16. El único punto débil

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—Aún no puedo creer que te haya dado permiso para esto —repitió Nitori por enésima vez mientras ambas caminaban por un pasillo del primer piso y la veía con los ojos desorbitados, milagrosamente sin chocarse contra nada. Rin sólo se encogió de hombros aún sonriente—. Es que no es posible, el señor Sesshomaru nunca cede ante nada... entonces llegaste tú y, no sé, destruiste todos los mitos sobre él. ¿Qué rayos hiciste?

—Vamos Nitori, eso fue hace días, ¿y aún no lo crees?

—No. Es que no entiendes lo bizarro que es todo.

—Claro que lo entiendo, ¿piensas que no me sorprendí? —alzó las manos negando con la cabeza con casi el mismo escepticismo que aún invadía a su amiga.

El demonio blanco había pospuesto por unos pocos días el viaje al que Rin se había sumado de milagro, sólo para asegurarse de que ella estuviera realmente preparada. Aunque en realidad había estado esperando que cambiara de opinión y decidiera no ir, pero una vez que esa muchacha tenía la mente puesta en un objetivo, nada podía arrebatárselo. Ni siquiera él.

A Rin le había costado un poco más convencerlo que todo estaría bien, y que estar un tiempo al aire libre para poder caminar libremente no podría sentarle mal. Sesshomaru le había fruncido el entrecejo más de lo normal, pero aparte de eso no había hecho nada para impedirlo.

El hombre realmente maldecía el efecto tan inusual que Rin tenía sobre él.

Llegaron a las puertas principales luego de pasar a por algo que se les había quedado en la cocina, con la humana hinchando el pecho de emoción y la demonio haciendo una mueca de descontento.

Ella tampoco estaba muy feliz o convencida de esa alocada idea —aunque reconocía mucho mejor que Sesshomaru que dos días de viaje, aún estando embarazada y en invierno no era nada del otro mundo, especialmente porque muchas mujeres hacían eso y más—, pero con el tiempo había aprendido a mantenerse callada ante la imposibilidad de convencer a Rin de hacer algo que no quería. Era sumamente terca —un rasgo que compartía a la mar de bien con su compañero, cabía destacar—, y la preñez sólo había conseguido empeorarlo. Y es que a veces también tenía unos cambios de humor de espanto y daba tanto miedo como cualquier demonio enojado. Alguna otra cosa que habrá aprendido con el amo, seguramente, pensaba con un escalofrío al recordarlo.

Antes de abrir la pesada puerta para dejarla salir le dedicó una mirada seria y preocupada. No sabía exactamente por qué y más teniendo tantos puntos que podían desmentirla, pero tenía el leve presentimiento de que algo malo podía pasar si Rin se alejaba del castillo.

—¿Estás segura de que esto? ¿Y si en vez de pasar la noche regresas antes de que anochezca? Es más seguro.

—No soy tan delicada como piensas, en serio. He dormido en el suelo, arbustos, entre piedras de río... incluso una vez sobre un árbol. Estaremos bien. Me acurrucaré con Ah-Un y estaré más calentita que en ningún otro lado —le sonrió con naturalidad para tranquilizarla—. No he salido en meses y quiero hacerlo por última vez al menos para despedirme de esta parte de mi vida. Además, estando con el señor Sesshomaru ¿qué podría pasar?

—En eso tienes razón, pero aún así...

—Te prometo que ante cualquier indicio de peligro estaré de vuelta. Más porque el señor Sesshomaru me traerá personalmente antes de que yo me dé cuenta si pasa algo o no —roló los ojos al imaginarse la escena—. Igual no iremos lejos.

Otra mueca contrariada se adueñó de las facciones de la demonio. Es que Rin le parecía tan frágil... no sabía si era por estar embarazada, ser humana o por el esmero que el señor le ponía a su protección, pero sentía la imperiosa necesidad de mantenerla vigilada para que estuviera sana y salva.

Field of FirefliesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora