Capítulo 3

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—Padre, sí quiere, nosotras le damos de desayunar a Elvira, para que usted pueda hacer otras cosas.

—Está bien, hijas —Respondió Bruno—Ahorita debo ir a ver a mis sobrinas, así que les dejo las llaves en la repisa, por favor, cierren con llave hasta que regrese, no vaya a ser la de malas que venga Pablo

Las mujeres asintieron, mientras el canoso iba al baño, mientras se miraba en el espejo y se hacía una pequeña coleta, mientras algunos rizos rebeldes caían en su cara. Bruno estuvo unos segundo tratando de peinarlos sin éxito, hasta que cansado, dejó de intentarlo.

Bruno salió de la casa, mientras les indicaba a Mercedes y Aurora que cerraran con llave.

El sacerdote salió vestido con su sotana negra, mientras iba pensando en todo lo que había pasado. Sabía que vendrían problemas graves ahora que él le daba refugio a Elvira, pero no le importaba, esa era su misión, darle ayuda al prójimo.

Camino hundido en sus pensamientos mientras algunas personas lo saludaban hasta que llegó a la casa Madrigal, a unos metros de la entrada, vio que Pablo estaba ahí.

—Ya hombre, vete ya —Félix lo empujó leve— Largo

—¡Quiero que me den a mi maldita esposa! —Gritó Pablo enojado apretando el puño— ¿Dónde está esa zorra?

—¡Ya cállate, idiota! —Félix ahora lo empujó más fuerte

Pablo levantó el puño con intenciones de golpear a Félix hasta que se escuchó un arma cortar cartucho

—Mire, hijueputa —Pepa salió por la puerta con una escopeta—. Quiero que se largue de nuestra maldita casa ahora o le juro por lo que más quiero que le perforo la cabeza

—Hey, hey, calma señora —Pablo cobardemente se hizo para atrás al ver a la pelirroja con el arma

—¡Dios santo, Pepa! ¡Baja eso! —Se escuchó a Alma adentro de la casa mientras corriendo se acercaba a su hija

—Pues dile a este malparido que se vaya —Pepa dijo sin dejar de apuntar—. Yo sí que no te tengo miedo, y ya de una, me cobro lo que le hiciste a Elvira

—Hermana, tranquila —Bruno se acercó rápido algo nervioso de que su hermana disparara—. Pablo ya vete, vete

—¿Me va a sermonear, Padre? —Pablo se burló—. ¿No dice la biblia que las esposas se sometan a sus esposos? —Contestó tratando de provocar

—¡Larguese ya, gonorrea! —Gritó Pepa de nuevo moviendo el arma

Pablo dio un brinco mientras enojado se daba la vuelta y se iba.

Pepa suspiró fuerte mientras bajaba la escopeta, esta miró a Bruno mientras le sonreía débilmente

—Perdón que vieras todo este espectáculo, hermano

—Vamos adentro, para que te relajes un poquito —Bruno sobó despacio el hombro de su hermana

—Pepa, ¿Qué te pasa? Pudiste matar a aquel hombre —Regañó Alma mientras la pelirroja guardaba el arma de la vitrina donde la sacó, cerrando esta con llave

—Pues ganas no me faltaban

—Ay, Pepa, no digas eso —Alma frunció más el ceño—. Que familia de locos, Dios mío

Pepa hizo una mueca burlona mientras Bruno daban una risita.

—¡Tío! —Se escuchó que Mirabel y Camilo hablaron desde el segundo piso mientras bajaban corriendo y abrazaban al canoso

—Hola, ¿Cómo están hoy?

—Bien, bueno, algo asustados y preocupados —Mirabel miró al piso soltando a su tío—. Estoy preocupada por Elvira

Perdóneme, porque he pecado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora