Creo que es uno de los sueños mas locos que he tenido.
Leah con ojos rojos y ese tipo antipático con ojos verdes brillantes. Ese chico y yo protegiéndonos entre sí. El profesor Hanks asesinado...nada de eso fue real.
Pero, no quiero abrir los ojos, la cabeza me da muchas vueltas. Solo espero estar en mi habitación y hablarle a Lyla sobre toda esta...locura.
Parece que no va a ser posible, porque ahora que decidí abrirlos me doy cuenta que no estoy en mi habitación, ni en mi casa, ni en la universidad y mucho menos, en el aeropuerto.
Me encuentro boca arriba, mi visión es testigo de pinturas majestuosas en un amplio techo.
¿Estoy en un museo?
Aunque no sea de mi agrado, me dispongo a levantarme de a poco y es asi como puedo comprobar que todos los que estábamos en ese avión, nos encontramos en el mismo lugar y en la misma posición.
Algunos que despertaron y otros que no.
No fue un sueño. Es la realidad.
Y este lugar podría describirlo como un salón de aquellos de baile que observaba en mi infancia en las películas de princesa que veía:
—¿Estas bien? —.
Escucho la voz de Aiden a mi izquierda, quien sonaba preocupado. Me giro para verlo, pero me llevo una sorpresa al verlo de pie sin problema. Su pierna está en perfecto estado:
—Tu pierna...—.
Solo logre decir algo atónita.
¿Cuánto tiempo paso?
Él me ofrece su mano:
—Si...lo se. Mira tú estomago—.
Acepto su ayuda y ni bien logro levantarme, observo mi estomago sin ningún rasguño. Lo único que nos demostraba que todo fue real es la sangre seca en nuestros cuerpos.
Trato de observar detalladamente el lugar para lograr tener un indicio de donde estábamos. Pero es inútil:
—¿Sabes donde nos trajeron? —.
Aiden niega con la cabeza:
—Lo ultimo que recuerdo es que el avión choco contra algo y...que casi te abalanzas contra Derek—.
Asiento con la cabeza:
—Si...tambien es lo ultimo que recuerdo—.
Por alguna extraña razón, siento calidez. Me siento reconfortada en este lugar. Se...siente bien.
Doy unos pasos para observar aquel amplio salón. Las paredes son de un tono azul claro y hay demasiados muebles y estatuas.
Todo es muy elegante.
Hay dos escaleras en forma de oval rodeando una puerta en el lado inferior del salón y en el lado superior, hay unas puertas abiertas de par en par. Y de repente, logro distinguir que por la misma, entran Derek y para mi tranquilidad, Leah. Estaba a salvo, pero aun seguían mis dudas y mi curiosidad aumentaba con cada segundo que pasaba:
—Veo que todos han despertado—.
Revela Leah con una sonrisa que hizo que mis preguntas ya no cedieran:
—¿Qué es esto Leah? —.
Le pregunto con impaciencia. Necesito respuestas Leah.
Ella me observa a la lejanía pero me doy cuenta que me comprende:
—Es lo justo. Se que sonara muy loco pero déjenme presentarme. Mi nombre es Raizel y yo soy la diosa del amor—.
Confiesa finalmente algo de no creer.
Ya no se en que creer.
¿Una...diosa?
¿Los dioses existen?
No...esto es una locura. Debe serlo.
En menos de un minuto, aquel salón era un caos por las voces de todos los que estábamos. Parece que no era la única con miles de preguntas.
Derek, quien estaba a lado de Leah, suspira y decide tomar la palabra:
—Disculpen, pero con el tiempo lograran entender todo y yo, Demian, el dios de la sabiduría les brindare las respuestas necesarias ante las dudas que considere adecuadas—.
Aiden lo observa con la boca abierta:
—Derek... ¿Qué es esto? ¿Dioses? ¿Es una broma, ¿no? —.
Derek y Leah se observan mutuamente y deciden bajar cada uno por la escalera que se encontraba de su lado.
Ella por la izquierda. Él por la derecha. Y es así, como quedaron frente a nosotros. Los dos seguían con sus ojos que parecían de fantasía, pero el brillo que habitaba en ellos confirmaba que eran auténticos:
—Esto será largo de explicar—.
Exclama Demian con seriedad. Creo que por fin algunas de mis dudas se disiparan.
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Ecos de una historia jamás contada. Parte I
Fantasy"...El mundo es corrompido cada vez mas. No hay tiempo casi para nada, entonces los guías deberían conducirlos a aquellos que lo equilibrarían a su lugar destinado, donde se volverán a repetir una y otra vez, historias como ecos jamás escuchados en...