Capítulo 9: Un cuartito especial

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Soy un dragón que cocina. ¿Podría considerarse eso como algo super raro? No conozco Argentina y no sé casi nada de su cultura, pero me convertí en un experto del asado. ¿No soy una rareza? 

—Lymfort. Oí que te nombraron nuevo jefe de cocina. Ven conmigo, te guiaré hasta tu nueva ubicación de trabajo. —Me habló un hombre vestido de blanco, seguramente, en un uniforme de chef.

—Si, ese soy yo. ¿Por dónde es? —Me guió rápidamente hacia el lugar. Una vez había entrado en esa cocina...entendí por qué el jefecito está siempre malhumorado desde que llegó al castillo y no para de querer pegarse un tiro todo el tiempo.

Momento...¿tiro? Si no existen las armas de fuego en este mundo. Mejor, pegarse un flechazo. 

***

Esta Fiorella me está llevando a un lugar del que no tengo ni puta idea que es. Está en rincón lejísimos de todo. Está bastante frío y oscuro. Seguro que...¡cagué! Me va a mandar preso por algo...no creo, soy el rey ahora, sino quien gobierna. Pero igual, esto parece una de esas mazmorras donde encierran a los tipos que se mandan cagadas. 

—Majestad, permítame mostrarle estos lugares. Primero está ese pasillo —Me señala un pasillo que tendrá, mas o menos el ancho de una calle. Está más oscuro que cuando te cortan la luz a las doce de la noche mientras estás de joda en casa, tomando una birrita con amigos—. Ahí se encuentra la mazmorra. Ahí van todas las personas que no acaten tus órdenes o tengan, en general, un mal comportamiento en todo el reino. Esos prisioneros nunca ingresan al castillo como tal, a ellos los traen por unos canales subterráneos que conecta con este lugar. Este pasillo es ingreso exclusivo para guardias. Je, espero que nunca se te ocurra encerrarme aquí. —Mientras no decida cambiarse a una armadura donde esté mas tapada, y pueda seguir viendo ese culito hermoso, claro que nunca la voy a encerrar aca. Se lo voy a decir.

—Mientras pueda seguir viendo ese culito hermoso todos los días, quedate tranqui. —La piba se sonrojó y me tiró una sonrisita. 

—En aquella puerta. Hay algo un poco más interesante —Me señaló una puerta de madera bastante singular. No parecía tener nada interesante. Pero si ella lo dice, vamos a ver que me encuentro—. Adelante, señor.

Que verga acabo de ver. Una cama con cuatro sogas, esposas, látigos, velas...en fin, todas cosas de bondage y sadomasoquismo. Algo que me llamó la atención, es una especie de doncella de hierro que había en un rincón. No tenía pinches como debería tener un objeto así. ¿Será por el fetiche de la asfixia? 

—Creo que entiendo qué es este lugar, pero desconozco su utilidad. ¿Me podrás de...? —Mierda, ni me deja terminar de preguntar que ya empezó a responder.

—Esto se lo conoce como el cuarto de esclavización sexual. En cualquier momento, puedes ir a buscar a una chica de tu harén real y traerla aquí para convertirla en una esclava sexual. Mientras ella permanezca dentro de este lugar, pierde toda libertad y sólo puede hacer todo lo que vos le digas, irremediablemente. —Suena interesante, che, pero no sé si le daría mucho uso. Soy más clásico a la hora del garche. 

—Me llama la atención esa cosa del rincón. Parece una doncella de hierro, pero no tiene para lastimar, ¿cómo funciona? —Eso sí me interesaba saber. Me ganó la curiosidad.

—Es un objeto con dos funciones. Sirve como un vestidor mágico, para que cualquier chica que metas dentro, salga vestida como vos visualices. También sirve para asfixiar, ya que estar dentro, corta totalmente el acceso al aire respirable, por si te gusta eso, porque ahorcar es algo peligroso. ¿Te gustaría que te de una pequeña probadita? —Ella empezó a caminar hacia esa doncella de hierro. De una forma muy particular, puta madre, como sabe que me encanta su culito. 

—¿Qué chota vas a hacer?

—Demostrarte como funciona. Me voy a encerrar rápido aquí. Tu vas a visualizar un vestuario, el que quieras, y yo saldré vestida como imaginaste. Cumple tu mayor fantasía a través de un vestuario para mí. —Excelente. Vamos a hacerlo. Ya estoy imaginando algo...¡lo tengo! Ja, esto va a ser maravilloso...uff, me va a poner a mil. 

En seguida ella salió de la doncella de hierro esa, con una cara muy extrañada. No entendía nada. Ja, ella, porque yo sí. Y muy bien. 

—¿E-esta es tu fantasía? —pregunta ella titubeando un poco. Ja, que linda.

—Claro, ¿algún problema? —No paraba de mirarse la ropa. Que hermosa se ve así, la puta que lo parió. Con esa calza engomada, y la camiseta de la selección argentina. 

—Bueno, si tu lo dices, está bien. —responde tímidamente. Empieza a caminar hacia la cama. Bien, se terminó acostando ahí en una pose muy sexy. Ah, la veo así vestida y ya quiero tirarme encima de ella. 

—¿Y ahora qué sigue? 

—Ahora es cuando me podés pedir lo que quieras, que yo no puedo negarme. —Me tira una miradita sensual, provocativa. Esta mina quiere látigo. 

—Bueno. ¿De verdad lo que quiera?

—Así es. No tengas miedo. Estoy a tu entera disposición. —Muy bien. Voy a pedirle algo bastante bueno. Je.

—Relatame los tres goles de Argentina en la final del mundial ochenta y seis. —Seguro que esa no se la esperaba.

—¿Pero qué mier...? —La noto confundida a la piba. ¿Sabrá poco de fútbol esta mina? No, boludo, ya me decepcioné.

—Oigan, ¿en qué andan? —Y aparece la rompe pelotas de Frei...la Fernanda. ¿Qué chota hace ella por aca?

—Oh, señora Freixla. Me disculpo por la situación en la que me encontró. Me cambiaré y me iré a continuar mi guardia. —La Fiorella vuelve a esa rara doncella de hierro y sale de ahí con su clásica armadura reveladora.

Empieza a caminar hacia fuera y justo antes de salir, le pego un buen cacheteo en el ogete que le hago mover todas las placas tectónicas de ese hemoso planeta culoide.

Bueno, che, no quise hacerlo en un principio. Fue un impulso fuerte.

—Mi señor. Le traigo novedades. Su padre está aquí y quiere verlo. Segundo, el senescal ya llegó. Debe conocerlo. —Genial, tras que vengo teniendo un día de mierda.

—Che, pelotuda, ¿te puedo manosear una teta? —Uy, no tenía que decir eso en voz alta. Ya la cagué.

—¡Para...!

Soy un parrillero argentino que se convirtió en reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora