Al volver a la habitación, el pelinegro depositó al menor sobre la cama.
-Has llegado hasta el final, amor -dijo, iniciando a secar el fino cuerpo del pelinegro con una toalla- eres el ganador.
Jungwon quiso forzar su cerebro para entender aquellas palabras, y, aún sin hacerlo del todo, sabía que no significaba algo bueno.
-Vamos, te haré de almorzar.
Sin poder objetar nada, el menor se dejó colocar la vestimenta previamente preparada por Heeseung; vestimenta que consistía en nada más que un pequeño vestido bata en color blanco. Seguido de ésto, el mayor también procedió a vestirse.
-¿Te gusta el maquillaje? -cuestionó de la nada el pelinegro.
Jungwon pareció desconcertarse debido a la repentina pregunta, pero aún así asintió.
Heeseung sonrió en grande.
-Me alegra escuchar eso -caminó hasta una pequeña cajonera de madera barnizada, de la cual sacó una pequeña cajita- tengo un obsequio para ti, cariño.
El Pelinegro, aún estando temeroso, no pudo ocultar de todo su intriga.
-¿Qué es? -preguntó bajito.
-Descúbrelo por ti mismo.
Jungwon tomó el, aparente, obsequio que Heeseung le tendía. Con manos temblorosas, deshizo el lazo azul que mantenía la caja cerrada.
-¿Qué-Qué es ésto?
-Un regalo para ti -explicó el pelinegro- ¿no te gusta?
El Pelinegro asintió, tomando entre su pequeña mano el pequeño recipiente de polvo traslúcido.
-¿No quieres darte un pequeño retoque? Aunque no lo necesitas, tú ya eres precioso -Heeseung acarició suavemente la tersa mejilla de Jungwon.
El menor mordió su labio inferior y asintió.
-Perfecto -sonrió- iré a prepararte el almuerzo, tú ponte más bonito de lo que ya eres -se inclinó y dejó un rápido beso sobre los labios del más bajo.
Jungwon pudo respirar nuevamente cuando el mayor salió de la habitación.
Con algo de inseguridad, sacó los productos de la caja y los acomodó en la mullida cama.
Tomó el espejo de mano que estaba a un lado del rubor y dio un vistazo a su reflejo. Sin duda alguna estaba hecho un asco; sus ojeras se estaban tornando de un tono violáceo, casi del mismo color que las marcas en su cuello, sus labios estaban rotos y sus mejillas pálidas.
Con un suspiro, eligió de entre los cosméticos un bálsamo labial y se lo colocó. Sabía a cerezas y tintaba de un leve color rojizo. Como segundo paso, optó por aplicarse un poco de corrector bajo sus lindos ojitos miel, que ahora se encontraban opacos e hinchados. Selló el producto con un poco de polvo y, por último, aplicó sólo un poco de rubor en sus mejillas y naricita.
-Amor, el almuerzo está listo.
Avisó Heeseung, entrando a la habitación y viendo al pequeño sentado en la cama.
Jungwon alzó el rostro y miró a su captor.
-Te ves precioso, cielo -halagó con una sonrisa al Pelinegro aún desde la puerta- vamos, la comida se enfriará.
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