4. Punto de ebullición

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—A ver, Rin, explícame una cosa y sé sincera: ¿es realmente necesario que te acompañe a estas horas? ¿Le tienes miedo a la oscuridad o qué? —preguntó Nitori exasperada. Eran aproximadamente las dos de la madrugada y Rin le había pedido que la acompañara a beber agua. Estaba a cargo de ella y eran buenas amigas, y sabía que a las chicas humanas les gusta estar rodeadas de sus amigas, pero eso ya era exagerado.

—Nitori, no seas mala. Es que tuve otra pesadilla y me daba miedo.

—Te aprovechas de mí, Rin —se entalló un ojo. Sabía que había sido una mala idea darle un silbato especial para llamarla cuando la necesitara. Ahora sólo abusaba de él para pedirle las cosas más raras imaginables. Llegaron por fin a la cocina, Rin tomó su vaso de agua con gusto y lo volvió a llenar para llevárselo—. Espero que no me pidas que te acompañe a ir al baño después.

—No, no, eso no. Pero si es de noche sí —río Rin por lo bajo. Nitori murmuró algo que no alcanzó a oír pero que no sonó muy alegre que digamos. Pero a ella no le importó.

Su plan estaba funcionando. Había conseguido no quedarse sola en casi ningún momento y sus encuentros con el demonio habían cesado. Sonrió triunfante ante su clara victoria ante los extraños hábitos del mononoke. No porque fuera el señor Sesshomaru, ni mucho menos. Si no que en realidad prefería molestarla en privado. También comprobó su teoría de que él se le aparecía exclusivamente si no había nadie cerca.

—¿De qué te ríes?

—¿Ah? No, no es nada. Gracias por la compañía, Nitori. Contigo me siento mucho mejor —se despidió desde su puerta alegremente.

—Sí, sí... lleva una lámpara o algo la próxima vez —dijo aún somnolienta al mismo tiempo que se perdía por uno de los tantos pasillos.

Rin entró a su habitación y se recostó en su cama. La sonrisa de suficiencia aún no se borraba porque no podía creer lo lejos que había llegado.

Había decidido tomarse el asunto a la ligera, no quería seguir exaltándose por cualquier cosa insignificante. El demonio sólo estaba jugando con ella y ya no le permitiría regodearse de su infortunio. En el momento de encararlo por última vez, se dio cuenta de lo bien que se sentía. No encararlo en sí, sino enfrentar sus temores con la cara en alto. La dosis de adrenalina le había hecho mucho bien a pesar del susto que se llevó. Pero una vez que lo superó... ah, qué bien se sentía. Por algún motivo, se sentía con más fuerzas, y sentía que era capaz de hacerle frente sin dificultades. Sólo debía resistir por un tiempo más y estaba segura de que el asunto quedaría zanjado una vez que tanto él como Jaken partieran al sur. Bueno, eso era lo que esperaba.

—¿Acaso crees que estoy jugando contigo, Rin?

Se cubrió el rostro con la almohada.

¡Demonios! Esa voz malditamente seductora siempre aprovechaba sus momentos de debilidad para atormentarla. ¿Qué habrá querido decir con eso? ¿Era sarcasmo, no? No le interesaba ni pensaría en eso. Él solo la molestaba. La estaba probando. Tarde o temprano, se aburriría y la dejaría en paz.

¿Verdad?

...

—¡Buenos días, señor Jaken!

—Hola, mocosa fastidiosa.

El pequeño youkai detuvo su paso al ver cómo la muchacha lo alcanzaba en uno de los pasillos. Lucía mucho más alegre que en las últimas semanas, aunque era más bien un júbilo con un toque sarcástico que jamás pensó encontrar en ella. Aceptó su compañía con un bufido mientras se dirigía al ala este para conversar con el general del ejército. No era algo que a la niña le agradara mucho y parecía estarlo haciendo por obligación. Jaken le preguntó el motivo de su comportamiento con sospecha. Algo andaba mal con la niña molesta esa mañana.

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