EL PROFESOR STILL

157 20 4
                                        

Saimón se aparcó en el mismo restaurante al que habíamos venido la vez anterior.

─¿Vamos a almorzar?

─Necesitas comer algo maia

─No tengo mucha hambre

─No seas testaruda, tienes que comer.

Iba a contradecirlo pero cuando íbamos entrando el olor hizo que cambiara de parecer, ambos subimos las escaleras y un camarero nos llevó hacia una mesa que se encontraba cerca de una chimenea, habían unas personas en otras mesas pero no cerca de donde estábamos nosotros, el nos entregó el menú y luego se retiró con nuestra orden.

─Contra...─ murmuro, saimón y luego siguió─ La sangre va a ser necesaria para ti, necesitaras beberla y incluso comerla.

Su ataque me tomó por sorpresa, sabía por donde iba esto y si el quería jugar, yo iba a seguir el juego.

─No me da pesar comer la carne jugosa y en cuanto a beberla siempre puedo acostumbrarme─ pensar en beber sangre me resultaba algo asqueroso, pero no iba a dar brazo a torcer

Saimón frunció el ceño ante mi contestación.

─Pro, no envejeceré, no tendrás que verme morir.

─Te veré morir, en el momento en que deje que mi veneno recorra tus venas, dejara de latir tu corazón─ el desvío su mirada a la chimenea

─Tal vez no sientas mi corazón latir, pero figurativamente, cada vez que tu estes cerca, el latirá, memoria muscular, sé que seguiré sintiendo lo mismo que siento ahora cuando estoy contigo

─Contra, convertirte en lo que soy, sería ir al infierno directo.─ replico como si no hubiera escuchado lo que acababa de decirle

─Bueno nunca fui muy religiosa, en realidad creo que después de la muerte el alma puede reencarnar en otro cuerpo, vivir otra historia de manera indefinida

─Me gusta esa teoría, puedo replicarte con todas las cosas malas de ser yo, pero sé que tú encontraras más a favor─ contesto con una sonrisa

─Entonces te rindes?─ pregunté

─Por ahora me rindo, disfruta tu victoria─ respondió y sonrió

─Si hay una siguiente vida, asegúrate de encontrarme.

─Te buscaré en cada una de ellas maia.

Almorzamos tranquilamente, saimón me contó cosas de su vida, como por ejemplo cuando vivo en Londres y ahí conoció una señora que tejía grandes mantas, ella le enseñó a tejer, ambos entablaron una gran amistad y cuando a ella se le volvió extraño que su amigo no envejeciera el confeso lo que era

ella solo sonrío y actuó como si le hubiera dicho algo normal, ella murió a la edad de 91 años, de un ataque al corazón, dejándole a saimón no solo grandes enseñanzas de la vida, sino también una manta azul, porque ella solía decirle que ese era el color de su aura.

Era fascinante escucharlo hablar, porque había vivido más que cualquier otra persona en este lugar, que tanto eso puede enriquecer su alma, podía quedarme ahí, con el calor de la chimenea, solo escuchando sus anécdotas y la manera en las que él las contaba, como si hubiera esperad tanto tiempo para poder compartirlas.

Caminó a casa saimón me dijo que el domingo iría por mí para ir a su casa y cenar juntos, lo que en pocas palabras para el implicaba, flores, chocolates, velas y una rica cena que obviamente haríamos juntos, porque eso se había vuelto algo nuestro

el cocinar los dos en esa linda cocina en una casa que no era mia pero que el me hacía sentir que lo era y lo sé solo tengo 17 años y no debería dejarme ir demasiado rápido pero cuando una conoce a un vampiro de dos siglos puede hacer una pequeña excepción?, si el era un río yo estaba dejando que me arrastrara no sin entender cada pausa que hacía, pero la forma en la que iban pasando las cosas no me alarmaba el no despertaba ninguna alerta para mí.

Ocaso LunarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora