02 - Amelia Ledesma

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— Oooh

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— Oooh... Aaa-Amelia, Dios... qué cosas me haces — gimió Verónica.


Estaban desnudas, tumbadas sobre los cojines frente a la enorme chimenea. Suspiró y contempló a Amelia mientras le besaba el pecho y frotaba delicadamente su estilizado cuerpo contra ella.


— Dios mío, eres la mejor amante que he tenido nunca, oooooooh — susurró en un gemido gutural.


Amelia levantó la cabeza y la miró con sus chispeantes ojos color de miel. Ronroneó contra el pecho de Verónica, que respingó y la agarró del cabelo rizado.


— Me lo tomaré como un cumplido, ya que diría que has estado con la mitad de la orilla norte de Chicago — farfulló Amelia.


Verónica rió y le tiró del pelo a su amante. — Lo digo en serio. Eres asombrosa.


— Mi madre decía que, si se hace algo, hay que hacerlo bien. Y, mi querida señorita Bianco, tú te mereces que te hagan las cosas bien.


Amelia suspiró y le mordisqueó el pezón endurecido con cuidado. Entonces alcanzó la coctelera de Martini, vertió la bebida helada en una copa de pie alto y luego le pasó el frío metal por el lateral del pecho a Verónica, que arqueó la espalda.


— Amelia — exclamó.


— ¿Sí?


La morena le ofreció la copa de Martini y las dos dieron un sorbo silencioso. Entonces Amelia tomó la aceituna de la copa y se la colocó seductoramente en el ombligo a su amante. Verónica rio cuando Amelia le dijo al oído: — Luego nos ocuparemos de eso.


A continuación, le demostró a la adorable mujer todo lo asombrosa que podía ser.


Enredadas delante del fuego, las dos mujeres jadeaban pesadamente.


— ¿Me he comido la aceituna?


Verónica se rió. — Sí, te la has comido y todo lo que se te ha puesto por delante.


Amelia levantó la cabeza y la miró con sus traviesos ojos color de miel. — Tenía hambre.


Luimelia Vientos Celestiales - IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora