Me despierto frustrada por el insistente golpeteo en la puerta. Me siento en la cama y en la oscuridad me pongo las pantuflas. ¿Quién puede ser? ¡Ya sé! Me quede dormida esperando al repartidor de pizza. Camino con prisa hacia la puerta, al pasar por la cocina volteo para ver la hora, 3:33 am marcaba el reloj, confundida miro de nuevo percatándome que en la mesa había unas cajas de pizza. Que extraño todo.
Termino el recorrido a la puerta principal, al abrir me encuentro con mi vecino, el chico que vive en el departamento de enfrente.
—Tomás, ¿Qué se te ofrece?
—Vecinita —me decía así sólo porque él es muy alto—, dime que tu lavadora funciona y que tienes secadora —pregunta desesperado.
—Sí funciona y sí tengo secadora, ¿a qué vienen esas preguntas? ¡Oh por Dios! ¡¿Pensabas regalarme una lavadora y una secadora si mis respuestas eran negativas?! Sí es así, entonces no, no tengo.
Su cara de desesperación paso a ser una de gracia.
—Vecinita, si tuviera dinero para "regalar"—hace comillas con sus dedos—lavadoras y secadoras no estaría como loco ahora. Pregunto para ver si me las podrías prestar.
Aaah, yo que pensé cualquier cosa.
—Claro, solo dime a qué hora vienes para saber si estaré aquí o estaré trabajando.
Se rió.
—Vengo porqué las necesito ahora.
Mi cara mostró confusión.
—¿Qué? Aah pues en ese caso, no.
—¿No? ¿No qué? —me mira alarmado.
—No puedo prestarte nada.
—¿Por qué no?
—Tengo tres razones—levanté tres dedos de mi mano derecha—déjame nombrarlas, punto número uno: son las tres de la mañana; punto número dos: mi lavadora hace mucho ruido como para usarla ahora; punto número tres: ¡SON LAS TRES DE LA MAÑANA!
—Pues viéndolo de ese modo tien... apenas me di cuenta, repetiste el punto uno en el punto número...
—¡Tres de la mañana! —la locura de lo que este hombre pedía era enorme.
—Por favor Ana, préstame tu lavadora—insiste al borde de las lágrimas.
Dos horas más tarde...
—Muchas gracias Ana, te prometo comprar mi lavadora cuanto antes.
Sentada en el sofá de la sala, me quedo viendo en silencio como Tomás sale de mi departamento, mi ojo izquierdo tembló. No pude dormir, yo en serio decía eso de que mi lavadora hace mucho ruido y, ni pensar en dormir ahora. Faltan quince para las seis, la hora en que normalmente despierto para poder prepararme para ir al trabajo.
En cuanto estuve lista me fui a abrir la tienda de música en la que trabajo, básicamente no fue una jornada muy pesada. A las siete de la tarde estoy de vuelta en casa. Hubiese vuelto a las tres y media, pero resulta que no es correcto dormir en horas de trabajo, así que las horas que dormí en horario laboral me las cobraron y tuve que reponerlas hoy mismo.
Voy a mi habitación, me pongo el pijama para luego ir a la cocina a prepararme algo de comer. Justo después de cenar volví a mi habitación, me acosté en mi cama con la intención de dormir, cuando ya estaba cayendo en los brazos de Morfeo me levanté asustada por el insistente sonido de la puerta siendo golpeada. Me pongo de pie y arrastrando los pies llego a la puerta. Al abrir veo de nuevo a Tomás.
—¿Se te ofrece algo? —finjo una sonrisa después de preguntar.
—Vecinita, por favor dime que tienes impresora, si es que la tienes dime que tiene tinta y hojas.
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Historias cortas y otras no tanto
Poesia"Historias cortas y otras no tanto" es el título ideal para la antología que estás por leer, ya que en cada sección de esta obra es un mundo distinto a los demás. Encontrarás poemas, relatos eróticos, cuentos cortos, y textos varios.