2. Consecuencias

1.8K 123 36
                                    


—... Eh... Y-Yo... —estaba paralizada, aún no terminaba de entender que era lo que había pasado. Sólo era consciente de que estaba en frente del señor Sesshomaru. Estaba serio. Muy, muy serio.

Su cerebro ya comenzaba a procesarlo con extrema lentitud: Le había robado un beso. Y él había despertado.

Su piel debía estar al rojo vivo, puesto que le ardía como nunca.

Estoy muerta.

Aclaró su garganta cuanto pudo; la amarga sorpresa había eliminado casi por completo cualquier rastro de voz en ella.

Él la seguía mirando con esa expresión en blanco que casi demandaba una explicación.

¡Estoy más que muerta!

—¡Lo siento mucho! —gritó con lo que ella pudo escuchar como un hilito de voz y echó a correr lo más rápido que sus temblorosas piernas pudieron.

Muy valiente, replicó una voz interior. Rin ni siquiera tuvo las fuerzas para mandarla a callar, lo único en lo que se concentraba era en correr, alejarse de allí cuanto antes. Era todo en lo que podía pensar.

...

Ahora que lo evaluaba desde otro punto de vista, el señor Sesshomaru debía estar colérico por su atrevimiento. ¡Más que colérico, demonios! ¿En qué había pensado? Todavía no podía creer lo que había hecho. Ni siquiera se lo había imaginado, sólo lo hizo y ya. Su mente estaba completamente en blanco mientras se acercaba a su rostro hasta que lo besó. Estaba bien fantasear con cursilerías románticas cuando nadie podía salir lastimado, pero esta vez había llegado demasiado lejos.

Lo único que podía hacer ahora era esperar que él simplemente olvidara aquel incidente y fingiera que nada había ocurrido.

Sí, claro, como si eso fuera a pasar.

Bien, nueva táctica: Se escondería en su habitación hasta el fin de los tiempos para evitar volverlo a ver. No, eso era tonto. ¿Cómo comería? ¿Cuándo iría al baño y se asearía?

¿Y si se escapaba? Podía tomar a Ah-Un y volar hasta la aldea de la anciana Kaede. Les diría a todos que había cambiado de opinión y todo volvería a ser como antes. O también podría empezar una nueva vida en otra aldea, al otro lado del mundo para mayor seguridad, cambiarse el nombre e inventarse un pasado para no dejar ninguna pista que guiara a su paradero.

¡Algo tenía que hacer! Quizá cavar un gran hoyo en el patio y pedirle a alguien que lo cerrara con una enorme roca. Sí, ésa era una buena idea. De alguna forma tenía que evitar cruzarse con él, aun sabiendo que era inevitable, pero era más tranquilizador maquinar planes para pasar desapercibida hasta que las aguas se calmaran.

Armaba y deshacía métodos evasivos en su cabeza a toda velocidad en busca de la huida perfecta; pero lo único que lograba era una fuerte jaqueca. No había escapatoria al desastre que había provocado. ¿O de verdad estaba exagerando las cosas y convirtiéndose en una paranoica? Aunque nunca estaba de más pensar en los peores escenarios... en caso de que ocurrieran y tuviera que enfrentarse a ellos.

—¡Rin!

—¡Aaahg! —pegó un brinco en la cama y apretó las sábanas sobre ella.

—¡Niña tonta! ¿Qué demonios te ocurre? —sólo era Jaken. Una oleada de tranquilidad recorrió su cuerpo. Había estado tan enfrascada ideando estrategias que no notó que alguien entraba en su alcoba.

—¡Qué susto me ha dado, señor Jaken!

—¡El susto me lo has dado tú a mí! ¡Cada vez eres más rara...! —hizo una pausa mientras Rin se destapaba y lo miraba entre aliviada y nerviosa—. ¿Por qué no regresaste esta tarde? Me quedé horas esperándote como un idiota para luego enterarme que te habías encerrado en tu cuarto. Y veo que ni le diste el mensaje al amo... —recriminó refunfuñando—. ¿Por qué no lo hiciste? —a la chica se le subieron los colores con sólo recordar de nuevo aquel hecho.

Field of FirefliesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora