Dos

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Con esa última orden, entró a su oficina de nuevo cerrando la puerta. ¡Huy! No había podido comer porque los gritos de su amante no me dejaron, no era mi culpa, pero por supuesto Ashton Ainsworth no pensaba en nadie más que no fuera él mismo.

Llevaba en la empresa seis meses, comencé a trabajar en septiembre, después de estudiar Asistencia administrativa en la universidad.

Había elegido esa carrera porque no tenía ni idea de que estudiar y en realidad, ni siquiera había tenido ganas de estudiar en la universidad después de la muerte de mi padre y mi hermano.

Por lo que tomé la primera carrera que encontré para complacer a mi madre y mantener mi mente ocupada de los recuerdos dolorosos.

Encontré el trabajo gracias a que la jefa de recursos humanos había sido muy amiga de mi padre, así que logró meterme en una entrevista aquí para ser la secretaria del presidente de la compañía.

Obtuve el trabajo y me emocioné mucho con la idea, pensaba que había encontrado el trabajo perfecto con una increíble paga; hasta que conocí a Ashton Ainsworth . Amargado, engreído, mujeriego, egoísta, asquerosamente rico e increíblemente inteligente.

No nos agradamos al principio y no nos agradábamos ahora, de hecho, se podía decir que nuestra relación era apática.

Nunca compartíamos una sonrisa, bromeábamos o hablábamos de algo que no fuera el trabajo.

Me había contado que las secretarias para Ashton no duraban más de un mes, gracias a su encantadora personalidad, pero yo había logrado durar seis meses y hasta ahora no había sido despedida. Un récord Guinness.

Él era exigente, la buena paga no venía en vano. Pero la única razón que encontraba para no haber sido despedida hacía tiempo, era mi excelente rendimiento.

No importaba lo mucho que nos despreciáramos, o las muchas tareas que Ainsworth me daba, siempre terminaba mi trabajo con eficiencia.

Era buena en lo que hacía, mucho mejor que todas sus antiguas secretarias y él sabía bien que era difícil encontrar a una buena secretaria así en estos tiempos.

Además, no quería cogerme, lo que también le encantaba a recursos humanos. A pesar de todo, me gustaba mi trabajo, me mantenía ocupada, era buena en lo que hacía y la paga me encantaba.

Sacando a Ainsworth del camino, era un trabajo de ensueño. Pero como nada era perfecto en la vida, él existía.

Recogí mi pan no terminado y me bebí mi Sprite en tres grandes sorbos. Ainsworth no bromeaba, si pasaban cinco minutos más y me veía aquí sentada, tendría problemas.

Me negaba a dejar que él pusiera alguna queja sobre mí expedienté, yo era una excelente trabajadora y los demás lo sabían, él no iba arruinarlo.

Fui a la tintorería y luego llevé su traje de vuelta al trabajo. Toqué la puerta de su oficina para entregárselo, a Ainsworth no le gustaba que fuera a su apartamento, por lo que prefería llevarlo él mismo que dejar que yo se lo llevara.

Una vez dijo que era porque no quería que nada se le perdiera ¡como si yo fuera una ladrona!

-Adelante -ordenó, con esa voz fría de siempre.

Entre en la oficina y lo vi allí, sentado mientras revisaba unos papeles. Tenía el ceño fruncido y jugaba con el lápiz en su mano, casi sin darse cuenta.

Su belleza me golpeó, como hacía cada vez que bajaba la guardia con él. La primera vez que lo vi casi salivé al darme cuenta de lo hermoso que era, como un modelo de ropa interior.

Tenía unos ojos azules como el océano, debajo de pestañas espesas y rizadas, que competían con la de las chicas con las que se acostaba. Su rostro era masculino, pero cuando sonreía, dos hoyuelos de bebé se formaban en sus mejillas, dándole un aire más juvenil.

Las mujeres se detenían cuando él entraba algún lugar, porque era imposible no notarlo, sobre todo cuando media 1.87 cm.

-Aquí está el traje -murmuré, metiéndolo dentro del pequeño armario que había en su oficina.

Era un lugar enorme, con baño privado, un sofá en forma de L, un televisor y un pequeño minibar. Aun así, lo que más me encantaba del lugar era la increíble vista detrás del escritorio de Ashton, porque se veía todo Atlanta desde allí.

-Ese no es el traje -gruñó, desde su asiento. - Ese es el azul, necesito el gris.

Fruncí el ceño ¿qué diferencia había?

-No me dijo específicamente cuál quería -me defendí.

-Tú no preguntaste. Ve y tráeme el gris.

-¿Quiere que vaya de nuevo a la tintorería? -pregunté alarmada. - ¡Pero queda a media hora de aquí!

Sus ojos se quedaron en los míos y mientras los miraba, tan fríos y secos, me pareció verlos cambiar de color al gris humo.

-Entonces te recomiendo que dejes de quejarte y te muevas -respondió indiferente.

Salí de la oficina, usando todas mis fuerzas para no cerrar de un portazo y me fui en busca de un taxi, por supuesto, eso lo pagaba la tarjeta de crédito de mi jefe.

Busqué el traje gris, como me había pedido, y volví a la oficina. Al ponerlo en su armario, ni siquiera me miró, o dijo un gracias.

Era un arrogante mal agradecido, un inútil egoísta. Se veía bien en cualquiera de los dos trajes, pero simplemente le gustaba molestarme, sabiendo bien que nunca iba a negarme a ninguna de sus tareas.

Cuando llegué a casa una hora después, mi sangre aún hervía. Dejé mi cartera y llaves sobre la mesa al lado de la entrada y suspiré. A veces mi trabajo me cansaba tanto.

-Oh cariño, ya llegaste -anunció mi madre, descubriéndome de pie en medio del vestíbulo.

Su sonrisa sincera y cariñosa alivió un poco mi corazón, al menos en casa la tenía a ella, que era como un salvavidas.

Caminé hacia la sala y le di un beso, allí estaba sentada mi sobrinita de cinco años mirando la televisión. Mi cuñada más allá, recogiendo los juguetes que estaban regados sobre toda la alfombra mientras la regañaba por ser tan desordenada.

Era un caos, pero me encantaba estar aquí, porque me hacían sentir cómoda y tranquila.

Cuando mi sobrina me vio, ignoró a su madre y salió corriendo abrazarme. La recibí feliz, ella era un encanto.

-Sí, gracias a Dios ya llegué -admití con una pequeña sonrisa.

-¿Tu jefazo molestándote de nuevo? -preguntó Dereck, entrando a la sala mientras comía una manzana.

-¿Qué haces aquí? -pregunté, aunque la pregunta estaba demás.

Dereck había sido el mejor amigo de mi hermano y era como parte de la familia, porque ya pasaba tanto tiempo aquí que era imposible no sentirlo de esa forma.

Inclusive antes de que mi hermano muriera pasaba aquí mucho tiempo, por lo que todos ya estábamos acostumbrados a él.

La Secretaria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora