LUKA
El camino a casa se hizo más largo de lo común; tenía muchas cosas en mi cabeza y no sabía cómo resolver todo esto. Alejandra se veía tan contenta que no creo poder soportar ver su rostro lleno de tristeza otra vez, como ocurrió aquella vez.
Estaba caminando tranquilamente por los pasillos del instituto, esperando unos minutos para entrar a mi siguiente clase, que casualmente estaba frente al baño de chicas. Mientras caminaba, creí escuchar sollozos que provenían de allí. Recuerdo haber dudado entre entrar o llamar a alguien, pero al final decidí entrar. Los sollozos venían del último cubículo.—¿Hola? —dije al acercarme—. ¿Estás bien?
—Por favor, vete, déjame sola —respondió una chica al otro lado, su voz llena de tristeza—. Este es el baño de chicas, no deberías estar aquí.
—Eso no importa ahora, te escucho mal y sé que algo anda mal. Solo quiero ayudarte.
—¿Ayudarme? No me conoces, no sabes nada de mí. ¿Cómo vas a ayudarme?
—Sé lo que es sentirse así, y lo último que uno quiere es estar solo en esos momentos. Por favor, déjame ayudarte.
La chica guardó silencio unos segundos antes de responder:
—Por favor, déjame sola. Respeta mi decisión, es lo único que te pido.
—Está bien, debo respetar tu decisión —dudé unos segundos—. Me llamo Luka, Luka Hamilton. Si necesitas hablar, búscame.
Salí del baño con cuidado para evitar malentendidos. Llegué tarde a mi clase y estuve a punto de recibir un sermón del profesor, pero tuve la excusa de ser nuevo y de perderme en los pasillos, lo cual el profesor aceptó y me dejó entrar.
Durante la clase, no pude concentrarme. Todos mis pensamientos estaban con esa chica llorando en el baño. Me preguntaba qué la había llevado a ese estado. Al terminar la clase, fui de nuevo al baño de chicas, esperando encontrarla.
—¿Hola? Sé que dijiste que no querías ayuda, pero no puedo dejarte sola. Aunque no te conozco, no puedo simplemente irme. Por favor.
Sin respuesta. No está aquí.
—¿Y qué me cuentan sobre la zorra de Alejandra?
Al escuchar esa voz, entré rápidamente en uno de los cubículos y subí mis piernas para que no me vieran.
—Sí, Emma, cuéntanos.
—Chicas, no hay mucho que contar. Masón se dio cuenta de que soy mejor mujer que esa cualquiera —dijo con arrogancia—. Todo está en el mensaje que dejó Masón en redes.
—Creo que fue duro decir que solo la usó y luego la desechó —comentó una de las chicas.
—Todos obtenemos lo que merecemos, Taylor. Ella no merecía nada de lo que tenía, por eso se le fue arrebatado. Yo evolucioné y aquí estoy, al lado de Masón. Así que recuerden, el mundo da muchas vueltas, y ahora la balanza está a mi favor.
—Eres admirable, Emma.
—Gracias, Verónica.
Después de eso, escuché pasos hacia la salida, así que salí del baño cuidadosamente. Alejandra debía ser la chica que encontré en el baño. Ahora entiendo por qué estaba en ese estado. Pobre chica. Debo encontrarla.
Buscando en las listas de alumnos de algunos profesores, descubrí que compartimos la clase de Literatura. La mala noticia es que tiene tiempo sin asistir.
—Bueno, alumnos, la siguiente evaluación será en parejas. Tienen que hacer un ensayo sobre la Lírica Clásica. Quien quiera ser pareja de la señorita Cooper, pase por mi escritorio.
¡El mundo está a mi favor! Gracias, Dios.
Me levanté rápidamente y me dirigí al escritorio del profesor, a quien le dije que quería ser pareja de Alejandra. Asintió y me dio un papel con su número de teléfono y su dirección, mencionando que ella supuestamente estaba enferma. Eso no sería un obstáculo; después de clases iría a su casa para hablar con ella.
