Capítulo 1

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HEIDEN

El aire fresco empieza a eliminar el rastro de sudor que se ha extendido sobre mi piel. La diaforesis que está experimentando mi cuerpo en este momento me molesta horriblemente, pero esta vista hace que todo a mí alrededor pierda importancia por completo.

Un cielo teñido de naranja y amarillo. Pequeños organismos saltando, arrastrándose y volando; provocan sonidos al chocar con hojas o cualquier otro objeto natural que hay a mi alrededor. Mis fosas nasales se inundan agradecidamente con el característico olor de pinos. Flores silvestres adornan el pasto verde, y para acompañar, unas notas de Claude Debussy provocan el éxtasis sobre mis oídos.

Relajante, seductor, intenso y adictivo son adjetivos con pocas letras y significado para describir esta escena. Verdaderamente este momento es algo que de seguro debe representar el concepto de perfección.

Sin embargo, genuinamente la perfección es subjetiva. No siempre nuestros sentimientos se alinean con el momento que experimentamos, y es allí donde la perspectiva de la perfección cambia. Es decir, tal vez es cierto aquello  de que la mente y el corazón no se llevan. Son dos contenedores tan disparejos...

—Rayos —musité para mis adentros cuando revisé mi celular y me di cuenta de que ya eran las siete y treinta. 

Sin duda alguna Gianna me va a matar.

Me levanté rápidamente del tronco donde estaba sentada y apresuré mis pasos a casa, esta no queda a más de unos cuantos metros del risco en el que estaba unos segundos atrás.

Lastimosamente no me hacía mucho efecto el salir a hacer "Ejercicio", pues en verdad mis condiciones físicas eran una vergüenza. No tengo un cuerpo muy voluminoso, pero tampoco soy delgada o esa talla "adecuada" que es un pésimo estereotipo en la sociedad. Más bien soy de esas personas que no sabes ni cómo describir su apariencia. En ocasiones se podría decir que tengo masa corporal en exceso, pero otros incluso diría que estoy en decaimiento muscular. Es tan frustrante. 

No obstante, mi físico no es la razón por la que hago ejercicio, lo cierto es que lo hago para no ser una clienta más del insomnio. Hacer doler tus músculos es la primera de las dos mejores técnicas para prevenir los desvelos y no tener crisis existenciales a las 3:00 de la madrugada, o eso leí en internet.

Diez minutos después estoy entrando a mi casa y como lo sospeché, Gianna se está recordando a sí misma que es mi madre y eso le prohíbe ahorcarme por ser tan despistada en la vida.

— ¿Se ha roto tu reloj? — preguntó con el sarcasmo característico.

Mofándome hice el gesto de darle unos golpecitos al reloj de pulsera negra que abrazaba mi muñeca y negué con la cabeza.

—Tranquila, estaré lista en quince minutos— le dije mientras subía las escaleras hacia mi habitación.

—Tienes solamente diez. Remhi y Josh ya casi llegan— la escuché gritar.

Gianna no era una madre tradicional de esas que te tratan de disciplinar a cada segundo, más bien tenía una personalidad alocada en cuanto al cargo de madre se refería, pero para ella la puntualidad en reuniones o fiestas era todo un detalle, lo cual hacía que entendiera su frustración ante mi tardanza.

Al llegar a mi cuarto agradecí quitarme mi empapada ropa y meterme bajo la regadera. Fue una ducha corta, pero lo suficiente para dejar mi cuerpo limpio.

Abrí mi closet y no tenía ni la más mínima idea de lo que se supone debería ponerme para esta ocasión. Mi mamá había organizado una cena para celebrar mi cumpleaños número dieciocho, pero solo asistirían mis casi dos únicos amigos, Remhi y Josh, lo cual no exigía un atuendo elaborado, pero basándome en el vestido blanco de coctel y los tacones estilizados que le vi a Gianna, imaginaba que para ella esto era como una fiesta de etiqueta lo cual no le hacía justicia a la poca pasión por la moda que contenía mi vestidor.

A MIS ALAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora