Llevaba al rededor de una hora observando el pequeño cuerpo del chico atado en la cama; el niño dormía con tanta paz, sus largas pestañas reposaban sobre sus rosados pómulos y su pequeña y adorable naricita emitía un tranquilo sonido que Heeseung, encontraba tan relajante.
Sostenía entre sus grandes manos las pequeñas del pelinegro , acariciando el dorso de éstas con cuidado de no tocar las pequeñas heridas abiertas que se habían hecho cuando se arrastró por el pavimento al intentar escapar de él.
Desocupó una de sus manos sólo para llevarla a la sonrojada mejilla del pequeño. Estaba tibia a pesar de todo.
Heeseung amaba la calidez que desprendía el cuerpo de Jungwon, aún estando inconsciente.
El mayor retiró su mano del rostro contrario cuando sintió cómo éste comenzaba a removerse, abriendo sus ojos de a poco.
Se quedó embobado ante los hermosos ojitos del menor.
Jungwon, por otro lado, sintió un doloroso nudo instalarse en su garganta.
Hizo un puchero y sus ojitos se aguaron, indicando que dentro de muy poco rompería en llanto.
-Oh, pequeño, no llores -habló con voz tranquila el pelinegro- te ves precioso llorando, pero no lo hagas ahora; no te haré daño.
Jungwon, se encogió sobre si mismo al sentir, nuevamente, la mano de su captor pasearse por su mejilla.
-¿Q-Qué es lo-lo que quieres? -logró murmurar el rubio con voz rota.
Heeseung sonrió.
-Quiero todo de ti -se acercó al rostro asustado del niño- eres tan precioso; tu cintura es tan pequeña, tu cadera tan delgada -pasó su mano por todo el cuerpo del menor- eres tan delicado, ¿crees que puedas aguantarme cuando me entierre en ti?
Jungwon sollozó y Heeseung carcajeó.
-Tranquilo, mi pequeño; yo sólo quiero jugar contigo, ¿te parece?
El menor no contestó.
El mayor fijó su vista en las ataduras que mantenían presas las extremidades del japonés.
-Quiero jugar contigo -repitió.
El pelinegro llevó sus manos hasta los pies del pequeño, desatando con tortuosa lentitud la soga que se aferraba a sus tobillos.
Jungwon lo vio con miedo.
-N-No, ¿qué haces? -el rubio se removió inútilmente.
-Shh -el captor separó las piernas del menor y se acomodó entre éstas- ya te dije que quiero jugar, así que eso haremos. Corre, amor, si logro atraparte te haré mío en ése instante; si logras huir de mí durante cinco minutos, entonces recibirás un premio -se acercó con lentitud al oído del más bajo y susurró- empecemos ahora, mí corazón.
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