Físicamente, me encontraba frente a su puerta, pero mentalmente estaba debatiendo si esto era una buena idea. Había más probabilidades de que me cerrara la puerta en la cara a que me dejara entrar para hablar. Al final, tomé una decisión y toqué la puerta con los nudillos.
—¿Quién es? —era la misma voz de la chica del baño. Acerté.
—Soy tu pareja en el ensayo de Literatura Clásica. ¿Puedo pasar?
—Tu voz... me es conocida. ¿Eres Luka Hamilton?
—¿Y tú eres Alejandra Cooper?
—¿Qué haces aquí? Ya te dije que no quería hablar contigo, que me dejaras tranquila. Vete o llamo a la policía.
—Espera, espera. Soy tu compañero en el ensayo de Literatura. Por eso estoy aquí.
Alejandra abrió la puerta de golpe y finalmente pude verla cara a cara. Era una chica con rasgos muy atractivos; sin embargo, su apariencia era un completo desastre. Su cabello estaba despeinado y llevaba un suéter holgado y pantalones anchos.
—Si quieres, yo hago el ensayo y te pasaré tu parte por WhatsApp. Ahora no tienes motivos para estar aquí, así que por favor, déjame sola.
Después de decir esto, intentó cerrar la puerta, pero fui rápido y evité que lo hiciera, aunque a costa de lastimar mi mano en el proceso.
—¡Mierda! ¿Qué has hecho?
—No te preocupes por mi mano. Solo quiero hablar contigo.
—Si te dejo hablar conmigo, ¿me dejarás en paz?
—Lo prometo.
Ella asintió y se hizo a un lado para dejarme entrar. Su casa era grande, de dos pisos y muy acogedora.
—Puedes sentarte allí. Iré a buscarte algo de hielo para tu mano —dijo, dirigiéndose a la cocina.
Unos minutos después, volvió al sofá con una bolsa de hielo, que coloqué en mi mano.
—Bien, habla ahora.
—¿Recuerdas que te dije que entendía por lo que estabas pasando?
Ella asintió.
—Verás, a mí también me engañaron, jugaron conmigo y me desecharon cuando ya no les servía. Me enamoré de ese chico como no tienes idea y me pagó de la peor forma posible. Al igual que tú, me encerraba en el baño a llorar, a soltar lo que sentía. Todos en la escuela me llamaban cuernudo, desechable —limpié mis ojos—. No soporté más y dejé de ir al instituto. Mis padres no tuvieron más opción que cambiarme de colegio y llevarme al psicólogo. Las cosas mejoraron para mí, y aquí estoy, contándote mi historia porque tu voz rota en el baño me tocó el corazón —la miré a los ojos; su mirada estaba perdida—. Alejandra, quiero ayudarte. No soy psicólogo, pero puedo ser tu compañía en la oscura cueva de la depresión.
Ella no dijo nada, pero levantó su mano derecha y subió su manga, revelando algo que rompió mi corazón: moretones.
—No quiero al psicólogo, ni quiero que mis padres se enteren; ya tienen suficientes problemas —se limpió los ojos—, pero sí me gustaría tu ayuda. Ya no quiero estar sola.
Eso fue suficiente para acercarme a ella y darle un fuerte abrazo, brindándole apoyo.
Pensar que a partir de ese momento, ella y yo nos volvimos inseparables. Fueron meses conociéndonos, meses ayudando a Alejandra. Cuando cumplimos cinco meses de amigos, le regalé un libro, diciéndole que podría ser una distracción entre tanto desastre.
Son momentos inolvidables que siempre estarán en mi memoria. No sé qué haré con Connor, pero algo es seguro: buscaré la forma de solucionar esto sin dañar a Ale, y creo que sé de alguien que podría ayudarme.
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Escribiendo A Mi Chico Perfecto [Completa ✔️]
Teen FictionUna extraña libreta capaz de materializar lo que en ella se escriba. Una chica con el corazón roto. Y definitivamente mucho drama. Son los tres ingredientes principales que conforman la historia de Alejandra Cooper, una chica de diecisiete años la...