El doloroso llanto retumbaba entre las paredes tapizadas de la habitación, el pequeño rubio se abrazaba a sí mismo y se encontraba completamente perdido en sus lamentos.
Tanto que no notó la puerta abrirse y al hombre pararse frente a él con un rostro preocupado.
-Amor, ¿qué sucede? -el pelinegro se acuclilló para quedar frente al rostro lloroso del Pelinegro- Wonie, cariño ¿Qué está mal?
Estiró su brazo para intentar tomar la mejilla húmeda del menor, pero lo único que logró recibir fue un manotazo alejando su mano y una mirada cargada de completo resentimiento.
-No me toques -murmuró entre dientes el menor.
Heeseung lo miró confundido.
-Lindo, dime qué pasa.
Intentó nuevamente tomar el rostro del pequeño, pero volvió a ser alejado bruscamente.
-¡No me llames así! -gritó, sintiendo como sus cuerdas bucales se desgarraban- ¡Te odio, me das asco! ¡ALÉJATE DE MI!
Aquellas palabras resonaron en su cabeza durante unos segundos antes de que su rostro se ensombreciera.
-Yang Jungwon, cuida tu lenguaje -el mencionado sintió un escalofrío recorrer su cuerpo- ¿te doy asco, amor? ¿De verdad? Pero ayer no decías lo mismo, no cuando abriste tus piernas y me rogaste, suplicaste, que te follara duro -mientras hablaba, iba sometiendo al azabache, hasta dejarlo acostado en la cama y totalmente indefenso- ¿Te dio asco ayer cuando llorabas por mi polla en tu interior? ¿Qué sentiste cuando te corriste como toda una zorra necesitada?
-D-Dejame -Jungwon se alarmó cuando sintió la grande mano rodear su cuello.
-Tu boca me dice una cosa, pero yo escucho otra.
Luego de aquellas palabras, Heeseung apretó su agarre en torno al cuello maltratado del rubio. Éste último jadeaba y golpeaba la muñeca y rostro del más grande en un intento de alejarlo.1