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EPÍLOGO

—Deja eso, Jeon Minji, ahora —oí a Jungkook batallar con la niña, me reí, era muy divertido escuchar a Jungkook intentado que nuestra hija le hiciese caso, su culpa era, la consentía tanto que después cuando le implantaba carácter, la niña se reía o no le hacía caso —¡Yun, ayúdame, por favor! —lloriqueó. Me reí a carcajadas dejando de cortar la carne que preparaba para ir hacia donde estaban ellos.

Jeon Minji era una niña preciosa de cuatro años, con dos padres que no se habían casado pero que se amaban y vivían felices, Jungkook actualmente seguía insistiendo en casarse conmigo en una boda enorme, por mi parte, había pensado en decirle que si en las últimas tres ocasiones, pero al final acababa rechazándolo. Seguía sin parecerme necesario, pero también quería probar que se sentía, como en las películas y series que se casan y viven mucho más felices.

Cuando llegué a la sala esquivando los juguetes que había en el suelo, Jungkook me miró con cara de llanto, casi al punto de soltarlo, yo no podía con tanta ternura. Minji era tan bajita a su edad que me culpaba constantemente por haberle dado ese tamaño.

—Tú hija no me quiere, ni siquiera me respeta —lloriqueó infantilmente, a pesar de pasar los años, algunas cosas seguían sin cambiar.

—No seas llorica, te he dicho miles de veces que debes de imponerle una voz de mando, no ser tan blando con ella —me agaché un poco para que me mirase —Minji, cariño, dale eso a mamá —la niña me tendió de inmediato la muñeca de porcelana que había cogido, ¿cómo? No tenía idea. Culpa de Jungkook, supongo.

—Eso es inhumano, yo le compro dulces y todo lo que quiere y no me hace caso, y a ti mira que fácil y ni siquiera le das la hora —lavanté una ceja.

—Por eso es así contigo, y yo le doy mucho más que la hora a mi hija ¿no es así, bebé? —la niña asintió y le di un besito en su nariz, tan bonita como la de su padre. Minji era más parecida a su padre que a mi en todos los aspectos, de mi ni sabía que tenía, incluso podía decir que fue Jungkook quien la tuvo, no yo.

—Claro, porque como yo soy el blando.

—Lo eres —volví a levantarme y dejé que siguiera jugando, dejé la muñeca en donde estaba y miré a Jungkook —¿Ya te ibas? —asintió, yo me acerqué a él, eliminando el espacio que nos separaba y coloqué mis brazos en sus hombros rodeándolo, él las colocó en mis caderas.

—Sí, ¿quería algo la señora Jeon? —tallé con mis manos sus musculados hombros, Dios, era malo tenerlo tan cerca, sí.

—Lo que quiero no me lo puedes dar ahora, tal vez en la noche —sonreí con travesura y él también lo hizo, imitándome, también sentí como apretó mucho más mi cintura entre sus manos logrando que me pegara mucho más a él a pesar de ser casi imposible.

—No digas esas cosas, no quiero irme empalmado por tu culpa, siempre haces lo mismo, y entonces en el trabajo ni siquiera me miras —si, esa era yo, era muy mala con él, pero tenía mis motivos, yo también me ponía muy mal, él tenía que entenderlo.

—Por nuestro bien, chico rata, por nuestro bien —hice una pausa —Dile a Kyung que hoy le toca cita médica a la niña y por eso tardaré ¿vale? —asintió.

Acerqué mi rostro a él hasta eliminar nuestra distancia y agarre sus labios entre los mios, succionándolos con verdadera hambre, pero me separé casi al instante logrando que Jungkook soltara un gruñido desaprobatorio.

—Qué mala eres —sonreí.

—Pero me amas.

—Más de lo que te imaginas, adiós —le lancé un beso y lo vi marcharse.

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—Oh por Dios —gemí sintiendo un calor inmenso recorrer todo mi cuerpo. Jungkook me estaba absorbiendo el alma.