A la mañana siguiente, Luisita estaba sentada con Sofía en la cocina y vigilaba a su hija mientras esta hacía un desastre con las tortitas. Amelia estaba estudiando sus partituras en el piano. Apenas se habían dado los buenos días.
— ¿Tienes que salir tan temprano? — le preguntó Luisita, al tiempo que le limpiaba la boca, las manos, los codos y las rodillas gordezuelas a Sofía.
<¿Cómo había llegado el sirope hasta allí?> Ni idea.
— Bueno, tengo que reunirme con Miguel, que trabaja conmigo y estará en el estudio hoy a las cuatro. Luego tengo un... compromiso para cenar. Mañana me pasaré todo el día en el estudio y pasado también — explicó Amelia, y metió las partituras en su maletín de piel.
Luisita se dio cuenta de que Sofía no le quitaba ojo de encima a Amelia, y en cuanto la vio coger las llaves intentó bajar de la silla.
La madre tuvo que forcejear con ella para que se quedara sentada. — No, mi vida. Amelia tiene que irse a trabajar — le explicó con calma.
Sofía hizo un puchero y Amelia se quedó mirándola, sin saber qué hacer.
— No pasa nada, Amelia — la tranquilizó con una sonrisa —. Vete.
— ¡No, Melia! — gimoteó, que agachó la cabecita y rompió a llorar.
Amelia dejó el maletín en el suelo e hizo una mueca, mirando a Luisita con expresión suplicante. la niña no estaba chillando ni se había puesto histérica, pero se la veía desolada. La pianista se acercó a la silla y se agachó.
Luisita esbozó una cálida sonrisa ante la ternura que Amelia le demostraba a su hija.
— No, Melia. — insistió la niña, con la cabeza apoyada en la mesa.
Amelia torció el gesto, le puso la mano entre los mechones dorados y le acarició el pelo con cierta incomodidad.
— Escucháme pitufa, no estés triste, por favor. Volveré muy pronto... Y entonces iremos a nadar y a comer perritos calientes. Vale?
Sofía levantó la cabeza, con las mejillas arreboladas y húmedas por el llanto. Amelia parecía conmocionada y Luisita habría intentado que no se le escapara una lágrima.
— ¿Lo pometes, Melia? — preguntó sorbiendo el llanto y se enjugó las lágrimas.
— Claro que sí pitufa. Hasta te traeré un regalo — afirmó, pese al gesto de negación de Luisita —. ¿Trato hecho? — propuso, extendiendo la mano.
Con los ojitos tristes, Sofía dejó escapar una risita, le puso la manita sobre la palma a Amelia y la sacudió.
— Tatohecho — rió de nuevo y se le abrazó del cuello.
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Luimelia Vientos Celestiales - I
Fanfic¿Puede la carta de una ex-amante cambiar toda una vida? Amelia Ledesma es una compositora de éxito comprometida únicamente con su profesión. Cuando recibe una carta del abogado de su ex, suplicándole que ayude a su actual pareja Luisa Gómez y a su a...