Capítulo 26.

39 8 25
                                    

En vez de traernos al mismo punto de encuentro, sólo nos deja en un hotel lujoso, con todo pagado y muchos privilegios. Quizás es una de las formas del ministro de pagarnos y lograr que nos relajemos un poco después de tanta tensión. Aunque preferiría que hubiera estado aquí directamente, así solo le entregaríamos la carpeta y nos podríamos ir a casa ya. Extraño demasiado a Melanie. Supongo que como ya estamos fuera de la misión, podré llamarle y mandarle mensajes para saber cómo está. Seguramente muy preocupada y ya sé cómo se pone cuando está así.

Cuando veo a Gwen, sigue mirándome de forma extraña. ¿Qué le pasa ahora? Hasta hace unas horas parecíamos ser los que más se entendían y desde que abrió la carpeta, parece ser otra persona.

Me acerco a ella antes de que entre a su habitación, como todos los demás. Estamos solos en el pasillo.

— ¿Te quedarás con la carpeta? — pregunto.

— Si quieres, quédatela tú pero te recomiendo que la veas, por favor. — parece estar muy preocupada por algo.

— ¿Tu padre está en la lista? — quiero entender por qué se comporta así y esa es la única lógica que encuentro.

— No, mi papá no está porque creo que está pagando lo suficiente en la cárcel. Supongo que todos los que están ahí, están muertos o simplemente viven sin tener idea de que son enemigos del presidente. — su respuesta es muy confusa.

— Algo debieron de hacer para estar ahí.

— Pero quizás se equivocaron con algunos, nadie sabe. Quizás algunos sean inocentes o quizás esa estúpida máquina cometió un error. Fue programada por un humano, así que no me sorprende.

— Con la gravedad del asunto, no lo creo. No creo que jueguen con algo así. Además, supongo que antes de entregárselo al presidente le darán una hojeada y sacarán a los que crean convenientes. Problema resuelto. ¿Te sientes más tranquila? — por la forma en la que resopla y mira al suelo, creo que sí.

— Tienes razón, quizás me alteré de más. Discúlpame, sé que te hice pasar un horrible momento ahí dentro. — se ríe brevemente.

— No importa, descuida, estoy acostumbrado a vivir todo tipo de situaciones.

— ¿Y qué haces cuando sientes que estás en peligro? — su pregunta es un poco interesante.

— Sólo recuerdo que no ha existido peligro alguno del que no pueda salir. Eso me tranquiliza. — contesto francamente.

— Esa es una buena respuesta.

— Bien, entonces... quédate la carpeta y mañana veremos qué tal. Descansa. — antes de que pueda irme, me toma de la mano.

— Quizás puedas quedarte a dormir conmigo esta noche. — me propone. Acaricia mi brazo pero me aparto.

— Lo siento, no puedo. Estoy casado. — le muestro mi anillo de matrimonio. Agacha la cabeza con vergüenza.

— Ay mierda, perdón, no tenía idea.

— No te preocupes. Buenas noches. — me doy la vuelta de camino hasta mi habitación. No sin antes darme cuenta de que Max estaba parado cerca de nosotros, así que probablemente escuchó toda nuestra conversación. O parte de ella.

Antes de entrar, le doy una mala mirada y cierro la puerta en su cara.

Me quito la ropa para darme una ducha. Este día ha sido una locura. Aparentemente, han trasladado todas las cosas que traje a esta lujosa habitación. ¿Cómo lo hizo? No tengo ni idea. Supongo que tiene el poder, es el ministro de defensa de todos los Estados Unidos. ¿Qué más podría esperar? Ni siquiera sé su nombre real, sólo sé que se apellida Kavanagh.

Happy People ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora