La belleza inexistente

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Aun estando en su consultorio, seguía temblando. No podía dejar de pensar en que lo había vuelto a hacer, sus manos queriendo tocarme contra mi voluntad, sus amenazas, enterarme sobre la muerte de Wendy y en que, si hacia o decía algo de más, alguien de mi familia podría correr el mismo destino que ella.

El que haya gritado que lo que hice, fue lo peor que pude hacer para protegerlos, no dejaba de resonar en mi mente.

¿El miedo podía ser reemplazado por la culpa?

A estas alturas, ambos sentimientos negativos habitan en mi a gran escala. Y finalmente, la voz. Aquella consejera no deseada que volvió a hablarme. La primera vez que la oí, fue en la fiesta donde empezó todo y ahora, había vuelto.

Tengo a una Leah preocupada e impaciente por lo que pueda decir o hacer mi persona en ese momento, ella no tenía miedo de denunciarlo, a veces pienso que ni siquiera le tiene miedo a la muerte misma.

Muy a mi pesar, prefiero no contarle de la voz. Tengo miedo de lo que pueda creer de mí. Yo no quiero lastimar a nadie.

Pero...si el llegara a tocar a mi familia.

¿Yo que haría?

Bebo un trago de agua que Leah me había ofrecido y suspiro:

—... ¿Tú crees que hice mal al rechazarlo ese día? —.

Parece que mi duda la había consternado, negó rotundamente con la cabeza:

—Para nada, fuiste sincera con tus sentimientos para no lastimarlo. Dylan es quien se equivocó en esta historia, tu no hiciste nada para provocarlo—.

Me ardían los ojos a causa del llanto y me saco las lágrimas con la manga de mi suéter:

—Me duele todavía porque lo odio demasiado, pero, extraño a quien era mi mejor amigo. Soy una idiota—.

Leah apoya su mano en mi hombro:

—No eres una idiota, esto solo demuestra lo buena persona que eres Mei—.

Buena persona...si supieras Leah. Esa voz siniestra, debe ser parte de mí y por lo poco que me hablo, puedo reconocer que no hay bondad en ella:

—¿Quieres denunciarlo? Ya sé lo que dirás de su padre, pero, me asegurare que no te toquen un pelo ni a ti o a tu familia—.

Niego con la cabeza, aun con sus palabras, el miedo me invadía. Leah tiene un fuerte sentido de la justicia hacia los otros:

—...No, te prometo que buscare una manera de lidiar con esto, porque no creo seguir soportándolo más. Pero, si la situación se me escapa de las manos, te prometo que lo denunciare yo misma...no quiero que te arriesgues cuando no tienes nada que ver en esta historia—.

Leah esbozo una pequeña sonrisa confiada:

—Mei, créeme. No serán capaces de tocarme un solo cabello de mi hermosa cabellera negra de mi persona—.

Sonrió un poco por su comentario:

—...El mundo es una mierda—.

Expreso cansada para recostarme en el diván, y ella me observa. Podía distinguir preocupación en su mirada:

—Corrección, el mundo se está yendo a la mierda—.

Estábamos yendo directo hacia mi casa, ya era tarde y Leah se había ofrecido a llevarme con su auto. Yo observaba por la ventana y me entro el pensamiento de que si me había olvidado mi cuaderno en la universidad. Empecé a buscar desesperada en mi mochila y suspiré aliviada al verlo en el fondo de la mochila.

Por cierto, impulso, volví a hojearla y llegué a la página donde se encontraban las rosas azules sin espinas.

La belleza inexistente.

El prado indoloro.

El aroma más dulce jamás olido en vida.

La caída...:

—Llegamos—.

La voz de Leah me saco de mis pensamientos y observe por la ventana, estábamos estacionadas en frente de mi casa.

Estaba por guardar mi cuaderno cuando note la mirada curiosa de ella al distinguir las rosas:

—¿Te gustan? —.

Pregunte mientras observaba orgullosa el dibujo. Leah tomo el cuaderno para apreciar mejor el boceto y esbozo una sonrisa cálida:

—...Son tan...hermosas—.

Expreso un tanto sorprendida y algo ¿Feliz?

Cierro los ojos para tratar de rememorar esa caída:

—Fue la primera vez que sueño con ellas. En el sueño, me caía de un árbol y estas rosas amortiguaron mi caída. Era suave...no sentía dolor alguno ya que no había espinas en ellas. Me resulto muy llamativa esa característica—.

Leah suspira y cierra el cuaderno:

—Encuentro bastante positivo e interesante ese sueño. Espero que vuelvas a soñar con ellas y me digas que ha pasado luego de esa caída—.

Dice un tanto misteriosa para tenderme el cuaderno, lo guardo en mi mochila y asiento con la cabeza:

—Solo espero volver a soñar eso...gracias por todo Leah, realmente, te lo agradezco—.

Exprese con gratitud para salir del auto y entrar a mi casa.

Capaz si tengo suerte, puedo volver a soñar con ellas.

Reemplazar las pesadillas algunas noches, no me vendría nada mal. Total, ya estoy viviendo una pesadilla.

Que, por mi cobardía, no le puedo encontrar algún fin.

Mierda.

¿Por qué volví a pensar en eso?

Automáticamente, se volvió a formar el nudo en mi garganta, tape mi rostro con mis manos y quise evitar el llanto:

—... ¿Que te hizo ahora...Mei? —.

De un instante a otro, tenía a Lyla en su versión más furiosa posible.

Mierda. Desperté a la verdadera bestia.














Ecos de una historia jamás contada. Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora