Capítulo 1

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Mujer ejemplar, ¿dónde se hallará? ¡Es más valiosa que las piedras preciosas!

Proverbios 31:10

Dolores despertó asustada al escuchar gritos horribles de dolor y suplicas de auxilio. La mujer encendió rápido una vela mientras salía corriendo de su cuarto llena de miedo al cuarto de su abuela.

Tocó desesperada esta, mientras escuchaba como su abuela se ponía los zapatos y daba pasos hasta abrir la puerta.

—Mija, ¿Qué pasa? Deberías estar dormida —Alma contestó y vio de pronto de Dolores sudaba frío y temblaba

—Abuela, le están pegando de nuevo a Elvira, está vez mucho más feo, estoy escuchando todo, si no lo detenemos, ese hombre la va a matar —Dolores miró a su abuela con desesperación.

La matriarca entró rápido a su cuarto mientras se ponía su rebozo y salía del cuarto apresurada, tocando los cuartos de sus nietos y de Pepa.

Pronto todos salieron adormilados, pues eran las 2:20 de la mañana

—¿Má? ¿Qué pasa? —Preguntó la pelirroja talladose los ojos al salir de su cuarto con Félix.

—Pablo está golpeando a Elvira de nuevo, ese desalmado asqueroso —Alma vio como sus nietos salían de sus cuarto mientras rápido despertaban, todos los Madrigal fueron detrás de la matriarca sin preguntar.

Mirabel se quedó al cuidado de Antonio en la casa, pues no iban a exponer al niño a ver esa situaciones.

Los Madrigal caminaron apresurados en por las calles en la madrugada, mientras Dolores se tapaba los oídos fuerte y lloraba perturbada por la violencia que escuchaba y cada vez se iba haciendo más fuerte

—Ya, mamita, no llores, no llores —Pepa abrazó a su hija mayor cubriendo los oídos de esta para amortiguar el sonido.

Los Madrigal llegaron a una pequeña casa, afuera estaban Mercedes y Aurora, dos amigas de Elvira, quienes pegaban en la puerta de la casa y lloraba desesperadas. En las casas vecinas solo había gente afuera, morboseando que pasaba en vez de ayudar

—¡Déjala ya, Pablo! ¡La vas a matar! ¡Déjala ya, maldito infeliz hijueputa! —Gritó Mercedes desesperada tratando de entrar a la casa de Elvira.

Las mujeres pateaban la puerta con desesperación para salvar a su amiga, que gritaba y lloraba de dolor ante los golpes. La demás gente que estaba ahí, solo observaba la escena, sin siquiera ayudar un poco, indiferentes de toda la situación.

—Doña Alma, que bueno que llegó —Aurora corrió a ella—. Ayúdenos, señora, ese salvaje me va a matar a Elvira

—Luisa, por favor, derriba la puerta —Ordenó Alma

La fuerte chica tomó aire mientras daba un leve empujón y tiraba la puerta, dejando expuesta aquella horrible escena de violencia.

Elvira estaba tirada en el piso, en un charco de sangre, la cual brotaba de su nariz y boca.

Tenía los ojos totalmente hinchados debido a los golpes, la nariz muy fracturada y los labios y cejas rotas, así como el cuerpo lleno de moretones y rasguños.

Pablo estaba arriba de ella, tratando de asfixiarla, mientras Elvira trataba de dar bocanadas de aire para respirar.

Dolores vio la escena totalmente traumatizada mientras salía corriendo rumbo a la iglesia donde Bruno, su tío y sacerdote del pueblo se encontraba.

Rodeó la iglesia hacia atrás, donde había una casa en la que vivía su tío, la chica comenzó a tocar muy fuerte, hasta que Bruno salió preocupado.

—¡Ya no aguanto, no aguanto este don! —Dolores se echó a llorar y Bruno la abrazó—. Pablo creo que mató ya a Elvira o no sé, está muy herida, es nuestra culpa por no intervenir desde la primera vez, es nuestra culpa.

—Dolores, cálmate, mija —Bruno estaba preocupado al oír aquello y al ver llorar a su sobrina—. Vamos para allá, tal vez podemos ayudar a Elvira

Ambos salieron de nuevo a casa de Elvira y vieron como Luisa sometía a Pablo, quien insultaba a todos furioso.

Mercedes y Aurora sostenían en sus brazos a Elvira, quien sangraba y tenía la mirada perdida.

—Amiga, amiga no te nos vayas, por favor —Aurora le habló a Elvira viendo que sus ojos se cerraban despacio

—Llevenla a la iglesia —Habló Bruno—. Hay que atenderla, hablenle al doctor. No quiera Dios y Elvira se nos muera.

Todos asintieron y entre Félix y Agustín la cargaron despacio y la llevaron a la casa detrás de la iglesia de Bruno.

Isabela fue corriendo a casa del doctor para que viniera y los demás Madrigal se fueron con Bruno a su casa.

Normalmente en estos casos, llamarían a Julieta, pero la mujer no se encontraba en Encanto. Había ido unos días a la ciudad, para conseguir algunas especies finas para sus comidas, aparte de que la pobre, merecía un pequeño descanso.

Félix y Agustín dejaron a Elvira en la cama de Bruno, donde había varios cuadros y figuras religiosas

Corriendo llegó el doctor mientras comenzaba a atenderla de emergencia.

Todos a excepción de Alma salieron de la habitación en lo que atendían a Elvira.

—Tengamos fé en Dios que Elvira se recupere —Bruno cerró sus ojos y suspiró—. Pobre mujer, lo que debió haber sufrido con ese marido de porquería

Dolores seguía llorando, así que Bruno la abrazó, mientras Pepa se unía al abrazo.

—Es nuestra culpa —Pepa habló—. Debimos ayudarla desde el primer día que la vimos con moretones.

Perdóneme, porque he pecado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora