Ya no hay tiempo que perder

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(...Mei...)

—Dime...¿Has vuelto a soñar con ese cuarto oscuro?—.

Me preguntó Leah. Yo me encontraba dándole la espalda mientras observaba por la ventana de su box, los rayos del sol que entraban por la misma. me hacían sentir cierta calidez en mi rostro y de seguro están haciendo resplandecer mis aburridos ojos café...los cuales deben en este mismo momento reflejar el miedo que siento solamente al recordar aquellas pesadillas que me atormentan.

Aún podía sentir la oscuridad, el frio, la desesperación y en especial, los gritos de una mujer.

Que recuerdo el jamás haber escuchado en vida.

Siempre los escuchaba como ecos desconocidos que provenían de la oscuridad.

Un escalofrío que ya me era familiar atacó mi cuerpo al pensar en ello, me giro para verla a los ojos.

—Si...pero esta vez lo sentí más real ...más desesperante. Imagínate, al despertar sentí la sensación de estar mareada debido a qué aquel lugar era tan engañoso, como si se tratara de un laberinto oscuro...yo solo quería ayudar...a esa voz—.

Quedé por un momento pensando en que esa pesadilla se volvía cada vez más realista y así, aquellos miedos que me atormentan irán creciendo más y más:

—Leah...ya no sé qué hacer, ni siquiera sé el por qué de estás pesadillas, me siento muy perdida ...asfixiada—.

Digo sin más y me tiró de cara sobre aquel diván rojo, esperando que ella diga o hago algo.

Solo escucho su suspirar:

—....Mira Mei, te conozco desde que nacist—.

Puedo notar como Leah se retracta de sus palabras, las cuales trata de ocultar con una tos fingida:

—Perdón...pero...es como lo siento, digo que, es una manera de decir em...¿A qué edad empezamos con nuestras sesiones? Eras tan pequeña...por eso, es una manera de decir—.

Trato de explicarse, a lo cual le respondo con una pequeña sonrisa:

—Traquila Leah, entiendo lo que quisiste decir—.

La tranquilizó con mis palabras.

Aunque ese pequeño desliz de palabras, me llevó tiempo atrás.

Tiene razón, esto lo vivo desde que tengo uso de razón, solo tenía 6 años cuando gritaba en medio de la noche.

Mis padres sin saber que hacer, mi hermana acompañándome en mis varias noches de insomnio.

No lo merecíamos, y lo peor, no sabía la razón de aquellos momentos nocturnos:

—Leah, tú apareciste de manera imprevista, pero en el momento necesario...ya han pasado bastantes años y todavía nada...¿Será que alguna vez podré ser capaz de dejar todo esto atrás?—.

Reveló con algo de pena mi inseguridad, no me incomodaba ser sincera con ella:

—Es complicado...más aún cuando te han lastimado tanto en sueños...como en tu realidad...y quién lo hizo—.

Leah fue interrumpida por un pensamiento por lo que parece, ya que quedó un momento en silencio.

Yo sabía lo que se estaba por venir.

Carajo:

—...¿Seguro que no puede ser...recuerdos de...una vida pasada o algo así...?—.

Y lo dijo.

La risa me salió por sí sola.

¿Qué más podía hacer?.

Al tranquilizarme un poco, la observó algo divertida:

—Y volvemos otra vez con el tema de las vidas pasadas...mira Leah para empezar ya sabes lo que diré. Yo nunca lo he visto como una opción válida y—.

Soy interrumpida por una melodía que resonaba por todo el box, la cual resultó ser la alarma que sonaba para avisar que la sesión había concluido y yo...debía ir a clases.

—Bueno, seguiremos la próxima—.

Comenta Leah con un tono serio.

Cuando quiere, es intimidante.

Me dispongo a juntar mis pertenencias:

—Nos veremos. Cuídate Leah—.

Me despido de ella para luego salir de su consultorio e ir a la universidad, que se encontraba a unas calles.

La verdad, no me motivaba ir.

(...Leah...)

Corroboro que Mei se pierda de mi vista y me saco mis lentes los cuales se empañaron por mi suspiro:

—Mei, ya no hay tiempo que perder—.

Ecos de una historia jamás contada. Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora