Capítulo 12

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Ambos llegaron a la iglesia, Bruno estaba preocupado por los rumores que Pablo estaba empezando a expandir.

Elvira estaba asustada y temblaba. Bruno dejó las bolsas con el mandado en la mesa, mientras de esta, buscaba la caja de té que había comprado.

El sacerdote ayudó a la morena a sentarse mientras encendía la estufa para poner agua a hervir para hacerle un té y ayudarla a calmarla un poco.

Mientras el agua se calentaba, Bruno se acercó a ella, agachandose en cuclillas quedando a la misma altura que la mujer sentada en la silla, para abrazarla muy fuerte. Elvira comenzó a llorar más fuerte mientras se aferraba al abrazo de Bruno.

—¿Oíste lo que dijo? Ahora seremos la comidilla del pueblo y de tu familia y... —Elvira comenzó a decir y Bruno la interrumpió

—No te preocupes por eso, yo sabré como arreglarlo —El sacerdote le sonrió despacio para tranquilizarla.

Su llanto paró un poco viendo los ojos de un verde muy tenue del canoso, esta acarició su mejilla mientras se acercaba a darle un beso. Bruno también se acercó, acariciándole el rostro y cayendo ante los encantos de aquellos suaves y carnosos labios.

—No voy a dejar que nadie te haga daño —Expresó Bruno al separarse del beso lentamente y levantándose del piso al escuchar el agua hervir.

El día transcurrió con un ambiente triste y preocupado. Elvira estuvo en su habitación todo el día.

Bruno le dio algo de espacio para que esta pudiera sentirse mejor. El canoso estaba en la mesa, hasta que la puerta de la casa alguien la tocó.

Bruno suspiró y fue a abrir, viendo a su madre y a su hermana Julieta, paradas ahí, con una expresión de preocupación.

—Me imagino para que están aquí —Bruno las miró con una expresión neutra—, pasen.

—Hijo, ¿Qué son todos esos chismes que la gente me dijo? —La matriarca se sentó en una silla— ¿Estás teniendo una relación profana con Elvira? Todo el pueblo habla de eso, que ustedes dos hacen... eso en la iglesia —La expresión de Alma cambió a una de asco e indignación.

—Madre, ¿Tantos años de rectitud que te he dado y crees en unos chismes del pueblo? Pablo desde el día que rescatamos a Elvira ha dicho eso, es un enfermo celoso

—Sí, hijo, pero tal vez los meses que haz pasado con ella te ha hecho sentir diferente... Elvira es una mujer bonita y pues tal vez te sentiste confundido y...

—Mamá —Bruno la detuvo—, no veo a Elvira de esa forma, solo quiero ayudarla y ella me es de gran ayuda también aquí en la iglesia, sí te haz dado cuenta, la iglesia está más organizada y linda gracias a ella.

Alma torció la boca un poco dándole la razón a su hijo.

Elvira encerrada en su cuarto se acercó a la puerta mientras escuchaba la conversación de los Madrigal.

—Hermano, sí tuviste algún desliz o algo con Elvira, puedes arrepentirte, eres humano y mientras te arrepientas, tienes salvación —Julieta habló

—¿Qué tengo que hacer para que me crean? Entre Elvira y yo nunca ha habido nada más que una buena amistad —Bruno dijo aún sereno— Me he mantenido en el buen camino del celibato desde que soy sacerdote, no ha pasado nada, solo la estoy ayudando.

Alma miró a su hijo mientras se levantaba y lo abrazaba de pronto

—Perdoname mijo por desconfiar de ti —Alma lo soltó mirando a Julieta—. Perdón por haberte juzgado así

Bruno se puso incómodo, pues todo lo que dijo y juró, era mentira.

—Ya, má. No te preocupes, lo importante es que se arregló el mal entendido.

Al cabo de un rato, la matriarca reunió a todo el pueblo en el parque, mientras aclaraba aquellos chismes y rumores que se habían creado.

