Capítulo 10: Noche en el castillo

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Subo unas cuantas escaleras, y yendo por detrás de ella, asi tengo plena vista de esa manzanita, llego a la sala del trono, y ahí se encontraba un viejo choto que se va a convertir en fiambre en cualquier momento, vestido con una especie de túnica como la de los magos.


Me saluda con una...¿referencia? No sé, ya me olvidé otra vez como se llama eso.


—Usted debe ser, el nuevo rey Parrillero II, ¿no? —preguntó ese tipo, pero vamos, a mi no me vengas con boludeces.


—Fua, papá, sabía que estabas hecho un viejo decrépito, pero no sabía que fuera para tanto. Ja, ja, ja, ¿y esa ropa ridícula que llevas? ---No sé porque la Fernanda viene corriendo y poniendo cara de preocupación mientras hablo tranqui con mi padre.


—Pero señor, majestad, ese es el senescal.


—Oh, ¿posta? —Chau. La cagué fuerte.


—Señor, logré enterarme que usted acaba de tener relaciones sexuales  con alguien que no es de su harén real. Más precisamente, con una caballero. ¿Me equivoco? Creo que usted ya sabe bien cómo son las reglas en el castillo, asi que tendré que castigarlo.


—A bueno, ¿y qué chota de castigo me vas a tirar?


—Me enteré que no tenías buena relación con tu padre, asi que...¿podría darle la bienvenida? —No...la re concha de su madre.


De atrás de él aparece un dragoncito pequeño, del mismo tamaño que Lymfort, mas o menos, pero su cuerpo no era de queso, como en el caso de ya sabemos quien. Era un dragón de verdad, con cuerpo cubierto de escamas. 


—¿No me vas a saludar, pedazo de  imbécil? —Y lo primero que hace es pegar un saltito y encajarme una buena cachetada.


—Ni en pedo. No saludo boludos. —Ya sé que muchos deben estar pensando en lo horrible que trato a mi padre. Pero yo, simplemente, devuelvo el mismo trato que yo recibo, y el es todo un hijo de puta conmigo. Karma, señores.


—¿Ese es el trato que me vas a dar a mi, tu padre?


—Lo considero necesario, asi que, obvio. Ahora dejá de romperme las pelotas que ahora soy rey. Tengo muchas cosas que hacer. Andá por ahí a joderle la vida a otro.


Acto seguido, me acerco al senescal. Tremenda cara de pelotudo tiene.


—Majestad, espero que comprenda... —No sé que chota iba a decir, pero primero pienso hablar yo.


—Vos deja de hinchar también con las reglas de mierda, porque te hago al horno con papas, ¿me escuchaste? —Por los gestos de la cara, creo que no me entendió un carajo.


—¿Al horno con papas? ¿Acaso soy comida o usted es caníbal? —Paren todo muchachos, este tipo acaba de pensar que soy caníbal. Ja, ja, ja, como si tuviera tiempo de comer porquerías.

Soy un parrillero argentino que se convirtió en reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora