Capítulo 14: Inicio del viaje

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Ya pasó como media hora desde que la mina esta se fue a sacarse de encima el cadáver. Se está tardando mucho. Y no resulta muy agradable esperar tanto cuando tenes que soportar ver a un dragón del orto, rascándose la espalda con mi corona, y el culo con un borde de mi trono. 


—Dejá de rascarte tanto, pulgoso de mierda. —Le saco la corona, le meto un tremendo soplamocos, y le vuelvo a poner la corona esa en la cabeza. 


—Ey, que ahora soy un rey temporal. Te ordeno que me dejes en paz. —Mientras mas pasan los días, pareciera que más pelotudo se vuelve.


—Dije que quedas a cargo, no que sos un rey sustituto. No soy tan ingenuo para darle tanta responsabilidad a semejante tarado. —Pensé que me reprocharía algo, pero ahí esta. Cagándose de risa. 


Habiéndose cumplido justo, una hora desde que la turra se fue, apareció de nuevo. Ya no esta vestida con su armadura bikini de siempre, ahora va con una especie de corpiño de metal, y una calza negra con rodilleras, que convenientemente, tiene dos agujeros para dejar respirar los cachetes del culo. 


—Cambiaste el vestuario en esta ocasión. —Uff, cuando se da vuelta y le veo esos agujeritos...diosito perdona, pero yo no. 


—Esta es mi armadura de exploración. La utilizo cuando realizo excursiones por territorios donde requiero mucha velocidad y agilidad. Resulta mucho mas cómoda, aunque la protección es ligeramente menor. Aunque no enfrentaremos soldados armados hasta los dientes, sino simples animales que habitan las áreas alrededor del reino, por lo que esto alcanza perfectamente. —Puta madre, que haga exploraciones mas seguido, mi vista se lo agradecería mucho. 


—Bueno, ¿vamos saliendo? —Me afirma con la cabeza y empieza a caminar adelante mío hacia la salida del castillo. Que buen momento para estar vivo, esa vista, y con movimiento...


Pará un poquito, acabo de decir; 'que buen momento para estar vivo'. ¿Es correcto decir esto? Después de todo, yo me re cagué muriendo en mi mundo, antes de venir aca. En un lado soy rey, y en otro soy fiambre. Igual, en mi mundo esta vista no la iba a tener ni en pedo, asi que: que buen momento para haber muerto y resucitado. 


Afuera del castillo nos estaba esperando un carruaje poco elegante para lo que me acostumbré desde que soy rey, pero teniendo en cuenta el uso que le vamos a dar, esta mas que bien. No tiene ningún conductor al parecer, pero esta tirado por dos bichos raros de esos que no me acuerdo como se llaman. 


Son como caballos con melena de fuego, pelaje negro, tres cabezas, y ojos rojos brillantes. Durante noche, encontrarte de golpe con uno de estos, hace que cualquiera se cague encima. Con respecto a cómo es tenerlos de mascota, por lo que me contaron otras personas, es casi lo mismo que tener un gato. Un vago que vive casi solamente para dormir, comer y cagar. Lo llamas y te ignora totalmente, y si lo queres acariciar, lo mas probable, es que termines con las manos chamuscadas y una fuerte patada en los huevos. 


La Fiorella se sube primera, y durante un breve momento tengo su manzanita a muy pocos centímetros de mi cara, estoy en el paraíso.


—Ouch, al menos avisa primero. —comenta la mina esta, sorprendida.


Y bue, se me escapó darle una nalgadita, ¿a qué hombre que se respete no le pasaría lo mismo?


-—Perdón, estaba tentador. -—Que respuesta boluda acabo de meter.


—Lo sé. Supongo que en tu mundo no veías mujeres con un cuerpo tan bueno. —Me pone una vocecita seductora, cruza las piernas, y me clava la mirada relamiéndose un poquito. Esta mina quiere guerra.


El carruaje acaba de arrancar. Pero no tiene ningún conductor ni ninguno de nosotros dos sostiene unas riendas. Sabía que estos animales eran inteligentes, pero nunca tanto como para que puedan llevarnos a ciertos lugares sin nadie guiándolos.


Dato nuevo que acabo de aprender. Estos bichos son fuertes y rápidos. A la mierda que están llevando rápido el carruaje, la puta madre. Apenas pasaron unos quince minutos y ya estamos afuera del reino. El castillo ya se lo ve lejos, parece muy pequeñito en la distancia, aunque...¡paren todo! Está saliendo fuego azul de la ventana donde, mas o menos, calculo, debería estar la cocina. La concha de su madre, este dragoncito del orto, seguro ya esta causando mil problemas. 


Ahora estamos en una llanura vacía sin absolutamente nada, hay algunos animales raros cada tanto, y algún que otro árbol de apariencia bastante normalita. Hacia adelante, bien al fondo, se llega a ver a lo lejos, una cadena montañosa. Supongo que es ahí a donde estamos yendo en primer lugar, por la rosa esa que ni me acuerdo el nombre. 


—Aproximadamente, faltarán unos diez minutos de viaje para llegar al lugar exacto donde debemos conseguir esa rosa negra de Ghera. —Fiorella no para de tener esa sonrisita picarona que a mi tanto me encanta.


—Es un viaje bastante corto. Yo pensé que íbamos a estar aca todo el putísimo día. —Las montañas se empiezan a ver mas cerquita. Cada vez falta menos. 


Por un momento, dejo de observar las montañas, y paso a mirarla a Fiorella. Se está guardando su espada en su cinturón, mientras prepara otra más. Pareciera que se esta preparando para pelear contra el mismísimo rey demonio. 


—Mi rey, esta vez, estamos nosotros dos solos, ante peligros desconocidos. Me tomé la molestia de preparar una espada adicional para que lleve usted, así si yo estoy en peligro, tendrá las herramientas para socorrerme. —Aww, que encantadora. Pensó que quería ayudarla...bueno, ahora no me queda otra, la concha de su madre. 


La espada que ella me dio para mi, luce bastante diferente a la suya. Ella tiene una larga y delgada, tan ligera como filosa. La mía parece mucho mas tosca, simplona y no es tan larga. Ya se que no soy un hombre tan agraciado por la naturaleza, pero tampoco había tanta necesidad de decírmelo indirectamente, a través de las espadas. 


A la pelotita. Esta espada que me dio Fiorella, es bastante pesadita. Hay que tener cuerpo de fisicoculturista para poder levantar esto cómodamente. No me veo usando esta espada y teniendo éxito en el intento. De errores aprende el ser humano, y talvez me equivoque y le rasgue toda la ropa a la wachita esta, y la deje al natural, ja, ja, ja. 


—Mi rey, llegamos al lugar que venimos. Mantengamos los ojos bien abiertos, debemos encontrar una rosa de esas, cuanto antes. —Cómo usted diga, señor culazo...digo, señora Fiorella.

Soy un parrillero argentino que se convirtió en reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora