Rosas azules sin espinas.

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—¡Qué chico tan talentoso! —.

Oí decir a mi madre en la sala, pareció haberse distraído con algo en la televisión.

Mientras tanto, Lyla y yo la esperábamos en el comedor:

—¿De quién hablas? —.

Le pregunto para llamar su atención, ella se da cuenta que la esperábamos para cenar:

—De este chico, Aiden Lee. Recién pasaron el tráiler de su próxima serie, justamente trata sobre un aeropuerto—.

Aiden Lee...vivo escuchando su nombre, pero, jamás lo he visto. Por lo poco que sé, es un joven actor surcoreano.

No soy de usar mucho las redes sociales y no me gusta ir a los cines, hay mucha gente:

—Le conté a mamá sobre el comité—.

Termina revelando a Lyla. Yo le había contado mientras bajábamos las escaleras.

A estas alturas, ya lo suponía:

—Es en dos días, pero siendo sincera, no me emociona para nada—.

Confieso sin interés alguno en ese tema, para luego tomar agua como excusa para no seguir hablando:

—Mei capaz es una buena oportunidad para tener un nuevo amigo—.

Comenta mi hermana con optimismo:

—Si...un amigo. Mejor no...ya sabes cómo terminó cuando probé algo así. No necesito amistades, aprendí que es mejor no intentarlo, yo solo necesito terminar la universidad, obtener mi título y conseguir un buen empleo—.

Les confieso en mí versión más pesimista posible, a veces, me odio por ser así.

Lyla me observa con algo de pena, Yo sabía porque me sentía así:

—Emoción. Eso necesitas—.

Susurra para ella misma con sinceridad:

—Puede ser—.

Le respondo para hacerle saber que la escuché.

Mi madre nos observa algo incrédula:

—En fin...ustedes son jóvenes para saber que la vida da vueltas y lo que la vuelve emocionante, es lo inesperado—.

Nos da a conocer su punto de vista, era algo salió de su parte.

Pero, aquello que dijo.

¿Quién sabe?

Aprieto mis puños bajo la mesa. Ya no quiero pasar por nada inesperado en lo que me queda de vida.

Me quedé en la cocina hasta tarde para tomar un té y tener unos apuntes de la universidad.

Pude oír mi nombre proveniente del pasillo de arriba, la curiosidad me hizo subir disimuladamente por las escaleras para no emitir ruido alguno:

—¿Jamás me dirán que pasó entre ella y Dylan?—.

Me congele por completo al escuchar a mi madre decir eso.

Escuché el suspiro de Lyla:

—Ya sabes mamá. Ni bien entraron a la universidad juntos, él la dejó de lado por sus nuevas amistades. Eso pasó—.

Le reveló Lyla con seriedad.

Dijo justamente lo que yo le pedí que dijera si un día llegaban a preguntarle a ella algo relacionado entre Dylan y yo.

Lo cual, era una mentira blanca:

—Se que debe dolerle, pero, no lo sé. Cada día está más apagada, me hace pensar que yo hice algo mal como madre...para que sea así, que reprima todo lo que siente y nunca lo deje salir. Me duele verla sonreír y saber que esa sonrisa es falsa. No sé qué hacer hija—.

Logró oír un sollozo proveniente de ella, me siento tan enojada conmigo por no tener el valor de ir y abrazarla.

Pero, prefiero odiarme así y que ella esté segura:

—No es por ti...no te culpes así mamá. Es por ...las pesadillas que tiene día a día y el perder alguien tan importante como Dylan lo era para ella fue algo...devastador en su momento y sigue siéndolo. Pero ahora piensa que ahora come con nosotras y a veces, cuando estás trabajando y ella está aquí dibujando, no puedes imaginar la sonrisa que se le forma cuando lo hace. Es como si...recordara algo agradable. Entonces, ya no pienses en eso, te hace mal. Piensa que lo hiciste tú lo haces bien, ya verás, así como volverá la Mei de antes o como haremos feliz a la Mei de ahora—.

Expresa Lyla con seguridad para reconfortar a nuestra madre, ella no sabía que, en ese momento, también, me había reconfortado a mí.

¿Qué hacía parada en la rama de un árbol altísimo?

Frente a mí había otro árbol con una rama apuntando hacia mi dirección, se notaba que era un poco débil.

Es suicidio. Pero, mi cuerpo no me hace caso alguno.

De repente, salta por sí solo a esa rama, la cual se rompió al hacer contacto obviamente.

Caía hacía el vacío, sentía el viento pasar rápidamente en mi rostro, sentía miedo.

Estaba preparada para el impacto.

Pero, deje de caer. No sentía dolor alguno, lo único que sentía era un perfume demasiado exquisito.

Creo no haber olido algo igual en mi vida.

Abro los ojos y así descubrí, que estaba recostada en un arbusto de rosas azules:

—Rosas azules...sin espinas...que fantasioso—.

Susurró y luego despierto.

Estaba en la realidad. Un colchón común y corriente.

Agarré mi teléfono para ver la hora. Eran las 5 a.m.

No tenía sueño, tenía inspiración.

La cual me hace querer traer esas rosas...producto de mi imaginación a la realidad

Agarré un lápiz y mi cuaderno para recostarme y empezar a trazar las siluetas de las rosas más maravillosas jamás existentes, lo cual era una lástima.

Horas después, fui vencida por el sueño y caí rendida con mi cuaderno.

Ecos de una historia jamás contada. Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora