11. Llega el otoño

1.1K 91 23
                                    

Abrió los ojos poco a poco y tomó una prolongada bocanada de aire sin creer lo bien que había dormido y sin recordar la última vez que se había levantado sintiéndose de esa manera tan descansada. Se quedó recostada por un momento más, acurrucándose en la almohada para no abandonar su calor y acabó de abrir los ojos para obligarse a salir de la cama.

Se desperezó una vez sentada sin siquiera reprimir el gran bostezo, dándole una mirada perezosa a la habitación hasta que notó que todo estaba en penumbra. Se levantó y asomó por la ventana para ver que apenas empezaba a amanecer. Oh por todos los Dioses, ¿había estado durmiendo durante toda la tarde y toda la noche? ¿Qué rayos era, un oso invernando?

Frotó delicadamente su ojo izquierdo al mismo tiempo que contraía una mueca de desagrado. Suspiró. Bueno, al menos se sentía lo bastante recuperada como para dar un par de vueltas corriendo al enorme palacio.

Se dio giró para dirigirse a su armario y cambiarse, pero no lo encontró. La habitación estaba diferente... no, esa no era su recámara. ¿Pero dónde...?

Oh, es verdad. Recordó que fue el señor Sesshomaru quién la había llevado hasta sus propios aposentos la tarde anterior, e incluso le había dicho que esa sería su nueva habitación. Dio unos pasos examinando los muebles, adornos y cada pequeño detalle de ese lugar, asombrándose por la cantidad de cosas que no había notado la última vez que había estado ahí. Bueno, tampoco había tenido mucho tiempo para darle un vistazo alrededor, ¿no? Soltó una risita nerviosa a la par que sentía calor en las mejillas.

Se acercó de nuevo a la ventana para ver cómo salía el sol de entre las montañas, coloreando el cielo con los hermosos colores del amanecer. Sonrió distraída cuando una fría brisa acarició su rostro y vio que, a lo lejos, unas nubes de lluvia avanzaban lentamente desde el noroeste. Eso no estaría nada mal, el verano había estado demasiado seco y caluroso, una lluvia sería bien recibida.

El gruñido en su estómago la sorprendió aún contemplando el bonito paisaje y se llevó una mano al abdomen agradecida de que nadie más lo hubiera escuchado. Salió del lugar de puntillas esperando no encontrarse con ninguna otra persona y fue a su propio cuarto para cambiarse. Cada cosa estaba justo como la había dejado el día anterior y eso en cierta medida la alivió. Era como si nada hubiera pasado, ¿no? Cambió su kimono rosa por uno celeste limpio y nuevo —preguntándose qué habría pasado con el que estaba remendando el día anterior, porque no lo encontraba— y decidió que era momento de ir a comer algo antes de despertar a todo el país con los horribles ruidos de su estómago.

Se asomó por la puerta sorprendida de no ver a Nitori por ningún lado, cuando ella siempre estaba ahí a esas horas para traerle el desayuno. Quizás la presencia del señor Sesshomaru la había ahuyentado, pues sabía bien que la demonio no era inmune al miedo que él provocaba entre sus subordinados.

Y aprovechando que se encontraba extrañamente sola, iría por su cuenta a la cocina a ver qué conseguía para comer. Con suerte nadie se toparía en su camino para detenerla o reclamarle que estuviera andando sola.

Bajó los dos últimos escalones de un salto e hizo una muda ovación ante su logro, contentísima de no tener que lidiar con piernas torpes ni vistas dobles traicioneras que nublaran su equilibrio. Ya cerca de su objetivo comenzó a extrañarse seriamente al ni siquiera escuchar algún sonido o cruzarse con un alma aunque fuera de casualidad. ¿Estaba pasando algo? Porque el personal siempre madrugaba para comenzar sus quehaceres lo más pronto posible.

Tocó la puerta de la cocina esperando encontrarla vacía también —cosa que la habría puesto entonces un poco paranoica ideando teorías conspirativas—, pero un grupo de empleados estaban ya en sus estaciones de trabajo atendiendo los fuegos y limpiando los alimentos para la jornada del día.

Field of FirefliesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora