Capítulo 15

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El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue.
1 Corintios 13: 4-8.

La cabeza de Elvira daba vuelta como carousel, ahora mucho más con aquel plan que había dicho Gabriel.

Eso serviría mucho más para provocar a Bruno, pues era obvio que este aún la quería y la deseaba, solo que él se sentía culpable aún.

Elvira y Gabriel volvieron al pueblo, esta llegó a la casa mientras entraba tambaleándose y se despedía de Gabriel.

Cuando la morena volteó, Bruno estaba en la mesa, sentado, serio e iluminando únicamente por la luz de una vela.

—Le dije que no me esperara despierto —La mujer avanzó

—¿Estuviste tomando? —El cura se levantó

—Un poquito —Sonrió como boba mientras avanzaba. Iba a entrar a su cuarto pero Bruno le impidió pasar

—Elvira, es peligroso que vayas a tomar con alguien que apenas conoces —Su cara se tornó preocupada

—Lo siento —Dijo para que este la dejara pasar, lo cual logró.

Este la siguió dentro de su cuarto.

—Elvira, te lo digo en serio, me preocupas —Bruno la miró mientras esta se quitaba los tacones se se acostaba en la cama

El cura se sentó en la cama mirándola algo impaciente de que la mujer no lo escuchara.

—¿Está celoso? —Elvira cómo pudo se sentó al lado de él.

—Elvira... —Bruno dijo en un hilo de voz nerviosa al ver que la mujer se acercaba a él — .Claro que no —Mintió.

—Mentiroso —Susurró mientras juntaba sus labios con los del sacerdote.

Ese sí que era un beso, se sentía la diferencia entre besar a Bruno que a Gabriel. Bruno besaba con pasión, con amor, con deseo, los besos de Bruno eran cálidos y suaves.

El sacerdote se impresionó al sentir a Elvira contra sus labios pero no puso resistencia, mientras la besaba. La mujer sabía a aguardiente, Bruno saboreó aquello.

Se separó del beso al darse cuenta que ya estaba acostado y tenía a Elvira arriba de él.

—No Elvira, estás borracha —Bruno paró mientras la hacía a un lado con suavidad.

La mujer como estaba tan ebria, no puso resistencia a que el canoso la quitara de encima suyo. Bruno la arropó bien mientras le acariciaba el cabello con suavidad.

—¿Me quieres? —Preguntó antes de quedarse dormida de repente por la borrachera.

Bruno sonrió al ver el repentino sueño de la morena.

—Te amo —Susurró mientras salía del cuarto.

Elvira sintió los rayos de sol entrando débilmente por las cortinas de su ventana, pero esa tenue luz hizo que despertara totalmente molesta, con un fuerte dolor de cabeza y una muy horrible resaca.

Se levantó entre quejido mientras se miraba al espejo, tenía el maquillaje corrido y el cabello enredado.

Se fue a bañar de inmediato pues tal vez eso la relajaría. Al salir se encontró con Bruno, que la miró mientras su cabello aún estaba húmedo.

—Hasta que despiertas —Dijo en un tono extraño, una mezcla de reclamo y preocupación.

—Lo siento —Expresó mientras se tocaba la cabeza.

—Toma una pastilla para el dolor —Bruno le indicó con la mirada el estante donde se encontraba el medicamento.

Este se sentía confundido ¿Elvira si quiera se acordará de que se besaron ayer? ¿O de lo que le dijo después de que esta se durmiera?

Los días fueron pasando, Elvira seguía saliendo con Gabriel, pero Bruno notaba que ella no se veía totalmente feliz. Sin embargo, no dijo nada.

Elvira y Gabriel estaban sentados en una banca, en el parque del pueblo, mientras miraban el cielo, que se iba oscureciendo un poco.

—¿Y Sara? ¿Vive en Encanto? —Elvira preguntó.

—Ah, no, no, vive en Bogotá —Respondió— ¿Y tú enamorado? ¿Vive aquí? Ni siquiera me haz dicho quien es

—Es mejor que nadie lo sepa —Sonrió—, pero sí, vive aquí en el pueblo.

—Okay, si no me quieres decir está bien —Gabriel sonrió también.

—Es que... Es algo complicado, supongo que es algo que no se puede controlar, solo, te enamoras y ya.

—Así es —Gabriel suspiró mirando al cielo de nuevo.

—¿Sabes? Creo que debemos terminar con esta farsa de que "nos gustamos", con eso no vamos a recuperar a las personas que queremos.

—Justo eso te iba a decir porque mañana ya debo regresar a la ciudad —Gabriel comenzó a reír mientras Elvira le daba unas palmaditas.

—¿Por qué no lo dijiste desde hace rato?

—No sabía como decirlo —Encogió los hombros.

—Tal vez no conectamos como pareja, pero creo que sí como amigos —Elvira lo miró— Eres un buen amigo, Gabriel.

—¿Puedo escribirte cuándo llegue a la ciudad?

—Claro, adoro las cartas.

Elvira se sintió aliviada, el hablar si quiera de Bruno con alguien aunque fuera anonimamente, le liberaba el alma.

La morena se despidió de Gabriel mientras regresaba a casa, entró viendo a Bruno en la mesa, leyendo un libro y tomando una taza de café. Sonrió solo de verlo.

El canoso traía puestos sus lentes de lectura y el cabello amarrado en una coleta baja.

—¿Cómo te fue? —Bruno preguntó sin despegar su mirada del libro.

—Quedamos como buenos amigos, es todo.

—¿En serio? —Preguntó algo efusivo Bruno, como sí estuviera feliz de escuchar aquello.

—Sí —Elvira sonrió— ¿Por qué la emoción? —La mujer se paseó por detrás de su silla pasando sus manos por los hombros del cura.

—¿Por qué me emocionaría? —Preguntó trató de mantenerse sereno

—Eso es lo que quisiera saber —Pasó sus manos por el cuello de este, quien rápidamente se estremeció un poco.

Elvira se acercó a Bruno, recargando su mentón en el hombro de este.

—¿Qué lee? —Le susurró mientras Bruno sentía muy cerca a Elvira.

—Amm... Solo la biblia —Respondió sumamente nervioso de tenerla cerca.

—No creo que necesite leerla ahora —Expresó ligero mientras se acercaba más y daba unos ligeros besos en el cuello del cura.

Este dio un jadeo al sentir aquellos labios pero rápidamente se levantó mirando a Elvira, quien le sonreía. La morena se sentó en la barra de la cocina.

—Elvira, por Dios, no me tientes así...

—¿O sí no qué? —Sonrió ladinamente

—Me vas a hacer volver a caer en pecado —Se acercó a ella demasiado, tomandola suavemente de la cintura.

—Sí ya pecó una vez ¿Qué le impide hacerlo de nuevo? —Expresó mientras se unían en un profundo beso.

Ambos estaban en el extasis que les brindaban los labios del contrario cuando escucharon que tocaban la puerta.

Los dos se separaron asustados, tratando de no hacer ruido, mientras Bruno iba a la puerta a ver quien era.

Perdóneme, porque he pecado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora