07 - Amigos

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— ¿Me ha llamado «cariño»?


Luisita colgó el teléfono e ignoró la sensación de hormigueo en el estómago. Se dijo que era el bebé, que estaba agitado, pero no dejaba de pensar en el tono de preocupación de la voz de Amelia.


Ana encendió varias velas. — Esto pasa mucho por aquí, no te preocupes. Amelia me ha pedido que pase a ver cómo estás comentó —. Debes de ser alguien muy especial porque nadie, digo bien, nadie ha pasado más de una noche en esta cabaña. Como mucho, un fin de semana de desenfreno rió.


Luisita se rió con ella al tiempo que evitaba pensar en la morena con otras mujeres.


— Me hizo prometer que te cuidaría le dijo, y le miró la barriga —. ¿Cuándo sales de cuentas?


— El 3 de diciembre. Parece que será mañana.


— He tenido tres, sé lo que quieres decir. Entonces se fijó en Sofía, que se abrazaba del cuello de su madre —. Qué monada. No me extraña que Amelia os quiera les guiñó un ojo —. Hace diez años que la conozco. Compró esta propiedad y la arregló prácticamente toda ella. Tardó casi ocho años en acabarla. Trabajo muy duro y también se divirtió lo suyo. Ha tenido...Ana calló, sonrojándose.


Luisita se rió. — Soy consciente de la reputación de la señora Ledesma.


Ana le lanzó una mirada curiósa. — Me gustas. Serías buena para Amelia. A lo mejor consigues que siente la cabeza.


— Bueno empezó la rubia, a sabiendas de que se había puesto colorada —. Amelia solo va a ayudarme hasta que nazca el bebé. En cuanto pueda, buscaré un trabajo y volveré a poner nuestras vidas en marcha.


Ana disimuló una sonrisa. — ¿Y por eso te has puesto como un tomate?


Luisita se llevó las manos a las mejillas de inmediato. — ¿Ah, sí? se rió, nerviosa —. Supongo que la arrogante señora Ledesma tiene ese efecto en muchas mujeres. Pero bueno, Sofía y yo pronto nos las podremos arreglar solas otra vez, ¿verdad, pastelito?


— Verdad, mamá asintió la pequeña, en muestra de apoyo.




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El ensayo era agónico y Amelia suspiró con los ojos cerrados al oír la interpretación que hacía la orquesta de su composición. A su lado, Miguel dejó escapar un sonido parejo de frustración.


— Miguel, no soy yo, ¿verdad? ¿Tú lo oyes?


Luimelia Vientos Celestiales - IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora