Capítulo 27

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Advertencia:

El siguiente capitulo contiene contenido fuerte, temas delicados (se menciona el relato de una violación). Si eres sensible a esto, por favor, deja de leer. Si te quedas, lees bajo tu propia responsabilidad. Esto debe tomarse con discreción, respeto y seriedad

*

Los siguientes días pasaron lentos. Henry volvió a ser el chico tímido, encerrándose en sí mismo. Hablaba poco, usaba solo su cabeza para asentir y negar cuando era necesario. Ray, por su parte, se mantenía al margen. Seguía cuidado a Henry, dándole todo su amor.

No tocaron más el tema del juicio. Ray les pidió al abogado y al sargento que le dieran un par de días más. Estos no se negaron, sabían bien que el capitán se enojaría si llegaban a declinar. Sin embargo, Ray sabía que en algún momento debía hacer mención al juicio. Aunque le doliera, Henry tenía que testificar y contar su historia.

Pero por el momento, dejaba que el tiempo se hiciera cargo de eso, esperando la ocasión adecuada. Sabía que Henry también pensaba en eso, las noches sin dormir y las pesadillas habían vuelto, Ray siempre estaba a su lado para consolarlo y cuidarlo, evitando a toda costa que llegará a lastimarse. Así eran sus días, silenciosos, lentos, pesados.

Ray revisaba la herida de Henry, está ya había cicatrizado, pronto irían con Leyla para que le diera el visto bueno al cuidado que Ray había estado haciendo con la herida y finalmente podrían quitarle las gasas.

—Se ve bastante bien —comentó mientras dejaba una nueva gasa sobre la leve cicatriz en la piel de Henry.

El rubio no hizo gesto algo, mantenía su cabeza gacha, esperando obediente a que Ray culminará. Eso era todo lo que había estado haciendo; guardaba silencio y en automático, se movía. Ray lo miró con algo de tristeza. Sin embargo, no se detuvo, intentaría al menos sacarle una sonrisa a su chico. Se levantó, quedando frente a él.

—¿Me dejas ver tu mano?.

Henry solo asintió, y alzó su mano lastimada. Ray la tomó con delicadeza, comenzando a quitar las pequeñas vendas en sus nudillos para después limpiarlos con un poco de algodón y alcohol. Solo lo hacía para quitar los raspones, Henry no se había roto ningún hueso después de ese golpe, para sorpresa de Ray.

—Oye, estaba pensando que podríamos ver una película más tarde. Tener una noche de cine, ¿qué dices? —propuso mientras pasaba el algodón por los nudillos rojizos. Miró de reojo a Henry, este seguía con su mirada puesta en el suelo. Soltó un pequeño suspiro y continuó con lo que hacía —Pensaba en hacer palomitas de caramelo, escuche que son muy buenas. Nunca las he probado, ¿tú si?

Henry, esta vez, se alzó de hombros, seguía sin dirigirle la mirada a Ray. El castaño no se lo tomo a mal y dejó de presionarlo. En silencio terminó de limpiarlo, colocó nuevas cintas en cada nudillo, culminando con una sonrisa. Después se dispuso a guardar los materiales que había usado en el botiquín de primeros auxilios. Henry solo asintió en agradecimiento y se dispuso a ayudarlo a guardar.

Ray tomó esa acción como algo bueno y no pudo evitar sonreír mientras lo veía. Sin embargo, en su mente comenzó a rondar un tema que había dejado de lado, pero que irónicamente siempre se paseaba por sus pensamientos, y no, no hablaba del juicio.

—Oye, Hen...

Henry lo miró, por primera vez en todo el día, sus ojos chocolates conectaron con los suyos. Ray no pudo evitar sentirse mal, al saber lo que iba a decirle.

—Yo... Hay algo que tengo que comentarte... algo que quiero proponerte. —guardó silencio, esperando una respuesta de Henry, pero este seguía mirándolo con suma intensidad. Ray tragó saliva y decidió continuar. Se acercó hacia Henry y con lentitud lo tomó de los hombros, Henry ni se inmutó al toque. —Cuando estabas en el hospital, el doctor que te atendió, el doctor Adams, me sugirió que debías tomar terapia...

Yo te protegeré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora