante por una herida totalmente abierta, estaba echo un asco, pero un asco que me gustaba muchísimo.

—Si te dejaras de mover tal vez yo no te lastimara —le ceñí —Y deja de llorar, que para eso eres un hombre enorme —le pegué en el hombro.

—¡Yun, me duele! —se agarró el lado dramáticamente.

¿Me río? Tengo muchas ganas de reírme de sus tonterías.

—Qué te duele ni que nadas, ¡solo fue un toque! —hice pucheros siguiéndole el juego súper dramática, no sabía que era tan ñoño hasta ahora, todos los días iba conociendo un poco más al chico rata.

—¡Un golpe que me dolió como el demonio! ¡Qué tienes en la mano ¿hierro?! ¡No ves que estoy sensible!

—Hierro voy a tener en la mano como no te calles de una vez y me dejes curarte —le regañé.

—Vale, pero ve suave ¿eh?

—Qué sí, llorica —solté al final de mi frase una pequeña sonrisa, hubiera podido reírme antes porque verle con la cara de dramático lo hacía ver muy gracioso pero por tal de seguirle el juego y fastidiarlo un poco más prefería aguantar la risa, cosas de parejas como la mía y la de este orangután.

Se mantuvo callada por un rato, en el que me dediqué a curarle todos los moretones y heridas que BamBam le había dejado, era un gilipollas por dejarse dar de esta manera, sabía que podía defenderse y aún así no lo hizo por miedo a que a mi me pase nada. Pensándolo bien, si no hubiera tenido el tiempo totalmente medido con Kyung, BamBam hubiera podido matarlo y él no hubiera podido hacer nada, solo de pensarlo una angustia se me instalaba en todo el cuerpo, era un imbécil.

Pero era inteligente, un imbécil con inteligencia porque se había tragado un rastreador tan pequeño como el que me había puesto a mi Minji la vez que fuimos a su casa y por la que perdimos el primer plan de atraparlo, y aunque este fue una mierda porque nada de lo que pasó estaba planeado, salió mucho mejor de que si lo hubiésemos planeado. Ironías de la vida. Y me alegraba que estuviese bien, conmigo aquí.

—Yun, debemos de hablar de algo —se pronunció cuando comencé a guardar todo después de dejarle la cara mejor, o al menos un poco mejor. Lo miré, porque su tono había cambiado a uno más serio, y eso me hizo ponerme seria a mi.

—¿Qué pasa? —pregunté, estaba nerviosa, no iba a mentirme a mi misma, pero lo intentaba ocultar.

Él lo pensó unos segundos, como debatiéndose entre si decirme o no lo que tenía en su cabeza, y era momento de preocuparme.

—Heejin...

En el momento en el que oí el nombre de ella, supe al instante de qué me estaba hablando, mierda, le había contado, claro que le había contado.

—Lo siento Jungkook —fue lo único que dije, y para expresar el sentimiento que sentía dentro, añadí su nombre, el que muy pocas veces decía de dientes para fuera.

—¿Eh?

—No te dije nada, y tenía mis razones ¿sabes? —hizo el intento de interrumpirme pero fui rápida —Déjame hablar, por favor —él se tragó sus palabras, tomé una bocanada de aire —Tenía mis razones porque no sabía lo que quería, a decir verdad, todavía no lo sé, porque ¿sabes qué? Contaba con tu opinión, me iba a agarrar a la idea que tu me dieces, pero... Viéndome en la situación en la que me vi con BamBam, me dije a mi misma que no tengo porque depender de tu idea, porque lo que tengo dentro, que aún ni siquiera es un bebé, va a crecer dentro de mi, no dentro de ti, y vi que me preocupaba, que pensaba que si no salía de allí lo qué iba a pasar con él.

Police › jjk, pjm ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora