Dalia.

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Pateó una piedra con toda la furia que contenía:

—¡Mierda! —.

Repetí varias veces, tanto el golpe como el insulto.

Los ignorare a todos en el trayecto claramente, pero.

¿Cómo puedo dejar de sentirme mal por él?

Ya han pasado 4 meses y sigue doliendo la promesa que no cumplió.

También, tengo miedo de que vuelva a repetirse en cualquier momento.

Todos mis pensamientos cesan al poder distinguir mi hogar y el efecto del atardecer sobre él, era muy hermoso

Era una casa simple. Pequeña de 2 plantas, color marrón, rodeada de cerámicas grises en la parte inferior los cuales reciben el resplandor naranja del sol. Dirijo mi mirada sobre el balcón que pertenece a mi habitación.

¿Ella estará allí?

Ni bien entró, resuena la voz de mi madre, provenientes del salón:

—¿Cómo te ha ido en la universidad? —.

Me preguntó mientras acercaba para saludarme, la observó por un momento y me saco mi mochila:

—...Regular, como siempre. Nada interesante la verdad—.

Exclamó sin motivación alguna, pensar en la universidad me provocaba aquello que odiaba demostrar, ser cero comunicativa.

Pero, sigo prefiriendo que siga así. Sin saber nada. Es lo único que me hace sentir un poco bien conmigo misma. Que ella y papá estén fuera de esto:

—¿Y con Leah? —.

Ella siempre tenía curiosidad por mis sesiones, ya que, yo no hablaba tanto de mis pesadillas. Trataba de evadir ese tema con mi familia.

Vuelvo a permanecer un momento en silencio, me sentía un poco mal por decirle que sigo sin avance alguno:

—Yo...no pudimos terminar bien nuestra sesión, por...falta de tiempo—.

Vaciló sin energía alguna. Tenía mucho sueño.

Puedo sentir su mirada sobre mi. Le sonrió y trato de cambiar de tema:

—Tengo que ir a estudiar, llámame si necesitas algo—.

Exclamó para luego, subir a mi habitación. Pero, llegué a escuchar una risa proveniente de ella:

—¿Cómo va a estudiar si olvidó su mochila aquí? —.

Sonrío con más ganas, y entró a mi pequeña habitación. Sin más, me recuesto en mi cama fijando mi mirada en algún punto fijo entre las 4 paredes celestes que me rodeaban, al escuchar una melodía, directamente observó la puerta-ventana que se encontraba a mi lado, donde daba a lugar a mi muy preciado balcón. Me permitía una corta vista de la ciudad.

Es hermosa a la vista, pero, muy oscura si la conoces.

Y de repente, pude distinguir sus alas viniendo hacia mí, yo solo alzo mi mano para que se pose en ella.

Le sonrió cálidamente, me era muy especial tener una confianza así. Tan poco realista. A un punto pienso que es fantástico

Una amistad así, entre un colibrí y una simple humana.

Me observa con sus pequeños ojos negros y sin darme cuenta, yo me encontraba admirando sus plumas. Eran de varios colores.

Sus alas son de color celeste, su plumaje en la parte superior era verde y en la inferior, era de un azul intenso. Luego había otras de color rojo, rosa o incluso de un pálido color verde menta.

Ecos de una historia jamás contada. Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora