-Lamento mucho lo que le pasó al chico, es realmente una pena.2
Ahora los tres hombres mayores se dirigían a la puerta de salida con Heeseung por delante.
Luego de que el último mencionado regresara a la planta baja con un gato blanco en brazos, los agentes se sintieron más relajados; a pesar de que el chico les transmitía un aura agradable, no podían confiarse del todo.
-Si llego a saber de algo, se los haré saber de inmediato -asintió con una sonrisa, jugando con la tarjeta que el detective Choi le había entregado previamente.
-Te agradeceríamos mucho eso. Nos retiramos y disculpa las molestias que podamos haber causado -el oficial Choi hizo una reverencia, seguido de los otros dos.
-¡Para nada fue una molestia! Todo lo contrario, realmente me encantaría que ése pequeño regresara a su casa -contestó con una sonrisa el menor.
Los tres ajenos al hogar se despidieron luego de agradecer nuevamente.
-¿Tú qué opinas, Beomgyu?
Una vez lo suficientemente lejos de aquella casa, el agente Yeonjun cuestionó a su compañero.
-No lo sé -se encogió de hombros- no me parece que sea capaz de secuestrar a alguien, se ve limpio.
-Pero no podemos confiarnos -el oficial Choi refutó desde el asiento del chófer.
-Lo sé.
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Cuando obtuvo de vuelta la soledad en su casa, chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
-Princesa, casi haces que me atrapen -murmuró para si mismo.
Subió las escaleras y caminó a paso tranquilo hasta su habitación.
Abrió la puerta con calma y logró divisar el cuerpo del Pelinegro retorciéndose en el suelo.
-¿Qué intentabas hacer?
Jungwon se paralizó por completo, su rostro se volvió aún más pálido y sintió sus ojitos llenarse de lágrimas.
-Casi nos descubren por tu culpa, ¿sabes? -caminó lento hasta quedar con el Azabache a sus pies- supongo que sabrás que debo castigarte ahora.
El pelinegro imitó una mueca de lástima. Tan falso.
Jungwon gimió de dolor cuando recibió una patada en el estómago.
-No quiero lastimarte, cariño, pero no lo pones nada fácil.
Seguido de aquello, el mayor desencadenó los pies del pelinegro y lo obligó a pararse aún si éste se quejaba por el dolor del golpe anteriormente recibido.
-Te tengo un trato; si logras mantenerte consciente durante cinco minutos, entonces no habrá castigo -propuso.
¿Cómo? ¿Los golpes no eran el verdadero castigo? Pensó el menor.
Heeseung lo tomó por el cuello con una mano, mientras que con la otra comenzó a repartir golpes en su estómago y vientre;Jungwon sollozaba y ahogaba gritos tras la cinta que cubría sus labios. Fue derribado al suelo y, de nuevo, una lluvia de patadas cayó sobre todo su débil cuerpo.
La sangre se le acumulaba en la boca y los párpados comenzaban a pesarle.
-¿Tan poco aguantas? Apenas va un minuto -se burló el mayor.
Jungwon quiso con todo su corazón borrar aquella maldita expresión de su odioso rostro.1
-Hey, no me mires así -se acuclilló y presionó con su índice y pulgar las mejillas húmedas del menor, obligándolo a levantar el rostro- es tu culpa, nada te costaba quedarte quieto.
Lo siguiente que sintió fue un ardor en su mejilla y la sensación de un líquido resbalando por su nariz.
Su delicado cuerpo fue ultrajado de todas las maneras posibles, y lo último que recuerda fue aquel último golpe en la cabeza que lo llevó a la inconsciencia.
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