Corría sin mirar atrás entre el estacionamiento del supermercado; lágrimas descendían por sus mejillas y un horrible miedo recorría su delgado cuerpo.
¿Dónde se supone que estaban los guardias? ¿Por qué no había gente?
Bueno, a lo último sí tenía una respuesta.
Eran al rededor de las 12:00 a.m, sólo a él se le ocurría salir a esas horas a comprar.
Desde que salió de su casa sintió una corriente eléctrica recorrer su espina dorsal; se sentía observado y eso lo inquietaba.
No fue hasta que salió de la tienda, que notó un auto negro a tan sólo dos metros de donde el se encontraba.
Intentando mantener la calma, había comenzado a caminar para intentar alejarse.
Oh, que gran error.
La persona dentro del auto siguió sus pasos muy de cerca, hasta que perdió por completo la falsa tranquilidad que se había obligado a fingir.
Con desespero, comenzó a correr lo más que sus débiles piernas se lo permitieron.
Corrió solamente unos cuantos metros, hasta que aquel auto negro se le cerró, logrando así desestabilizarse y caer al húmedo suelo.
Con miedo, se arrastró por el asfalto intentando huir, ya que sus piernas habían dejado de responder por el miedo.
Jungwon lloraba tan mal, estaba aterrorizado y sus pequeñas y delicada manos sangraba debido a las pequeñas piedras que se enterraban en éstas.
Sin saber porqué, volteó su cabeza en dirección al auto; sollozó cuando vio como su perseguidor lo miraba divertido a través de la ventanilla.
Nuevamente intentó ponerse de pie, o al menos gritar, pero todo le fue inútil; su cuerpo dejó de responder, por lo que lo único que podía hacer era llorar.
El hombre dentro del auto riò con gracia y abrió la puerta del vehículo, abandonado éste y rodeándolo hasta quedar de frente a aquel niño de cabellos dorados.
Con una sonrisa caminó los pocos pasos que lo separaban del menor y se agachó al tenerlo ya frente a sus pies.
Estiró su grande mano hasta pasarla sobre la pálida y húmeda mejilla del pequeño.
-Atrapado; las traes, Jungwon.
Fue lo último que se logró escuchar en aquel desolado estacionamiento antes de que el pequeño niño de lindos ojos perdiera la conciencia.
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