La mayoría de la gente, quedó satisfecha con lo que Alma dijo y explicó, pero unos otros, aún seguían en desconfianza.

Mientras Bruno no estaba, porque se encontraba con su madre arreglando el "mal entendido" con el pueblo, Elvira salió de su cuarto.

La mujer fue al patio trasero mientras veía en cielo algo oscuro y sentía la brisa en sus mejillas. Suspiró sacando la presión que tenía dentro.

Elvira se fue acercando a unos arbustos mientras los movía un poco.

Caminó con un poco de dificultad mientras llegó de nuevo a un lugar donde el pasto era firme. A unos pasos más estaba el río. Se sorprendió, pues ese lugar estaba escondido. Sonrió al pensar que ahí, podía dar paseos o hacer cosas de pareja con Bruno.

Regresó contenta mientras entraba a la casa, viendo que Bruno había regresado.

Este tenía la cabeza abrumada, se sentía mucho más culpable que antes, porque ahora aparte de ocultar cosas, estaba mintiendo, mintiendo a su madre, su hermana y a todo un pueblo entero.

Este vio a Elvira acercarse a él, se veía más animada, esta lo jaló de la mano despacio mientras lo guiaba al patio trasero.

—¿A dónde me llevas? —Preguntó confundido

—Espera, espera —La mujer le sonrió y este sintió su corazón acelerarse ante aquella sonrisa.

Ambos caminaron traspasando algunos arbustos y ramas que había en el camino. Hasta llegar al bosque y al río.

Elvira se detuvo viendo el agua correr del río y como el sol se iba escondiendo entre las montañas, mientras iba oscureciendo un poco.

Bruno se quedó algo asombrado del pequeño pasaje que la mujer había descubierto, él llevaba años viviendo ahí y jamás se le había ocurrido ir más allá de los arbustos del patio trasero.

Suspiró pensando y culpandose por lo que iba a hacer.

—¿No es bonito? —Habló la morena tomando las manos de este— Sabes, podemos venir aquí a dar un paseo o tal vez po...

—Elvira —Bruno la detuvo de pronto—Creo que... No debemos seguir con esto

La sonrisa de la mujer se fue apagando, de la misma manera que el sol se iba ocultando.

—¿Qué? Pero... —Elvira comenzó a sentir su corazón roto desesperado, trató de aguantarse las lágrimas pero le fue imposible— ¿Por qué?

Bruno se sintió horrible al de nuevo hacer llorar a Elvira, al ver sus ojitos llenos de lágrimas y su expresión confundida y adolorida. Este tomó sus manos.

—Creo que ya estoy sobrepasando las cosas malas que estoy haciendo

—¿Soy algo malo?

—¡No! —Dijo rápido— Tú jamás serías algo malo, solo es que, la culpa me está consumiendo, no puedo con todo esto, le estoy mintiendo a todos, no puedo.

Las lágrimas de Elvira cayeron con fuerza de su cara.

—Tu indecisión me está lastimando, Bruno —Contestó mirándolo—. ¿Cómo crees que me siento? Primero me dices que sí me quieres, luego que ya no, después de nuevo que sí, ¿Qué es lo que de verdad quieres?

Bruno sintió una punzada en el pecho al escuchar eso. Y es que sí, no era justo ser tan indeciso, no era justo para los sentimientos de Elvira.

—Por ahora, lo que quiero es terminar con esto —Mintió, pero pensó que sería mejor dejar de tener esa clandestina relación con Elvira— Puedes seguir quedandote aquí el tiempo que quieras, sabes que...

El sacerdote no terminó de hablar, pues Elvira se fue de regreso a la casa, a paso apresurado

—¡Elvira, espera! —Dijo el cura, sin éxito, pues la morena no se detuvo.

Bruno se sintió tan destrozado, amaba a aquella mujer. Se sintió cobarde también al no luchar por ella, se sintió vacío.

Perdóneme, porque he pecado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora