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Considero que mis senos son grandes, puesto que no caben en la totalidad de mi mano y conseguir sostenes de mi talla resulta difícil y más cuando pretendo sean bonitos.

Pero tenerlo a él frente a mi, con el deseo cargado en toda su forma de actuar y en la mirada que le da a mi cuerpo aún con ropa interior, hace que todo en mi se sienta pequeño. Mis senos ya no me parecen tan grandes, mis miedos e inseguridades también lucen más pequeños de lo que son cuando me paro frente al espejo. Por la forma en que deseo que toque cada parte de mi cuerpo y así poder explorar todas las sensaciones que sus roces me provocan. Siento como el ritmo cardíaco de ambos aumenta al igual que el calor en la habitación a pesar de estar en el frío invierno de enero, mi autoestima se eleva al notar que cada vez su erección se siente mas contra mi cuerpo.

Nos encontramos en el sofá de la pequeña sala del departamento de Leo, yo sentada a horcajadas sobre él, ambos en ropa interior sintiendo casi cada parte de piel en el cuerpo del otro, me besa mientras su mano izquierda acaricia mi cintura y la derecha se posa en uno de mis senos. Sus manos tan masculinas y por supuesto mas grandes que las mías logran que mis senos se sientan pequeños bajo su toque. Un gemido apenas audible sale de mis labios, es la primera vez que logramos concretar vernos, fantasear con Leo en cada oportunidad que he podido masturbarme y las ocasionales noches de sexting que habíamos intercambiado solo conseguían aumentar el deseo por estar aquí.

Dejamos de besarnos y sus labios bajaron por mi cuello hasta la curva de mis senos, la suma de sensaciones que la humedad de sus labios dejaban sobre la piel tan sensible de mi pecho, más el toque de sus manos en mi espalda y su respiración agitada solo conseguían que el clítoris me palpitara cada vez más y que mi ropa interior se sintiera mojada. La sensibilidad había aumentado en cada rincón de mi piel y por supuesto en mi vulva también, tan hinchada y palpitante, que sin pensarlo me movía sobre Leo buscando alguna forma de saciar el deseo. Estamos yendo tan lento que me parece una tortura que aún no me toque ahí, sin embargo, no tenemos prisa alguna y podemos saborear este momento todo el tiempo que sea necesario.

La desesperación nos estaba consumiendo, lo que quedaba de ropa ya comenzaba a estorbarnos, me levanté para deshacerme de la parte de abajo de mi ropa interior y al mismo tiempo Leo se levantó para buscar condones en su habitación y volvió para quitarse lo que le quedaba de ropa también. Cuando volvió a sentarse en el sofá me arrodillé frente a él, mi intención era clara y también deseaba lo mismo, en todas las ocasiones que sexteamos me recordaba lo mucho que fantaseaba con recibir sexo oral y sinceramente cada vez se me hacía agua a la boca pensar en tener semejante cosa privando de oxígeno a mi garganta.

Pasé mis manos por sus muslos, las caricias eran apenas perceptibles, mientras mi mano izquierda se quedaba apoyada sobre su pierna con la otra tomé su miembro y lo comencé a estimular de forma lenta pero decidida, cuando no podía estar ni un segundo más sin involucrar mi boca le pedí uno de los condones, rompió el empaque y me lo pasó, para colocarlo me ayudé de mis labios y de una entró en mi, comencé succionando la punta y con mi mano seguí estimulando en la base, poco a poco fui aumentando el ritmo e introduciendo todo hasta mi garganta, hacía todo lo posible por respirar por la nariz y así evitar las arcadas. Lo saqué dejándolo lleno de saliva, seguí el ritmo de la estimulación con mi mano y llevé mis labios a los testículos, los besé, lamí y succioné hasta que no pudo más y el orgasmo llegó.

Se quitó el condón y yo volví a sentarme sobre sus piernas, volvió a besarme mientras masajeaba con sus fuertes manos mis nalgas, me seguía moviendo para restregar mi clítoris en su cuerpo y estimularlo. Cuando menos pensé Leo me había cargado para recostarme en el sofá, el beso seguía, la pasión y necesidad de aumentar las sensaciones era lo único que se notaba entre nosotros. Sus labios bajaron a mi cuello cuando una de sus manos tocó mi máximo punto de placer, deslizaba las puntas entre la entrada vaginal y el clítoris, estimulando y esparciendo mi propia lubricación, cuando no podía estar mas excitada introdujo uno de sus dedos y comenzó a moverlo, profundo y lento, metió otro y el ritmo subió, sabía lo que hacía porque en ningún momento dejó de fijar su estimulación en la próstata. Entre besos y jadeos, el clímax estaba llegando.

En lo que me daba placer a mi, Leo ya estaba listo con una firme erección para penetrarme con ella. Seguimos besando y tocando cada parte de nuestros cuerpos desnudos y sudorosos. Se colocó un nuevo condón y sin titubeos metió su miembro en mi. Un gemido salió de ambos y el juego continuó. Estocadas lentas y profundas, y como iba aumentando el placer la velocidad en su ritmo iba aumentando, a la vez movía la pelvis siguiendo sus movimientos ayudando a conseguir mayor estimulación en el clítoris y penetraciones más intensas y profundas.

Ninguno de los dos resistimos más de 10 minutos, cuando uno llegó al orgasmo y al cabo de un par de minutos más el otro también. Ambos exhaustos pero bastante complacidos nos sentamos en el sofá recostandonos en el respaldo. Nuestras respiraciones eran irregulares aún. Nos volteamos a ver y la sonrisa en el rostro de Leo me contagió y también sonreí.

–¿Entonces volverás por más? –Me reí. En una ocasión que chateamos me dijo que pagara el servicio solo en caso de que me gustara, cuándo señalé que no pensaba involucrar dinero cambió la frase y me escribió que si me gustaba podía volver. Definitivamente lo haría y mil veces.

Historias cortas y otras no tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora