18 - Halloween

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— Es como la feria de Oneida County — comentó Luisita mientras examinaba las calabazas expuestas.


Sírvase usted misma — le dijo el anciano dependiente, mientras se guardaba un fajo de billetes en el bolsillo —. Están ordenadas por precio, así que solo tiene que elegir.


El sonriente tendero las dejó solas. La rubia inspiró hondo y se relajó. Amelia, al verla, meneó la cabeza


— Muy bien, ¿qué quieres, cariño?


— Un bratwurst con mostaza y chucrut — respondió al punto.


La morena soltó una carcajada y fue a buscárselos, mientras Sofía estudiaba las calabazas apiladas. Volvió con la salchicha de Luisita y un pretzel recubierto de chocolate para la pequenã, que su madre miró de reojo. 


— Tranquila mi tortuguita, también te he comprado uno a ti.  dejó un sonoro beso en la mejilla. Luisita se rió y le dio un buen bocado; Amelia apartó la vista, con una mueca. — No quiero verlo — se volvió hacia Sofía, que seguía muy concentrada con las calabazas —. ¿Ves alguna que te guste, pitufa?


— Esa, Melia. — señaló la niña y la morena siguió la indicación.


Por supuesto, la que quería tenía que ser la de encima de todo de la pila, a la que ella no llegaba ni de lejos.


— ¿Y esta qué te parece? Es igual de grande.


— No, esa — insistió —, Melia, pofiii.


— Pero...


— Pofi, pofi, pofi, pofiiii, Meliaaaa.


— Vale, muy bien — suspiró y observó la calabaza en cuestión —. Supongo que me toca escalar.


Empezó a maniobrar entre la montaña de calabazas. A su espalda, Luisita todavía tenía la boca llena cuando le pidió que tuviera cuidado.


Que tenga cuidado... — se dijo plantando el pie entre dos calabazas.


Nada más poner un poco de peso, resbaló y se fue de cabeza contra la pila. Oyó vagamente gritar a Sofía y a Luisita cuando la montaña de calabazas se derrumbó encima de ella y se cubrió la cabeza para protegerse de los golpes. Cuando todo terminó y por fin abrió los ojos, la niña estaba cogiendo la calabaza que había elegido.


— Gacias, Melia.


Sentada entre las calabazas, la morena torció el gesto y se sacó una del trasero, porque le estaba clavando todo el rabo.


— ¿Estás bien, amor? — se interesó.


Luimelia Vientos Celestiales - IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora