Capítulo 26:

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Daemon



Me sentía frustrado, había permanecido mucho tiempo dentro de esta casa y en lo único que podía pensar era en salir ahí fuera y buscar a Clare, maldita la hora en la que la separaron de mí, no podía estar ni un minuto más lejos de ella, pero sabía que tenía que aguantar hasta que Steven hallara una manera segura de unirnos; yo no estaba muy convencido de esto, sentarme a esperar no era lo mío, pero trataba de convencerme de que era lo mejor y me lo repetía una y otra vez para que se quedara clavado en mi cabeza y no cometer una locura. Clare estaba en mi mente todo el tiempo, esa chica iba a lograr que me volviera loco si no la tenía de nuevo en mis brazos; sus besos se volvieron tan adictivos en solo una noche, en un instante consiguió hacer conmigo lo que quiso; Clare Adams me tenía rendido a sus pies, y nadie estaba consciente del daño que me hacían al alejarme de ella.



Mis ojos se abrieron de golpe y resoplé, otra vez mi mente vagaba, inmersa en los recuerdos de mi chica, la misma que me había arrebatado las ganas de comer y de dormir, me iba a volver loco, pero no me importaba, pensar en ella era lo único que podía hacer, y si esto me enloquecía, pues, supongo que sería un loco feliz. El reloj de la mesa me indicaba que eran las cinco de la mañana, había pasado otra noche en la que no había dormido bien y sabía que conciliar el sueño era algo imposible, así que me levanté, bajé las escaleras y entré a una habitación en la planta baja que hacía función de gimnasio.



En el cuarto había varias máquinas para entrenar, y también varias pesas, pero decidí ignorarlas y me concentré en el saco de boxeo, mi cicatriz ya había mejorado considerablemente y en ese momento me permití hacer un poco de ejercicio, eso era justo lo que necesitaba para descargar toda la energía y frustración que traía dentro de mí; lo solté todo a base de golpes y envestidas sin darme cuenta que ya habían pasado casi dos horas de entrenamiento. Fue entonces cuando sentí un ruido proveniente de la sala, se escuchó como si se rompiera algo de cristal y enseguida salí a ver de qué se trataba.



La sala estaba totalmente desordenada y en el piso había pedazos rotos de algunos adornos y una lámpara. Una pelea se desataba delante de mis ojos, Daniel estaba siendo atacado por una chica que en ese momento no conocí. Llevaba un vestido elegante y tacones, pero estos no le impedían defenderse, su melena rubia se movía y tapaba su cara impidiendo que pudiera verla. Golpes iban y venían por parte de ambos, la pelea estaba reñida y la chica se desplazaba con una elegancia magistral dando golpes limpios y letales en puntos claves del cuerpo de su agresor logrando inmovilizarlo. Fue entonces cuando decidí tomar cartas en el asunto e intervenir. Aproveché que no había notado mi presencia y la agarré del cuello, luego pequé su mano a su espalda logrando una llave perfecta para impedir que se moviera.



- ¡¿Quieres dejarme idiota?! -Al escuchar su voz la solté de inmediato, con razón no la había reconocido, nunca me imaginé que Susan tuviera conocimiento de defensa personal. - ¡¿Qué les pasa?! -Dijo como si los dos estuviéramos locos. - ¡¿Por qué me atacan?! -En ese momento miré a Daniel.



- ¡¿Por qué la atacas?! -Pregunté de la misma manera. Daniel nos miró con cara de confusión y luego la señaló.



- ¿La conoces? -Dijo totalmente extrañado.



-Sí, es la esposa de Steven -Dije como si fuera la cosa más obvia del universo. Daniel abrió los ojos al darse cuenta de la enorme pata que había metido.



-Perdón, no te conocía. -Dijo apenado - Mucho gusto es un placer -Le ofreció la mano a Susan y esta se le quedó mirando como si fuera una broma, ese era el efecto que causaba la personalidad de Daniel. - Que más quieres que te diga chica- Dijo este al ver que Susan no agarró su mano -Entraste como si nada y las alarmas no saltaron, pensé que eras una espía, para la próxima avisa, no sé, llama, o manda un mensaje o algo, pero no puedes entrar a un cuartel secreto como si nada y pretender que te recibiremos con los brazos abiertos sabes. -Debo admitir que su comentario me causó gracia, pero me contuve a reír por respeto a Susan, al parecer a ella no le causó el mismo efecto y permaneció mirándolo como si el chico estuviera loco, puede que tuviera razón.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora