16 - Mi amor

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La ojimiel apenas llegó a saborear nada de la cena, porque la rubia y ella se intercambiaban miradas nerviosas continuamente.


Luego fregó los platos mientras la madre acostaba a su hija, al acabar, apagó la luz de la cocina y se dio cuenta de que tenía la boca seca y que el corazón le iba a cien.


Casi se tropezó con Luisita al salir de la cocina, y esta se rió y se agarró de su brazo para sostenerse en pie.


Amelia la miró a los ojos marrones y le apartó un mechón de la cara con cariño.


— ¿Te apetece chocolate caliente?


Esta negó con la cabeza y la llevó a la sala de estar, en donde se sentaron en el sofá y contemplaron el fuego. Amelia sabía que Luisita no sería quien rompería el hielo, ya que la brillante idea de tener aquella conversación había sido suya.


— Bueno — musitó, mirando a rubia de reojo.


— ¿Sí?


— Si quieres decir algo en cualquier momento...


— Mira, Amelia, de verdad que no hace falta que tengamos ningún tipo de charla. La morena se volvió hacia ella mientras hablaba — Como ya hemos dicho, esto es nuevo para todas. Tú aterrizaste en este marrón de rebote y sé que no es lo que tú querías. No quiero que te sientas obligada a decir nada que no sientas realmente. Admito que disfruto de tu compañía y me encanta que Sofía te adore.


Guardó silencio un instante, como si tratara de poner en orden sus pensamientos. Amelia se echó hacia atrás y se apoyó en el respaldo del sofá, sin dejar de mirarla. 

Era consciente de lo mucho que le gustaba contemplar a la rubia: ver cómo fruncía el ceño cuando estaba muy concentrada, cómo la sonrisa le salía del alma cuando hablaba sobre Sofía. Cómo le dolía el pecho cuando estaba lejos de ella. Para Amelia, el resto de las cosas habían perdido todo interés.


— ¿Me estás escuchando?


Notó que sonaba enfadada y parpadeó. — Sí, sí, continúa.


— ¿Qué acabo de decir, Amelia?


La morena no pudo evitar una enorme sonrisa.


— Creo que estabas a punto de decirme que me querías.


Luisita enderezó la espalda y le regaló una expresión de estupefacción. A la morena también le gustaba aquella expresión.


— ¿Qué has dicho?


— Que creo que estabas a punto de-


— No lo he dicho.


— No, pero estabas a punto de hacerlo — repitió acariciándole el hombro.

Luimelia Vientos Celestiales - IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora