01 - Luisa Gómez

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Un pasillo oscuro y estéril se extendió ante Luisita al abrirse las puertas del ascensor

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Un pasillo oscuro y estéril se extendió ante Luisita al abrirse las puertas del ascensor.


¿Cuántas veces había recorrido aquellos mismos pasillos en los últimos tres meses?


Pasó junto al puesto de enfermeras y sus rostros familiares le dedicaron una sonrisa triste.


Luisita, que las había llegado a conocer a todas, les devolvió la sonrisa mientras recorría el camino a la habitación por última vez. Cuando llegó a la puerta, tuvo que tragar saliva para aplacar las náuseas y en ese instante salió Benigna, era la enfermera jefa de la planta de oncología.


Se había tomado un interés especial por Luisita y esta se lo agradecía, ya que habían sido tres meses muy duros.


Benigna era una mujer mayor, puede que anduviera cerca de los sesenta. Se apartó un mechón de la frente en gesto ausente y apoyó las manos en los hombros de Luisita.


— ¿Estás bien, cariño?


Luisita asintió, entre lágrimas repentinas. — Quería estar aquí cuando...


Benigna la estrechó entre sus brazos. — No podías saber que Laura nos dejaría tan deprisa. Es una bendición, Luisi.


Luisita dio un paso atrás, inspiró hondo y se secó las lágrimas de las mejillas. — Lo sé.


— Estaré aquí. Ella ya descansa — aseguró y le abrió la puerta.


Luisita asintió otra vez y la invadió cierta sensación de irrealidad al entrar en la habitación, oscura, salvo por el tenue resplandor que arrojaba la pequeña luz de la cama de hospital.


Luisita ladeó la cabeza al aproximarse a la cama; Laura se veía muy tranquila, como si estuviera dormida, sin embargo, al acercarse más, la fría palidez no dejaba lugar a dudas.


Luisita observó la figura inerte de la que hasta hacía poco había sido su pareja, se puso la mano con delicadeza sobre el vientre, en donde crecía su bebé, y le acarició la helada mejilla a su compañera. — Ya no llegarás a conocerla. Lo siento muchísimo, Laura — susurró Luisita, sin poder evitar que le rodaran las lágrimas mejillas abajo —. Ahora ya no sufres.


Y se quedó mirando al vacío por un segundo al recordar un tiempo en que no había dolor, sino únicamente risas.

Luimelia Vientos Celestiales - IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora