Florezco en el invierno

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Florezco en el invierno, cuando las ramas me pesan y se empeñan en regresar a sus raíces. Se fue el otoño y mis flores crecieron, pero se aferran tan fuerte al tronco que intentando zafarme, me enredo, pierdo pétalos y agua. Aprendí a ser cáctus, cuando el paisaje se vuelve desierto, se descamufla y se torna vacío, pero qué hacer cuando de tanto arder se me queman las entrañas. No sé correr porque no nací liebre, no sé volar porque no nací ave, pero aprendí a dibujarme alas en las hojas y a moverme al compás del viento, aunque hubiese tormenta, aunque fuera tornado, porque también fui evento inesperado que arrasa con lo poco que tiene, con lo poco que queda. Y qué si soy parte del caos y también parte de la vida. Y qué si puedo ser equilibrio si no me libro de mi incongruencia. Soy el tiempo jugando a burlarse de sí mismo. Soy el agua que corre por mis venas, que crea, envenena y se hace inmune, porque sacude, porque remueve, porque es honesta y leal a lo que siente, a lo que cree.

Entre puntos y comasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora