Cinco

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-Buenos días, Candace, ¿ha llegado algo para el señor Ainsworth? -pregunté, dándole una sonrisa a la recepcionista, aunque estuviera llegando tarde ya.

Asintió y me entregó al menos diez sobres sellados, a la espera de que fueran subidos a su despacho.

-Aquí tienes.

- ¿Ha llegado ya? -pregunté, esperando que ocurriera un milagro y me dijera que no.

Pero mis esperanzas se fueron por el caño cuando ella me dio una sonrisa triste, preguntándome con la mirada si hablaba en serio.

-¿Cuándo el señor Ainsworth ha llegado después de las seis de la mañana? -preguntó, como si yo fuera inocente.

No dije nada más, me fui directo hacia los ascensores, batallando con los sobres, mi cartera y el café que había comprado de camino para mí.

Mi jefe no bebía café de una cafetería normal, el suyo era fabricado por un barista que había contratado, se encontraba dentro de la cocina del edificio, y le preparaba café a todos los que quisieran.

Sin embargo, no me gustaba aquello tan espeso y caliente, prefería mi café básico comprado en una cafetería normal y que no costaba una semana de mi sueldo.

Cuando llegué arriba, encontré el mismo desorden de siempre. Personas yendo de aquí para allá, todos angustiados y apurados por la reunión de hoy.

Ashton Ainsworth volvía loca a la gente un día normal, imagínate cuando había una reunión importantísima con un futuro cliente, que además quería el proyecto del año.

Debía estar con los nervios y yo llegando tarde no iba a ser divertido.

-Ashton te está esperando en su oficina, y está furioso porque has legado tarde -dijo Serena, pasando junto a mí.

Serena era una perra odiosa, también bastante bonita y la directora general de Marketing, una de las socias minoritarias de la empresa.

La odiaba, me caí mal porque pensaba que tenía el poder de todo.

- Así que muévete.-

Fruncí el ceño ante su demanda, pero no tenía tiempo para quedarme aclararle que no recibía ordenes de ella, eso quedaría para después.

En cambio, fui directa hacia la oficina de mi jefe, ni siquiera me detuve a tocar, demasiado concentrada en que no se me callera nada.

Miré mi reloj, estaba llegando siete minutos tarde, dos más que en el sueño.

Lo encontré sentado sobre la oficina, escribiendo algo furiosamente, mientras le gritaba algo a alguien por teléfono.

Reprimí el impulso de saltar mientras lo escuchaba, no quería que pensara que le tenía miedo porque si no iba a ponerse peor.

Dejé los sobre su escritorio en silencio y con lentitud, mientras sentía sus ojos en mí, sin parpadear, intensos y reales.

Dos segundos después se despidió y colgó el teléfono, sin esperar una respuesta.

-Siete minutos tarde, Señorita Julie -dijo, y por mi mente pasó la imagen de mi sueño, donde me decía exactamente eso. - ¿Quiere que llame a recursos humanos y me queje de su impuntualidad?

-Lo siento, señor Ainsworth, se me hizo un poco tarde hoy.

-Justamente cuando tenemos una reunión tan importante, usted decide llegar a la hora que se le da la gana, no sé si cree que esto es un juego, pero mi empresa se ha mantenido siendo la numero uno del mercado porque tengo trabajadores responsables y calificados.

Casi puse los ojos en blanco, antes de regañarme mentalmente, si lo hacía, entonces iba a enojarse más y quien sabe cuánto tiempo iba a tenerme dándome sermones.

Dios, parecía un viejo, hablaba como uno y muchas veces se comportaba como uno, pero seguía siendo tan increíblemente guapo.

Mientras él seguía hablando, no podía dejar de mirar su barba de dos días, tan espesa y hermosa, o que sus ojos lucían increíbles y que a pesar de que pasaba horas trabajando, nunca tenía ojeras.

¿Usaba alguna crema? Necesitaba que me la recomendara, yo sobrevivía a punta de corrector.

-Señorita Julie, ¿me está escuchando?
Parpadee, volviendo al presente.

-Por supuesto -mentí, como si aquello fuera una locura.

-Espero que todo esté listo para cuando el cliente venga, sabe bien que no tolero deficiencias, para eso le pido que llegue temprano todos los días.

-Ya he dejado todo listo, no falta nada.

Lo pensó durante un momento, buscando con qué más fastidiar.

- ¿Dónde está el pasante que te pedí?

-Ya lo llamé, pero creo que se le ha hecho tarde -dije, con una pequeña sonrisa. Sus ojos se entornaron al darse cuenta de que me estaba burlando, pero me daba un poco de risa.

El pasante era necesario para la toma de notas y también servía como ayudante del señor Ainsworth cuando yo estaba demasiado ocupada con otras cosas, necesitaba a alguien que estuviera preparado, pero estaba llegando tarde también y mi jefe iba a volverse loco.

Se acercó a mí, invadiendo mi espacio personal, por lo que presioné mis piernas, mi punto seguía sensible por el sueño de esta mañana.

-¿Estás burlándote de mí? -preguntó, tuteándome. Cuando hacia eso, sabía que significaba peligro, debía alejarme.

-No, por supuesto que no señor Ainsworth-dije de vuelta, inocentemente. Di un paso hacia atrás, consciente de que estábamos demasiado cerca para ser saludable. - Le he dejado toda la información referente al cliente en un correo, se lo envié hace veinte minutos, sé que le gusta leerla antes de cada reunión. También he llamado a cafetería para que tengan listo el desayuno -abrió la boca para hablar, pero seguí hablando. - Y sí, les dije que nada porque su médico me llamó hace unos días y me dijo que tiene el colesterol alto, también he pedido que solo productos deslactosados, si ve en el informe, el cliente es intolerante a la lactosa. También he pedido que mientras está aquí, lleve su auto a lavar y me han dicho que en media hora vienen a buscarlos, me encargaré de darle las llaves.

Se quedó mirándome fijamente a los ojos y labios

La Secretaria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora