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La vida y el destino trabajan de una manera que los seres humanos no comprendemos.
Jungwon solía preguntarse desde muy pequeño los planes que la vida tendría para él.
Vaya mierda de destino que le tocó.
¿Qué podría hacer ahora? Sólo resignarse a seguir con la poca vida que le quedaba.
Un mes completo había pasado desde que fue raptado y, no mentiría, los lujos que el hombre le brindaba no eran un juego.
Si él pedía ropa, el mayor le conseguiría las más costosas prendas que pudiera imaginar; si deseaba comer carne, el hombre le consentiría con la más suave y deliciosa de las carnes.
¿Todo ésto a cambio de qué? De dejarse utilizar como la muñeca sexual del hombre. Una bonita y delicada muñeca.
Y, por supuesto, de no poder abandonar la propiedad, que ahora se había enterado, estaba en el medio de un bosque a las salidas de la ciudad.
Algo que había estado constantemente retumbando en su cabeza, era el hecho de no saber el nombre de aquel hombre que lo utilizaba.
Se había acostumbrado simplemente a llamarlo "señor", y al mayor no parecía molestarle en lo absolutamente.
"-No necesitas saber eso, princesa."
Había contestado el mayor cuando, por mera curiosidad, se le había ocurrido preguntar cuál era su nombre.
Los días pasaban aburridos en la mansión. Sin poder salir, sólo se limitaba a recorrer los alrededores del jardín y, de vez en cuando, a nadar en la gran piscina.
Si intentaba acercarse a las rejas de salida, era rápidamente alejado y reprendido.
Realmente no sabía cuánto más podría soportar antes de perder la cabeza.
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