Capítulo 6: Fiorella, la caballero con armadura bikini

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Me estoy re cagando de hambre, ¿dónde chota andan los cocineros? Se supone que tiene que haber unos tipos cocinando algo, además que ya se acerca la hora de almorzar, son como las quince horas...ah, sí, en este mundo de mierda, los días tienen treinta y seis horas, asi que estamos casi llegando al mediodía. 


Por lo general, desayunamos a las siete, bien tempranito,  almorzamos entre las quince y las dieciocho, merendamos a las veintiuna, cenamos cerca de las veintiseis horas, y antes de ir a dormir, como a las treinta y cinco horas. Esa quinta comida la llamamos 'mesena', por lo general, suele ser algún snack con cerveza u otra bebida alcohólica. Ahí entran en juego mis tortas fritas y mi fernet. Infaltables en las mesenas de muchas personas. 


—Majestad, en unos momentos estará listo su banquete. Si quiere puede proceder a dirigirse hacia el salón comedor para disfrutar las delicias que le están preparando los chefs. —Ahí apareció la pelotuda, y no, no es la de pelo verde, es otra...creo que se llamaba...bah, que se yo, es una caballero que forma parte de mi guardia personal. Me llama la atención su vestimenta. Mientras que los tipos andan con armaduras grandes que cubren todo, ella anda solamente con algo que podríamos bautizar como una 'bikini de hierro'. 


Je, y es que literalmente, esa piba únicamente tiene un corpiño de cota de malla, una tanga de...creo que es hierro o algún otro material similar, con guantes que llegaban hasta el codo, y botas altas que terminaban justo donde empezaba el culo, hechas del mismo material que esa bombachita. 


—Buenos días, hermosura. Dale, ¿me llevas de la manito para no perderme? —Aprovechando que mi guardia personal, hace todo lo que digo, sin chistar, voy a acercarme un poco más a ella, ja.


—Como prefieras, estoy para servirle, majestad. —Y como le pedí me acerqué hasta ella, y me agarró de la mano con una sonrisita tan linda que me dan ganas de desarmarla y meterle...todo este conocimiento y sabiduría que cargo conmigo. 


Empezó a llevarme con esa sonrisita tierna, ese pelo castaño lacio que le cae sobre los hombros, y esa espada de un metro con veinte centímetros que llevaba enfundada en la cintura. De a poquito, separé nuestras manos para dejarla libre y apoyarla sobre su tremendo ojete. No reaccionó mal, es más, tiró una risita medio tímida cuando le apoyé bien fuerte la mano ahí. ¿Si le toco una teta también le gustará? Igual, viendo el pedazo de espada que tiene a su alcance, ni en pedo voy a más, hasta acá llegué, por ahora.


—Epa, ¿qué fue esa risita? —La curiosidad me ganó. Quiero saber por qué tuvo esa reacción cuando le manotié el culo.


—¿Te gustaron mis nalgas, no? Es la primera vez que a un hombre le gusta algo de mí. Siempre todos huyen en cuanto me ven. ¿Por qué no les gusto a los demás? ¿Es por mi espada grande o por mi armadura elaborada con magia oscura? ¿O acaso soy fea? —Ah, bueno. ¿Este reino está lleno de putos? Bueno, viéndolo a Lymfort...nada. 


—¿Qué? ¿Esos pelotudos están ciegos? —Prepárense, gente. Allá voy—. ¿Cómo vas a pensar que sos fea? Con ese culo redondo precioso, esas tetas grandes y firmes, esa armadura que deja ver el flor de cuerpazo que tenés, ese pelo lindo que te hace ver hermosa, y esa cara de petera tremenda. Pará, boluda, vos sos perfecta. Si ellos no te dan bola, será porque ellos o son unas homosexuales tragaleche, o son unos virgos que se pajean con hentai. —Mierda, no me di cuenta que llegamos al salón comedor mientras le decía todo eso...hay mucho eco en este lugar, pero me llevé un abrazo de ella.


—Oh, ¿de verdad piensas eso? ¡Gracias! —De alguna manera es lindo escucharla llorar mientras me abraza, y que nuestros cuerpos se hayan juntado un poco más abajo...bueno, no tengo un pantalón ajustado que contenga todo, por algún lado hay que expandirse. 


—Uy, parece que estás un poquito atrevido —Cagué, ya sintió todo. Ahora sí, se viene el espadazo—. Uhm, todavía falta bastante para la comida. Acompáñame. —Me está llevando hasta una de las sillas, la más grande, posiblemente sea donde me tenga que sentar yo a comer. Me hizo apoyar el tuje de prepo sobre ese cuero suavecito. La veo revolear lejos el cinturón donde tiene la funda con la espada y se me tira encima. Arranca a meter mano, y bueno, se imaginarán como fue el resto. Garchamos fuerte y duro hasta que la comida estuvo lista. Para lo cual pasó cerca de una cuarenta minutos creo. O sea, tuvimos tiempo como para organizar una orgía si queríamos. 


Pero bueno, los dos quedamos contentos, pero ella mucho más, lo que me parece bastante obvio, teniendo en cuenta su historial amoroso. Los, no sé si serían los chefs o unos camareros, golpearon la puerta para avisar que traían la comida, y que le de el permiso de pasar. Suerte que hicieron así y no entraron de una, porque ella está con bastantes complicaciones para volver a vestirse con su armadura bikini, y todavía le falta ponerse esas botas y los guantes. Yo me voy a quedar acá diciéndole a los otros que esperen, mientras me divierto viéndola luchar contra su propio 'uniforme'. 


Bueno, tardó cerca de diez minutos en ponerse las dos partes de la armadura bikini, lo demás no le costó nada. Aburrido. Eso sí, antes de que se retire para dejarme comer, la freno para decirle una cosa.


—No solamente en el campo de batalla te movés muy bien —Tomá, meto frasesita ganadora ahí para preparar el terreno—. Vi que no tenemos estratega militar, alguien que me recomiende como encarar las batallas y mover al ejército en caso de una guerra. Ese trabajo lo hace el senescal, pero él hace muchas cosas, y quiero liberarlo de tanta carga para que no ande tan estresado. ¿Te gustaría a vos ser la nueva estratega militar y además, capitana del ejército? 


—¿De verdad me darías esa oportunidad? Muchísimas gracias, majestad, aceptaré su oferta con muchísimo gusto. Por cierto, me llamo Fiorella. —Se fue corriendo a buscar la espada que había revoleado bastante al carajo, y volvió para hacerme una referencia en medio del agradecimiento...pará, ¿era referencia? ¿O era regerencia? Bueno, como se llame eso de que bajan un poco la cabeza. 


—Excelente, ¿querés sentarte a comer conmigo? —La mesa era muy grande y con varias sillas. Iba a ser una pena si era yo sólo comiendo aca.


—¿En serio? ¿De verdad, gracias, majestad? —Ella se sienta en una silla muy cerca mío y por fin, llamo a los tipos esos para que entren con la comida, pero...pará un cachito...¿qué mierda es esto que me están sirviendo?

Soy un parrillero argentino que se convirtió en reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora