9. Cara a cara

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Rin se quedó callada y con la boca muy abierta. No era posible, ¿pero cómo...? ¿Cómo podía estar encinta? Miró a Nitori como si ella pudiera darle esa respuesta, una que hasta ella sabía cuál era. Ahora que lo pensaba era lógico: si había tenido contacto íntimo con un hombre un embarazo era natural que le siguiera. Pero cuando ese hombre era nada más y nada menos que el señor Sesshomaru...

—No puede ser... —todo a su alrededor daba vueltas sin parar, la cabeza le palpitaba como si estuviera a punto de explotar y los pulmones le pedían a gritos que volviera a inhalar algo de aire.

—¿Rin? —se preocupó Nitori ante su prolongada ausencia.

—Necesito recostarme un momento —pero más que recostarse se dejó caer como un peso muerto con la mano aún sobre la boca mientras se hacía una bolita con las piernas pegadas al pecho.

Sencillamente no podía asimilarlo. El mes anterior todo estaba normal, al fin se llevaba mejor con el señor Sesshomaru y su autoestima se había recuperado tras la depresión que las palabras de Kohaku le dejaron con su partida... y ahora... ahora estaba esperando un hijo. Un hijo del señor Sesshomaru, para ser precisa.

Santo cielo. ¿De verdad todo esto estaba pasando?

—¿Rin, estás bien?

—No... —murmuró con esfuerzo. El shock la había afectado físicamente y todos los síntomas de su enfermedad se habían intensificado—. No me siento bien.

—Tranquila, tranquila —le pasó la mano por la espalda bajo los cobertores, podía incluso sentirla temblar ligeramente—. Espera aquí, voy a buscar algo que te pueda ayudar a hacerte sentir mejor, ¿vale? Sólo... sólo no te muevas.

Rin supo que se había quedado sola tras oír el sonido de la puerta cerrándose detrás de Nitori, por lo que pudo dejar de reprimirse y dejar salir un ligero alarido de pánico. Cerró los ojos con fuerza en un intento de alejar los mareos, pero su cabeza seguía dando vueltas sin detenerse hasta el punto que creyó estar por desmayarse.

Por algún motivo, recuerdos fugaces de la noche que compartió con el demonio seguían inundándola uno tras otro, cada palabra susurrada, cada gemido y caricia... Se había sentido tan bien que ni siquiera había reparado en las consecuencias. Unas consecuencias que podían ser fatales cuando él se enterara.

¡Dioses, cuando se enterara...! ¿Qué iba a hacer en entonces? ¿Cómo llegaría a reaccionar en el peor de los casos?

Dos pares de pasos entraron apresurados en la recámara para encontrarla hecha un ovillo en la cama en un estado bastante preocupante.

—Rin, cielo —habló una voz rasposa que reconoció como la de Chiyo—. Tranquila, estarás bien. Tómate esto, calmará tus nervios.

—Nunca la había visto así, Chiyo —comentó Nitori detrás de ella. La humana tenía problemas para reaccionar y no podía levantarse—. Está completamente ida.

—Una noticia muy grande puede ser difícil de tragar. Especialmente cuando no sabes cómo hacerlo —contestó la anciana lógicamente, ayudando a que Rin se incorporara con lentitud. Su cara estaba tan pálida y sudorosa que parecía más bien parte de las sábanas de las que se separaba—. Toma un sorbo, Rin, te hará bien —le acercó la taza a los labios y la inclinó hasta que la fuerte bebida entró a su boca. Ya por el olor irritable comenzó a reaccionar, pero el sabor fue lo que hizo que las cosas tomaran su lugar original.

Tosió un poco alejándose de la taza y sacudió la cabeza para espabilarse.

—¿Qué es esta cosa?

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